El Mate Tuerto

"Se fingirá el saber que no se tiene."

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Nombre: El Mate Tuerto
Ubicación: Argentina

11 mayo, 2006

Día de Feria

Entre todas las excusas que me inventé a lo largo de los años para obligarme a visitar la Feria del Libro, desde tomar Fernet gratis a comprar un Atlas satelital en el stand del Instituto Geográfico Militar, asistir a una charla de Enrique Vila-Matas, Alan Pauls y Marcelo Cohen es la mejor de todas.
Cuando llegué a La Rural Matías Pailos, recordando gestas pasadas (ver “Un set por Rodrigo Rey Rosa) ya me había sacado dos horas de ventaja durante las que se dedicó a hurgar en las ofertas y adquirió dos ejemplares más de la colección Minotauro (vicios de coleccionista) y El mal de Montano, que pretendía hacer firmar in situ a Vila Matas.

Pronto nos internamos por el pabellón José Alfredo Martínez de Hoz: un antepasado homónimo de aquel ministro de economía que tanto bien le hiciera a la cultura argentina. ¿Y qué decir de la Feria que no haya sido dicho? Un galpón lleno de libros y pasillos demasiados estrechos por los que circula una ingente cantidad de personas firmes en la suposición de que visitar este lugar es una buena manera de expiar la culpa por no haber leído un libro completo en el último año, en la última década. Stands pensados menos para vender un libro que para posicionar una marca, imponer un producto (sea este un “escritor” o un monopolio editorial con lista sábana de antiguas editoriales familiares). Aunque algunos se pasan de imaginativos, como el de Página 12, que montó una moquete negra, rompió el parquet y roció todo con una bolsa de tierra para macetas comprada en el Easy de la vuelta, sazonando el conjunto con una revista Crisis y un par de libros de teoría marxista. Al costado, una chica esperaba que alguien se pare a mirar para acercarse y explicar “Es por los libros enterrados durante la dictadura”. Estuve a punto de contarle que alguna vez escribí un cuento sobre el tema, por lo que estaba al tanto, pero preferí callar y asentir con la cabeza. Matías en cambió le preguntó si el libro A jugar con los Cubos también formaba parte de los libros prohibidos. “Sí –repuso la chica- porque estimulaba la imaginación y era un poco confuso, los militares pensaron que podría ser un libro que alentara a la subversión infantil”. Claro, lógico, si buscamos bien hasta seguro que encontramos cubos con barba y boina.

La recorrida, de todos modos, nos deparó algunos momentos gratos, como el stand de la provincia de Córdoba, donde se conseguían los libros de la excelente editorial Alción, como Nosotros dos, de Néstor Sánchez o La librería Argentina de Héctor Libertella. De ahí nos trasladamos directo al stand de la buena librería de saldos El Aleph para adquirir 3 libros 3 del escritor de culto norteamericano Steven Millhauser: Martin Dressler, Pequeños Reinos y Edwin Mullhouse, pero como la oferta prometía 4 por $20 agregamos Delirio de Douglas Cooper, todos los títulos de la editorial chilena Andres Bello, lo que es promesa de una traducción donde el feliz huevón se impondrá por sobre el insoportable gilipollas.

Aquí nos dividimos porque Matías tenía que ir a la sala de conferencias a encontrarse con su chica y yo no había terminado mi recorrida, que incluirá el hurto ritual de dos ejemplares que no pueden faltar en una biblioteca de clásicos nacionales: Sin Rumbo de Cambaceres y Las divertidas aventuras del nieto de Juan Moreira, de R.J. Payró, una vuelta por el sitio mas visitado: el puesto de Fernet Branca y la visita al stand chileno para anoticiarme que mi amiga Cobiñas rapiñó todos los libros de Pedro Lemebel que allí se hallaban. Peor para ella: ya me los tendrá que prestar.

