El Mate Tuerto

"Se fingirá el saber que no se tiene."

Mi foto
Nombre: El Mate Tuerto
Ubicación: Argentina

13 septiembre, 2006

Críticas

Voy a cometer una infidencia y dos canalladas. Una de las canalladas es aquella infidencia. Voy a narrar un episodio de nuestra amistad, Cobiñas. Voy a contar el nervio y la exasperación, V.
Esa, sin embargo, es solo la primera canallada. La segunda es el fracaso de un proyecto. Es el incumplimiento de un deber autoimpuesto, de un deseo de comunidad. Y es la constatación de que soy una laucha por tirante que opta por su tinta: la salida más fácil. Porque yo, estimada audiencia (¡sépanlo! ¡Entiéndanlo de una vez!), soy fácil.
La escena es la siguiente: última noche de V y su marido Xilofón en Buenos Aires antes de partir para Toronto. Nos reunimos, como no podía ser de otra manera, para cenar. Cenamos. Rechonchos, orondos, enfilamos para un bar. (Se sabe que nada como el alcohol para rempujar el asado.) Quedamos: Cobiñas frente a mí, V a mi izquierda.
El contexto es el siguiente: meses atrás, C&V habíanme dado un artículo de su autoría. El artículo versaba, versa, acerca del realvisceralismo en ‘Detectives Salvajes’ (la obra más citada en este blog). Como todo autor, ellas querían ser leídas. Como todo autor, querían ser comentadas.
No lo habían sido. (No, al menos, por nosotros. Sí por el circuito académico –que es el que vale en esos casos, por supuesto.)
Me prometí leerlo. Lo había hecho en buena medida. Del comentario que me había prometido, ni noticia.
No recuerdo por qué, pero esa noche estaba particularmente pesado. Como cada vez que me pongo pesado, instintiva, inconscientemente, recurro al arcón de mi memoria y traigo a colación circunstancias molestas para mis eventuales interlocutores. Así que, luego de un extenso (espero) halago hacia el texto en cuestión, ataqué. Al artículo en particular, a la crítica literaria en general. Ya no recuerdo qué barbaridades dije. Cosas del estilo: ‘¿qué significa...?’, ‘¿en qué sentido…?’ ‘¡Pero eso es muy antiintuitivo!’. No recuerdo, la verdad. Vagamente me aparece como refucilo, la certeza de haber cuestionado que una cosa muerta como un cúmulo de letras pudiera decir algo. Si algo era dicho, lo era porque había (de suyo) un intérprete. Pero además, imprescindiblemente, un emisor. El cúmulo de garabatos encuadernado nunca, nunca, puede decir ni esto, aquello, ni lo de más allá. Después pasé a las conclusiones generales: la crítica literaria es vaga, imprecisa. Creo que incluso mencioné (¡frente a tres críticas literarias!) que era ‘ininteligible’. Un pelotudo. Un enorme pelotudo. ¿Saben por qué, además? Porque yo no creo ni medio en esas tesis. Si me aprietan, confesaré: la crítica literaria expande y profundiza las aproximaciones cognitivas (y de otro tipo) a un texto, nos provee de nuevas formas de verlo, de nuevas contextualizaciones. Un lector que además lo sea de crítica literaria es un mejor lector, uno más apto. Un mundo con crítica literaria es un mejor mundo, una literatura con una crítica que la rodee es una mejor literatura. ¿Por qué, entonces, el ensañamiento? Creo saber por qué. La respuesta me era esquiva. La respuesta me revela como peor de lo que creía. No disfruto de la crítica. No lo hago: es la triste verdad. Así como no disfruto de la poesía, así como (mal que me pese) no disfruto de la música culta. Mal que me pese, dije entre paréntesis, y ese es todo el punto. Porque valoro cada una de las tres actividades, porque quisiera disfrutar con ellas. Porque envidio malsanamente a quienes pueden, porque yo no. (Y ya saben que pocas cosas enojan más a un varón que saberse impotente.)
Cobiñas, que no se arredra ante un pendejo charleta como el infrascripto, me puso en mi lugar. ¿Cuáles fueron sus palabras? Las olvidé (convenientemente). Algo así como que aplicar herramientas filosóficas para evaluar la crítica era como hacer astronomía con un microscopio. Ah: y que hablaba de cualquier cosa. En particular, de lo que no sabía nada. De más está decir: tenía razón. Digo: por supuesto que está equivocada. Por supuesto que se puede hablar de cualquier cosa, por supuesto que tengo (sospecho fuertemente) algo más o menos interesante que decir sobre no importa qué asunto. Siempre, claro, que no me soliciten un aporte técnico. (Sería, me parece, como pedirme que haga microbiología con un telescopio.) Pero, decía: ella tenía razón. ¿No veía lo estúpido e irrelevante del resto de mis observaciones? ¿No veía lo insultante que era hablarle a Fidel de lo equivocado del marxismo? Evidentemente, no lo veía. La otra opción es peor: no me importaba. Prefiero pensar que no lo veía.

