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Hablemos de supermercados. Los odio desde que trabajé en uno de ellos. Pero esa es otra historia. Digamos que aborrezco, sobre todo, las grandes cadenas de supermercados. No soporto esas larguísimas colas, condimentadas por el malhumor de los viejos, la impaciencia de los niños y los amargos reproches de las parejas saturadas de rutina mientras aguardan que una cajera con menos alma que el monitor monocromo que indica los precios les haga pasar sus productos por el sensor al son del piiip, piiiip, piiip.
Suelo comprar en los minimercados chinos, que es como ir a hacer las compras a otro planeta. Adopté esta costumbre desde que me fui a vivir solo. Me abastecía de mis enseres en un minimercado al lado de mi casa (cuanto más próximo, mejor) que se llama Ma y Pa. Lo atendía un coreano que se hace llamar Christian y si eras hombre te saludaba afectuoso “hola pa” y si eras mujer “hola ma” y si ya eras cliente “hola papi” o “esperá que ya te averiguo precio, mami” y si eras de la tercera edad “hola abu”. El fiambrero se llamaba Sergio y sufría porque es guitarrista de hard rock y el trabajo con la fiambrera solía ocasionarle dolorosas tendinitis en las muñecas. Un día le regalé un disco de Deep Purple que selló nuestra amistad. De más está decir que extraño a Ma y Pa y que tras mudarme fui expulsado de esa tierra prometida de las compras amenas y caí al valle de lágrimas de los impersonales reinos de la mercancía.
Al recalar en el cuchitril que habito en la actualidad me hice habitué del Leader Price. Siempre fui adepto a los supermercados de descuento. El concepto que rige este tipo de emprendimientos es del de vender productos de “marca propia” que vienen a ser los mismos productos “Premium” que se compran en cualquier super pero a los que se les descuenta la inversión de marketing.
La inversión de marketing puede abarcar hasta el 40% del precio de un producto.
Y como yo no tengo ganas de pagarle el sueldo a Pancho Ibáñez ni a una trouppe de publicistas cocainómanos cada vez que adquiero una leche o un queso, he decidido comprar en supermercados de descuento siempre que tengo la oportunidad de hacerlo. Y de ser posible me gustaría que ni siquiera figurara la marca del súper; mi anhelo es un supermercado que se llame Supermercado, en el que se comercialicen mercaderías tales como un agua que se llama Agua, una leche que se llame Leche, una harina que se llame Harina. Aspiro a un supermercado al nivel de las cosas del hombre, no esas torres ciclópeas que ponen la secreción de la ubre de la vaca a la altura de estrellas titilantes sobre el rascacielos de la ideología.
Lo más parecido a ese sueño que he encontrado hasta la fecha son los supermercados de descuento. El problema es que no he tenido buenas experiencias con muchos de ellos. En el Día discount parece que el ahorro principal lo hacen con el servicio de limpieza. Además está el problema del cambio: un día en el Día hice una compra por $25, pagué con un billete de $50 y la cajera se me quedó mirando como si la hubiese insultado y me dijo “¿No tenés más chico? Y a continuación me demoraron cerca de 20’ hasta conseguir mis magros $25. El Eki es aún peor, no me gusta que me pregunten si tengo bolsa y después me la cobren. Una vez leí en un estudio de mercado que cuando la gente retira ella misma los productos de las cajas supone automáticamente que los está pagando más baratos y estos vivillos se aprovechan de esa creencia para vender muchas mercaderías al mismo precio o incluso más caras que los supermercados top.
