Un escritor pretencioso, narcisista y aburrido
Ese, y no “El ombligo del mundo”, iba a ser el título del rejunte de relatos del 2009 finalmente titulado, en otro gesto que deja en evidencia mi generosa disposición a comerme los mocos, “El ombligo del mundo”. Y es que además de demasiado (la cantidad lo es todo) pretencioso, narcisista y aburrido, el otro nombre hacía foco en el autor, y no en el texto –que, si bien no es lo único, es lo que más importa. Tiene, querido lector, el link al mismo en todos lados. Por ejemplo, a su izquierda, arriba de la novela de Idez y debajo del resto de los compilados de mi autoría. No encabeza mi sector porque, francamente: quizás no sea mi mejor versión. Este año me dejé ganar por el slogan asociado a Aira, que reza: mejor nuevo que bueno. E intenté darle a lo nuevo, que, como la mayoría de los términos no diseñados en laboratorio, se dice de muchas maneras. Significa, por ejemplo, que en esos cuentos probé cosas que no había intentado en los anteriores. También quiere decir que, por la temática, el tono, el clima, los procedimientos, la cruza de tradiciones o la suma de los elementos, los textos obtenidos son… bueno… personales.
Un libro sin hits. “ESO” –los cuentos del año pasado-, por el contrario, no es más que un compilado de éxitos. (Y eso que nadie los leyó, que si no...) Me pareció bien probar este año con el lado oscuro de lo Pailos.
La cosa empieza a complicarse cuando se sale a la caza de lectores…
Probablemente lo mejor sea el principio y el final. Digo: el primer y el último cuento. “Auto de fe” comenzó como un intento de autobiografía, pero rápidamente devino una reversión de la situación familiar en el seno de la clase media y en los meses de auge de la dictadura: los que van desde mi gestación hasta mis primeros golpes. El relato es inevitablemente fantástico y poco serio. La principal referencia literaria probablemente sea “Ambrosio y su marca”, de John Barth, pero quizás esto no sea más que yo mandándome la parte. La primera hoja no tiene nada que ver con lo que vendrá, que es más ligero. Sugiero saltearla.
Algo parecido puede correr para el primer cuarto del cuento que cierra el libro, “El ombligo del mundo” propiamente dicho, a todas luces una nouvelle, al menos a juzgar por la extensión. Al principio coquetea con esas relatos tipo-diario de Levrero, Vila-Matas y Sebald. Después, no. Lo bueno que tengo es que cuando me voy al carajo lo hago definitiva y rotundamente. Decir que después se pone fantástico es mentirles o quedarme corto. No sé cuál es la referencia acá. Supongo que una perpetua indigestión con “El uruguayo”, de Copi.
Lo demás es relleno. Lo nuevo, le realmente nuevo (insisto, con referencia a mi breve historia narrativa), son otros dos cuentos: “En sus labios una sonrisa salvaje” y “Sobregustos”. En algún momento me gustaba decirme que había escrito todo lo demás para disimular a estos dos. El primero es la historia de una novela (o “una visita a la cocina”). En mi cabeza, reelabora ese cuento de Bolaño en el que se narra una foto. (Conviene no hacerle mucho caso a mi cabeza). “Sobregustos”, sí, es tan pero tan “personal” que solo puede gustarme a mí. Es tan personal que acaso hubiera sido mejor dejarlo para terapia. Pero no esperen el relato de infidencias. Yo no soy lo que me pasa. El antepasado de este cuento es, evidentemente, ese otro de Bolaño en el que el narrador cuenta “El regreso de los muertos vivos 2” (o 3, o 4).
Pero por algo ninguno de ellos está primero, último, ni segundo o tercero. Segundo está “Estudio”, el último o primer capítulo de una novela que estoy reescribiendo por tercera vez. Veremos. Tercero está “La conversación”, que es bastante parecido a “Ningún lugar sagrado”, de Rey Rosa. Después viene uno que desarrolla eso que tanto les gusta decir a los escritores: si no escribiera, sería un psicópata. Después están los “Tres estudios orientales”, que no remiten al budismo, sino al Uruguay, y más precisamente al Levrero onírico. (Salvo el último, que quiso cruzar a Ferreiro con Polleri, pero al final se quedó en Ferreiro.) Después hay uno acerca de un director de cine y después hay un diálogo metaliterario, de esos que solo yo disfruto.
Sean buenos y léanlos. Prometo recompensa en metálico para el que lo haga antes del 2011.
Matías Pailos
Etiquetas: Autobombo, Literatura
5 Comentarios:
No consiento que se mate ansí a un valiente, Sr. Pailos, deje de hacer criticidio con su propia obra, piense en positivo, no sea piantavotos. Por mi parte, estoy leyendo "el ombligo del mundo" (el cuento que cierra) y me parece buenísimo.
Ampliaremos
Intenté ser sincero. Supongo que me excedí. Viste cómo soy: compenso una sobra con una falta.
Buenísimo que te esté gustando el cuento. Le tenía fe, pero... no estaba nada seguro.
Yo creo que el post tendría que ir como prólogo a libro. En algún sentido es muy borgeano éste texto. Pero con la personalidad de un hijo de mil putas como Pailos, el cual, al menos en este punto, es me cae mejor que Borges.
Todavía no leí ESO, pero bueno. Siempre se puede ir del último al primero (como me pasó con Radiohead; el problema es que después no te termina gustando lo primero o te parece una mala versión de lo que vino).
Abrazo
Puede ir como prólogo. Anoto la idea. (Gracias por lo de borgeano. Ya mismo me pongo a hacer malabares para justificarlo.) Abrazo.
Yo pienso que tenés que editarlo como dios manda y dejarte de joder. he dicho. abrazo para todos,
pablo
Publicar un comentario
Suscribirse a Comentarios de la entrada [Atom]
<< Página Principal