Regresé al salón de conferencias tras atravesar el salón de actos decorado por Helmut Hirscht, el artista plástico hiperrealista e hipersobrevalorado que pinta escenas glaciales como si fueran restos masticados de caramelos Namur, pero eso sí: quedan divinos en el living, junto al plasma de 45 pulgadas y me encuentré con Pailos hecho una furia. Desde lejos agitaba los brazos haciendo señas indescifrables y cuando me tuvo a tiro me lanzó una retahíla de insultos. Acontecimientos cercanos al Apocalipsis se habían suscitado en los 45 minutos de mi ausencia: su chica no se había presentado y probablemente llegara a mitad de la conferencia. La organización había decidido que la presentación de tres de los más importantes escritores en lengua castellana merecía un auditorio con capacidad para no más de 100 personas y ante la desbordante convocatoria había repartido numeritos de talonario como hace la Policía Federal cuando uno quiere tramitar un documento de identidad. Tras míseras súplicas Matías había obtenido un número extra y ahora exhibía los dos papelitos rosados como los blasones mismos de la miseria literaria.

Subimos las escaleras mecánicas y llegamos a la puerta de la sala saltando la cola, apretujándonos entre la multitud agolpada. Matías exhibía su número como si fuera el salvoconducto a las puertas de la embajada norteamericana en Saigón. Hasta que un joven empleado de saco azul lo vio y lo tomó de la mano. Asidos a esa mano salvadora ingresamos en la sala. Para llegar a los únicos lugares libres, en el extremo opuesto tuvimos que recorrer el perímetro y casi empujar a los conferenciantes, que se apretujaban en un rincón a la vista de todos mientras sostenían una nerviosa charla de circunstancia (cuando pasamos frente a ellos Vila Matas le contaba a Pauls algo sobre las vicisitudes del vuelo que lo había traído al país y Pauls asentía con la cabeza).

Una vez instalados tratamos de entrar en contacto con nuestras respectivas parejas en camino para explicarles que no habíamos podido guardarles lugar. Matías canceló y acordó encontrarse afuera. Yo, sin saber cómo resolver la situación simplemente la aplacé y acordé con Momé que cuando ella estuviera en la puerta me llamara al teléfono que acababa de poner en función vibrador. Después nos dedicamos a observar a los conferenciantes que continuaban su nerviosa espera a la vista de todos, lejos de las leyes del glamour o atentos al glamour de la literatura, que consiste en hablar sin mostrarse o mostrarse sin hablar. “Alan Pauls tiene cada vez más cara de expresionismo alemán” le dije a Pailos tras observar el hipertrofiado arco superciliar que proyecta una perenne superficie de sobra sobre los ojos del autor de El Pasado a lo que Pailos repuso “Vila Matas tiene cara de pájaro” y de ahí hasta el comienzo de la conferencia nos dedicamos a conjeturar a qué ave correspondía la cara de Vila Matas (un pelícano chino, para mí) y Marcelo Cohen (una urraca en mi opinión). Alan Pauls no. Alan Pauls es una simple cara de expresionismo alemán, como si hubiera sido parido a los 40 años por el mismísimo Murneau.

Matías Pailos hizo una inmejorable síntesis de los discursos de Cohen y Pauls. De Cohen yo no recuerdo casi nada, atento como estaba a la vibración del teléfono en el bolsillo. Cuando finalmente sonó traté de susurrarle a Momé una sutil estrategia: “abrite camino hasta la puerta y entrá que yo te dejo mi lugar” y minutos después, precedida por un sismo humano producto sin duda de enérgicos codazos y empujones vi surgir su inconfundible silueta “esa es mi mujer”, pensé mientras ella, se arreglaba el pelo y la ropa y se acercaba a nuestro lugar (finalmente fue Matías el caballero que cedió el asiento para que Momé se sentara junto a mí). Claro que el esfuerzo valió la pena, pudo escuchar casi completo el discurso de Pauls y después torturarme con elogios del tipo “Que bien lee” “nunca se equivoca” “que lindo tiene el pelo” “que bueno está El Pasado, lo volvería a leer” etc.

