Playmobil Hipotético en exilio interno: Mi vida con el Gato Sessa
Parece que todos estamos tremendamente enojados con el Gato Sessa por la mala voluntad, lo único realmente malo en el mundo, cuando salió y le puso una plancha a Palacio en pleno rostro. Es verdad, todos estamos enojados con él.
La primera historia con el Gato tiene que ver con alguna vez que volvíamos de un lugar de fin de semana en un barrio privado de Ezeiza por la autopista. Al auto del Gato lo empieza a “chupar” otro auto, tratando de que se moviera de la vía rápida y le cediera el paso. Yo no sé manejar pero parece que hay códigos incorruptibles y el “chupar” al auto de adelante, es de este estilo. El Gato lo deja pasar, pero sólo para arrinconarlo contra la banquina.
Prendí un cigarrillo, más por querer hacer algo que por vicio, y comencé a preocuparme por mi vida y por la del Gato, pero más bien por mi muerte tan ridícula que iba a acontecer en breve. El Gato y el otro auto, llamémoslo Rojo, comienzan a perseguirse entre medio de todos los autos, en plena autopista, arrinconándose sucesivamente contra los guardarails. Finalmente, los autos, el del Gato y el del Rojo, se tocan pero no pierden el control de los vehículos.
El Gato atraviesa toda la autopista para bajar en la salida de Soldati y el Rojo, luego de algunos segundos, también lo hace. A partir de allí, pasamos veinte minutos en una persecución que me cuesta dos cigarrillos, algo equivalente a todo el capital de cigarrillos del que disponía.
- Gato, no será mucho? – preguntaba, ingenuamente, desconocedor de los códigos de los automovilistas.
La persecución, que incluía semáforos en rojo, peatones confundidos y aterrados, perros beligerantes, colectivos que hacían luces, etc. pareció terminar al entrar el Gato en la Avenida Cruz, la que está a la vuelta del Cementerio de Flores, una calle que suele estar, a partir de las 8 de la noche, totalmente deshabitada. Considerando que eran las 12 de la noche, más bien parecía inexistente.
El Gato frena. Rojo frena. Ya nos preparábamos para el intercambio de estrategias de defensa y ataque. El acompañante de Rojo baja del auto y el Gato no tiene mejor idea que acelerar de golpe y tirarle el coche encima, el cual fue eludido por bastante poco por el acompañante del Rojo.
La persecución continúa durante treinta minutos más en los cuales se hace una rápida inspección ocular de los barrios de: Bajo Flores, Boedo, Parque Chacabuco, Pompeya, Nueva Pompeya y finalmente Parque Patricios.
En Parque Patricios, el Gato detiene el auto así como también lo hace el Rojo. Ambos caen al piso mientras yo lucho contra el acompañante casi acompañante de los muertos.
En otra ocasión, el Gato me invitó a una cena con una parte de su familia. La familia del Gato es casi típica: incluye viejos, señoras que traen ensaladas, jóvenes que hacen el asado y, por último, un tío borracho. Éste, mientras el Gato estaba pasando cerca de su silla, le toca el culo. El Gato, confiadisimo de su sexualidad, cierra el puño y le pega un puñetazo en la cabeza al tío beodo, participante de la doble AA, al grito de:
- Yo no soy ningún puto para que me toques el culo.
-
El Gato no está bien. Es el reflejo de una sociedad. De la que construyó en su cabeza.
Playmobil Hipotético
La primera historia con el Gato tiene que ver con alguna vez que volvíamos de un lugar de fin de semana en un barrio privado de Ezeiza por la autopista. Al auto del Gato lo empieza a “chupar” otro auto, tratando de que se moviera de la vía rápida y le cediera el paso. Yo no sé manejar pero parece que hay códigos incorruptibles y el “chupar” al auto de adelante, es de este estilo. El Gato lo deja pasar, pero sólo para arrinconarlo contra la banquina.
Prendí un cigarrillo, más por querer hacer algo que por vicio, y comencé a preocuparme por mi vida y por la del Gato, pero más bien por mi muerte tan ridícula que iba a acontecer en breve. El Gato y el otro auto, llamémoslo Rojo, comienzan a perseguirse entre medio de todos los autos, en plena autopista, arrinconándose sucesivamente contra los guardarails. Finalmente, los autos, el del Gato y el del Rojo, se tocan pero no pierden el control de los vehículos.
El Gato atraviesa toda la autopista para bajar en la salida de Soldati y el Rojo, luego de algunos segundos, también lo hace. A partir de allí, pasamos veinte minutos en una persecución que me cuesta dos cigarrillos, algo equivalente a todo el capital de cigarrillos del que disponía.
- Gato, no será mucho? – preguntaba, ingenuamente, desconocedor de los códigos de los automovilistas.
La persecución, que incluía semáforos en rojo, peatones confundidos y aterrados, perros beligerantes, colectivos que hacían luces, etc. pareció terminar al entrar el Gato en la Avenida Cruz, la que está a la vuelta del Cementerio de Flores, una calle que suele estar, a partir de las 8 de la noche, totalmente deshabitada. Considerando que eran las 12 de la noche, más bien parecía inexistente.
El Gato frena. Rojo frena. Ya nos preparábamos para el intercambio de estrategias de defensa y ataque. El acompañante de Rojo baja del auto y el Gato no tiene mejor idea que acelerar de golpe y tirarle el coche encima, el cual fue eludido por bastante poco por el acompañante del Rojo.
La persecución continúa durante treinta minutos más en los cuales se hace una rápida inspección ocular de los barrios de: Bajo Flores, Boedo, Parque Chacabuco, Pompeya, Nueva Pompeya y finalmente Parque Patricios.
En Parque Patricios, el Gato detiene el auto así como también lo hace el Rojo. Ambos caen al piso mientras yo lucho contra el acompañante casi acompañante de los muertos.
En otra ocasión, el Gato me invitó a una cena con una parte de su familia. La familia del Gato es casi típica: incluye viejos, señoras que traen ensaladas, jóvenes que hacen el asado y, por último, un tío borracho. Éste, mientras el Gato estaba pasando cerca de su silla, le toca el culo. El Gato, confiadisimo de su sexualidad, cierra el puño y le pega un puñetazo en la cabeza al tío beodo, participante de la doble AA, al grito de:
- Yo no soy ningún puto para que me toques el culo.
-
El Gato no está bien. Es el reflejo de una sociedad. De la que construyó en su cabeza.
Playmobil Hipotético
6 Comentarios:
Primero lo importante: sigo riéndome de solo imaginarte diciendole a Sessa "Gato, ¿no será mucho?". Después: los locos son lindos (los locos lindos son lindos). Para ver de lejos. Lo más lejos que se pueda.
El problema con este arquero es que no Sessa... de hacer cagadas.
Cuac!
Al Gato hay que ayudarlo... a salir del país.
F.I.F.I (Frente pro Integridad Física de los Futbolistas)
Nuestro departamento de marketing, ni lento ni perezoso, ya está preparando la línea "Sessa": Botines con tapones de acero quirúrgico y guantes con garras retráctiles. ¡Compren chicos, Compren!
solo quiero aclarar que cuando me refiero al gato sessa me refiero a mi hermano, del cual, como saben, no hablo.
yo me cague de la risa con eso de que el gato es un reflejo de su cabeza.
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