El trabajo de ambas es excelente. Inteligente, imaginativo, terriblemente bien documentado. Lo perdí, por supuesto, así que no les puedo comunicar el nombre. Así que tampoco pude elaborar el informe filosófico que me había prometido del texto. Quizás, incluso, lo extravié adrede. Temiendo, quizás, que puesto frente a la urgencia de decir algo interesante sobre este asunto particular, constatara, para mi vergüenza, que no: no tenía nada inteligente que decir.

Matías Pailos

9 Comentarios:

Anonymous Anónimo dijo...

bueno pailos, no sé cuáles son los motivos que lo llevan a esta suerte de confesión, pero particularmente, (y de paso aclaro que celebro no haber estado presente en la mencionada escena), creo que se trata de un gesto de honestidad emocional e intelectual que lo ennoblece, y lo digo mucho más allá de la materia de que se trata, y de las herramientas que se mencionan.
Salud

13/9/06 22:39  
Anonymous Anónimo dijo...

lamento desengañarlo, ER: usted sí estuve presente en el correlato ontológico de lo narrado. (Y no hay que creer mucho en mis presuntas confesiones. Soy de lo peor.)

14/9/06 01:07  
Anonymous Anónimo dijo...

caramba, qué poco confiables que hemos resultado ambos...

14/9/06 20:20  
Anonymous Anónimo dijo...

Matías Pailos y su furibunda pasión refutadora.
Matías Pailos y su valiente y brutal honestidad.

15/9/06 16:47  
Anonymous Anónimo dijo...

Matías Pailos y sus ingeniosas artimañas para transformarse siempre en el héroe de su propia historia épica.
Gracias, Pailos: nunca le pediría que haga astrofísica con una lupa, pero de vez en cuendo me gustan sus aportes de lector inteligente. Sólo eso. Ni más ni menos. Un abrazo, Cobiñas

15/9/06 18:16  
Anonymous Anónimo dijo...

siga contando, Cobiñas. Me ofendería si no lo hiciera. (No veo en qué sentido usted y Cioso se equivocan. Quizás no se equivoquen.)

16/9/06 14:34  
Anonymous Anónimo dijo...

Por otra parte, esto de ser el héroe de la propia crónica tiene antecedentes de fuste: Levin, uno de los protagonistas de Anna Karenina, es evidente trasunto de Tolstoi. Gombrowicz es, lisa y llanamente, protagonista de todas sus novelas. Y hay, además, un autor chileno... ¿cómo se llama...? Ah, sí: Bolaño, que hace otro tanto.

16/9/06 21:45  
Blogger salgadoboza dijo...

Por eso la historia tiene siempre sólo un (1) héroe, y en cambio decenas de cófrades que le siguen.

20/9/06 18:10  
Anonymous Anónimo dijo...

La vieja polémica Emerson/Carlyle. ¿El héroe moviliza a las masas o es solo expresión de sus deseos? Emerson, que creía lo primero, contaba de su lado a Tolstoi. Carlyle estaba más bien solo. Bueno, Rodrigo: ahora está con usted.

20/9/06 18:49  

Publicar un comentario

Suscribirse a Comentarios de la entrada [Atom]

<< Página Principal