Nada de esto me sucedía en el Leader Price. El Leader es una cadena francesa que nació en 1989 y uno de sus lemas es Des magasins à taille humaine, es decir “tiendas a escala humana” y esa humanidad, tan ajena a los hipermercados, se respiraba en el Leader. El super estaba siempre impecable y había un considerable espacio entre las góndolas para circular (no como esos atormentadores pasillos de los Día y Eki) las cajas estaban desocupadas y no había que hacer cola y en lugar de cobrarte la bolsa te regalaban una propia de tela y te hacían descuento sobre tu compra si la usabas. Los productos marca “Leader” eran tan buenos o (como el queso blanco) incluso mejores que los de las primeras marcas. Anchoas Leader, Arvejas Leader, Agua de mesa Leader, javones de glicerina Leader, ravioles Leader. Pero mi preferido eran los medallones de merluza, saludable y económica fuente de proteínas de pescado, el freezer de mi heladera estaba incompleto sin una de esas bandejas en su seno. También los clientes del Leader conformábamos una cofradía especial: siempre solos (NUNCA vi una pareja haciendo sus compras en el Leader) detectives, asesinos o víctimas de un policial negro haciendo sus comprar en el tiempo libre que deja la acción librada a otro personaje. Exiliados del capitalismo salvaje, nos reconocíamos sin recordarnos y nos saludábamos sin levantar la vista en nuestro ritual cotidiano de faire les courses chez Leader.
Hasta que una mañana, buscando en la góndola de lácteos la crema Leader me topé con una crema Eki. Ese hallazgo tuvo sobre mí el mismo efecto de distorsión en el orden del mundo que la entrada de Tlön con la que se topa Borges en aquel volumen de la enciclopedia Británica. Hice de cuenta que no había visto nada, cargué una crema Santa Brígida en el carrito y me dirigí a la caja, pero al volver la semana siguiente los productos Eki se habían multiplicado a costa de los de Leader Price y una semana después, llegó la frase fatal que tanto temía:
—¿Querés bolsa? –dijo la cajera.
La miré fijo a los ojos, era la misma cajera de siempre, morocha, cachetes y ojos grandes, labios gruesos ¿por qué me preguntaba si quería una bolsa? Entonces llevé mi vista hacia su corazón y vi que ahí donde tenía bordado el escudo del Leader Price ahora decía “Eki plus”.
—¿Cómo, no es más Leader Price?
—No –dijo la cajera– y me lanzó una mirada entre el agobio y la esperanza– ahora es Eki, pero igual nos dijeron que nos van a respetar a todos los puestos de trabajo.
El traspaso de un formato a otro, regido menos por el respeto al cliente que por la lógica capitalista de la liquidación del stock, fue paulatino: el Leader agonizó durante semanas mientras se desangraba en el goteo de cada uno de sus productos hasta que ya no quedó ni rastro del viejo supermercado. La semana pasada, sin embargo, tuve una revelación mientras hurgaba en la góndola de congelados. Aparté un paquete de jardinera y allí estaban, apiladas al fondo del freezer, las bandejas de medallones de merluza Leader Price. Como los mamuts o las momias andinas: el frío había conservado intacto un resto fósil del capitalismo extinguido (ya sabemos que en la temporalidad capitalista un mes equivale a una era geológica). Agarré todas las bandejas y con amorosa premura las metí en el chango. Al llegar a la caja y tras rechazar la oferta de bolsa le señalé las bandejas a la cajera “mirá, encontré una pieza arqueológica que prueba que acá hubo otro supermercado” le dije haciéndome el canchero. Entonces, la viejita que esperaba su turno detrás mío, otra solitaria exiliada, me aportó la segunda revelación de la mañana:
_Te las tendrían que regalar, querido, porque ya no son de ellos.
Me di vuelta y le di un beso a la viejita.
Pagué mis medallones de merluza Leader Price y ahora los atesoro en mi freezer como prueba concluyente de que un negocio a escala humana está destinado a un irremediable fracaso.
Ariel Idez
15 Comentarios:
Posteo aquí mis lágrimas ante el fracaso de este proyecto tan rebosante de buenas intenciones. Es verdad, es una cruel verdad: en el Leader de por acá cobran la bolsita, ni hablar de productos Leader Price y, horror de los horrores, se puede ver a las clásicas tiernas parejitas felices paseando entre las góndolas.
Somos dos los que derramamos nuestras lágrimas sobre la góndola de congelados, J.