Y después de todo esto llegó el turno al hombre de la noche, que como un buen sicario se había mantenido impertérrito ante las lecturas que de su obra habían hecho Cohen y Pauls. Y cuando le tocó el turno se convirtió en un fulminante samurai de la palabra y continuó serio, inconmovible ante un auditorio fascinado que aplaudía, vivaba y se desternillaba de risa. Habló de la génesis del cuento “Los Tabuchis”, pero el cuento también consistía en la génesis del cuento por lo que nunca pude saber cuando terminó la anécdota y empezó la lectura o si no hubo anécdota o no hubo lectura o no hubo nada y fuimos todos los personajes de otra auténtica ficción de Vila Matas.

Zedi Cioso

10 Comentarios:

Anonymous Anónimo dijo...

The King is back.

11/5/06 23:14  
Anonymous Anónimo dijo...

Por supuesto, empecé a reirme en el segundo párrafo y no pude parar hasta el flojo final, reflejo de cierta reticencia que el autor padece hacia Vila Matas. Aunque él lo niegue, aunque se lo niegue. El momento sublime, el acierto máximo del relato mismo, está acá: "...lejos de las leyes del glamour o atentos al glamour de la literatura, que consiste en hablar sin mostrarse o mostrarse sin hablar". Solo Cioso. El rey de los detalles, el heredero de Benjamin. Omitió algunos episodios marginales: nuestro debate acerca de la imposibilidad práctica de robar en el stand de Tusquets, cómo yo tuve en mis manos 'Porque parece mentira al final la verdad nunca se sabe', de Daniel Sada ('el más difícil, un autor radical donde los haya'. Roberto Bolaño, 'Entre Paréntesis'), como según Ornella (alias 'mi chica') Momé fue el centro de las puteadas del conglomerado agolpada en las puertas deseoso de oir a los autores o de sentarse a aburrirse, cómo finalmente la firma de Vila Matas me fue escamoteada.

11/5/06 23:21  
Anonymous Anónimo dijo...

Sí, olvidé el stand de Tusquets y ahí fue donde más tiempo pasamos (aunque no compramos nada). En verdad era Tusquets pero también abarcaba a Beatriz Viterbo y Adriana Hidalgo, las grandes "damas editoriales" de la literatura argentina. Y ahí estuvimos a punto de comprar un libro de Jorge di Paola y Roberto Jacoby, a punto de comprar un libro de Marcelo Damiani, a punto de comprar un libro de Jorge Herralde, a punto de comprar un libro de Daniel Sada (olvidás mencionar que Vila Matas habló de Sada en su conferencia y contó que el título de la novela Sada se lo oyó a un campesino mexicano en una terminal de tren). Y mirando un libro de Marosa di Giorgo ilustrado con pinturas de Arcimboldi y reflexionamos sobre la inmensa deuda que el manierismo tiene con el Zuchini.

12/5/06 01:22  
Anonymous Anónimo dijo...

Y ya vas a tener oportunidad de curar mi reticencia prestándome varios libros de vi las matas.

12/5/06 01:24  
Anonymous Anónimo dijo...

Que comico!! La feria del libro es como una caja de pandora. Todos los años digo que tengo que ir una segunda vez y me cuelgo.

13/5/06 07:46  
Anonymous Anónimo dijo...

Qué bárbaro, Tanmodosito, yo que voy una vez sola, siento que tendría que ir una vez menos, pero también me olvido.
Me alegro que se haya divertido con el post.

14/5/06 15:48  
Anonymous Anónimo dijo...

Me retracto: el final está bueno.

15/5/06 18:57  
Anonymous Anónimo dijo...

Gracias, Pailos, ahora sí te devuelvo el saludo.

16/5/06 01:15  
Anonymous Anónimo dijo...

te diría que te metas el saludo en el final del post, pero como soy una persona educada no te lo voy a decir.

16/5/06 17:37  
Anonymous Anónimo dijo...

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9/6/06 19:01  

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