Besos
Un placer leerlo, como siempre. Muy linda pieza, y muy ídez por cierto.
me gustó tu idea de los productos de supermercado cuya marca sea el término de la clase a la que pertenecen: agua marca 'Agua', chocolate marca 'Chocolate', secadoras marca 'Secadora', comercializados por un supermercado marca supermercado. Sería un proyecto perfecto para una agencia de marketing marca 'Marketing', perteneciente a un grupo empresario llamado 'Grupo Empresario', parte de la multinacional 'Multinacional'. (Podríamos, a la vez, pensar en un país llamado 'País', parte del continente 'Continente', dirigido por líder de masas llamado, ponele, 'Personaje Iseka'.)
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Gracias Anónimo, me alegra escribir muy yo.
Entiendo a lo que apuntás, listillo Matías. La dimensión ideológica es inherente a la mediación simbólica que el lenguaje impone entre nosotros y las cosas del mundo, yo sólo quería poner el acento en que estamos en un estado de cosas en el que el envoltorio ideológico es más importante que la substancia que nombre (en el sachet de leche La Serenísima vale más La Serenísima que la leche) no sé si no será un paso más hacia un mundo de pura virtualidad, por las dudas avisen cuando me enchufen del culo a la matrix.
Abrazos
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
¿estás multiplicando tus identidades o tenés un triple en el bocho? (No me respondas cuarenta veces lo mismo. Con treinta y cinco alcanza.)
Es que lo repetí para ver si quedaba claro, no, chiste, es la plataforma blog que no está funcionando muy bien últimamente (¿nos estarán arriando sutilmente para twitter?) y no aparecía posteado el comentario, entonces lo volvía a publicar y no aparecía posteado entonces lo volvía a publicar...
"Es clásico el ejemplo de un umbral que perduró mientras lo visitaba un mendigo y que se perdió de vista a su muerte. A veces unos pájaros, un caballo, han salvado las ruinas de un anfiteatro" eso tambien ocurria en Tlön.........por lo menos no despidieron al personal.
Saludos
Gracias Horacio, las ruinas del Leader perduran tras la relucientes góndolas en la visitas de sus viejos clientes.
Saludos
Leyendo esto me acuerdo de los empleados de De Narvaez cuando era dueño de Casa Tia, que manera de explotar a sus empleados, creo que ese era el mas chupasangre en el rubro, ni q hablar cuando compró Lapa, con solo estas 2 marcas hizo los negocios mas extraordinarios que sus tios y padres. Siempre destruyendo sueños de los empleados, q primero se conformaban con ganar menos q en otros lugares y después persiguiendolos si querían sindicalizarse, hasta dejarlos sin trabajo llevandose el dinero para sus otras inversiones.
Buen texto. Beatriz Sarlo estaría orgullosa de tí. A mí también me gusta comprar en el supermercado de mi barrio. A escala humana. Donde conocés el nombre de la gente. Igual, hay que aprovechar las promos de los grandes retailers (Jumbo, Carrefour, etc.). El otro día hice combo doble, 15% de descuento sobre tarjeta de débito y 15% de devolución. Me aprovisioné de forros y spaghetti, productos no perecederos. Si quieren comprar queso de rallar, recomiendo la usina lactea "El puente". El kilo de Regianito estacionado está 45 ARG contra 75 ARG en la góndola de Jumbo.
Abrazo
Gracias Gem por traernos el ejemplo de nuestro amigo el Colorado, lo que llamaríamos "Un empresario exitoso que se preocupa por la gente".
La descripción de los empleados de casa Tía concuerda terroríficamente con la de los pobres empleados shilenos del super en la novela Mano de Obra de Diamela Eltit.
Gracias Limado, aunque no lo creas hace una semana acabo de descubrir que vivo a una cuadra de una "usina láctea" El Puente y me aprovisioné de una buena porción de Mar del Plata y Reggianito (y puedo dar fe de que lo pagué al precio que mencionaste).
Por otra parte, mi falta de tarjeta de débito y crédito me mantiene lejos del Jumbo.
Saludos
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