2 Formas de Leer
Llega un momento en que uno comprende que la lectura se ha convertido en parte de su vida y, a menos que circunstancias catastróficas se lo impidan, no se imagina ni un solo día sin un libro en la mano que lo acompañe. Pero después de esta asaz feliz constatación llega otra harto más angustiante: ¿Qué leer? ¿Cómo leer?
Como fruto de mi humilde y pobre experiencia he conocido dos formas totalmente distintas de leer, o mejor dicho, dos lectores opuestos: el Lector Conquistador y el lector mercader.
El Lector Conquistador es metódico, ordenado, poderoso y avanza sobre los territorios a conquistar con implacable seguridad, sin reparar en los peligros de la empresa, las bajas de su tropa imperial o los ejércitos de reserva que incorpore el enemigo, se trate éste tanto de las literaturas germánicas medievales como el movimiento beatnik o la generación del 37’.
El lector mercader es curioso, inquieto, diletante y recorre geografías separadas por miles de kilómetros o de años (porque los desplazamientos del lector son tanto espaciales como temporales). Llega algo andrajoso a cada ciudad que visita, con unas monedas guardadas en su bolsillo interno al resguardo de los rufianes y las mercancías vetustas que recogió en sus viajes anteriores, ansioso de hacer negocios, de cerrar un buen trato.
La visión estratégica, el don de estadista del Lector Conquistador le permite abarcar el mapa completo de sus territorios que, ya bajo su égida, se ven obligados a entregarle sus productos más valiosos. Claro que todo conquistador tiene que vérselas a veces con su Afganistán, con su Vietnam. Territorios rocosos y escarpados, selvas húmedas y tupidas, donde obstinadas guerrillas se hacen fuertes e irreductibles. Algunos optan por llamarlos “Los Clásicos”.
El lector mercader busca su oportunidad. No es que ignore cuál es el bien más preciado, pero muchas veces no tiene el dinero suficiente para comprarlo (menos el poder de fuego para tomarlo por la fuerza) y vaga por el mercado y la plaza pública. Suele llevarse gangas y ofertas de ocasión que, a veces, en otras plazas, alcanzan precios exorbitantes. Así, muchas ciudades que parecían haber agotado sus riquezas renacieron al comercio por los buenos oficios de estos mercaderes.
A veces sucede que el Lector Conquistador decide ocupar ininterrumpidamente sus dominios, entonces se convierte en un “especialista” y recibe pedidos y consejos de otros lectores para poder circular por su territorio (o directamente los publica en forma de edictos). Otras veces deja atrás sus victorias, apresta su ejército y parte en busca de nuevas aventuras para sojuzgar otro rincón del mapa.
No todo es dicha en la vida del mercader, cuántas veces se habrá preguntado ¿Qué hago yo en esta ciudad desolada, en este pueblo fantasma, qué puedo extraer de este páramo yermo? Otras veces se somete a estadías prolongadas ante bucólicos paisajes sin obtener nada a cambio. No es raro que se quede sin dinero y tenga que escaparse de la ciudad dejando tras de sí un tendal de deudas. Tampoco puede explicarse por qué no regresa a aquel país donde tuvo tan buena estadía, tal vez tema encontrarlo cambiado, en verdad vive inmerso en la más completa incertidumbre. Pero ese es el precio para poder concretar sus “grandes negocios”.
Yo he sido, alternativamente, un Lector Conquistador y un lector mercader. Y en trance de elegir, prefiero seguir viajando, de ciudad en ciudad, pobre, algo perdido, pero a la espera de esa oportunidad que parece aguardar a la vuelta de la esquina.
Zedi Cioso
Como fruto de mi humilde y pobre experiencia he conocido dos formas totalmente distintas de leer, o mejor dicho, dos lectores opuestos: el Lector Conquistador y el lector mercader.
El Lector Conquistador es metódico, ordenado, poderoso y avanza sobre los territorios a conquistar con implacable seguridad, sin reparar en los peligros de la empresa, las bajas de su tropa imperial o los ejércitos de reserva que incorpore el enemigo, se trate éste tanto de las literaturas germánicas medievales como el movimiento beatnik o la generación del 37’.
El lector mercader es curioso, inquieto, diletante y recorre geografías separadas por miles de kilómetros o de años (porque los desplazamientos del lector son tanto espaciales como temporales). Llega algo andrajoso a cada ciudad que visita, con unas monedas guardadas en su bolsillo interno al resguardo de los rufianes y las mercancías vetustas que recogió en sus viajes anteriores, ansioso de hacer negocios, de cerrar un buen trato.
La visión estratégica, el don de estadista del Lector Conquistador le permite abarcar el mapa completo de sus territorios que, ya bajo su égida, se ven obligados a entregarle sus productos más valiosos. Claro que todo conquistador tiene que vérselas a veces con su Afganistán, con su Vietnam. Territorios rocosos y escarpados, selvas húmedas y tupidas, donde obstinadas guerrillas se hacen fuertes e irreductibles. Algunos optan por llamarlos “Los Clásicos”.
El lector mercader busca su oportunidad. No es que ignore cuál es el bien más preciado, pero muchas veces no tiene el dinero suficiente para comprarlo (menos el poder de fuego para tomarlo por la fuerza) y vaga por el mercado y la plaza pública. Suele llevarse gangas y ofertas de ocasión que, a veces, en otras plazas, alcanzan precios exorbitantes. Así, muchas ciudades que parecían haber agotado sus riquezas renacieron al comercio por los buenos oficios de estos mercaderes.
A veces sucede que el Lector Conquistador decide ocupar ininterrumpidamente sus dominios, entonces se convierte en un “especialista” y recibe pedidos y consejos de otros lectores para poder circular por su territorio (o directamente los publica en forma de edictos). Otras veces deja atrás sus victorias, apresta su ejército y parte en busca de nuevas aventuras para sojuzgar otro rincón del mapa.
No todo es dicha en la vida del mercader, cuántas veces se habrá preguntado ¿Qué hago yo en esta ciudad desolada, en este pueblo fantasma, qué puedo extraer de este páramo yermo? Otras veces se somete a estadías prolongadas ante bucólicos paisajes sin obtener nada a cambio. No es raro que se quede sin dinero y tenga que escaparse de la ciudad dejando tras de sí un tendal de deudas. Tampoco puede explicarse por qué no regresa a aquel país donde tuvo tan buena estadía, tal vez tema encontrarlo cambiado, en verdad vive inmerso en la más completa incertidumbre. Pero ese es el precio para poder concretar sus “grandes negocios”.
Yo he sido, alternativamente, un Lector Conquistador y un lector mercader. Y en trance de elegir, prefiero seguir viajando, de ciudad en ciudad, pobre, algo perdido, pero a la espera de esa oportunidad que parece aguardar a la vuelta de la esquina.
Zedi Cioso
Etiquetas: Literatura, Micronsayos
6 Comentarios:
He sido, desde fines de mi pubertad hasta bien entrada mi juventud (es decir, durante toda mi adolescencia) un Lector Conquistador. Tras un período de indefinición bigámica, heme abocado a las transacciones que caracterizan al Lector Mercader. Así pues, puedo hablar con conocimiento de causa. Borges, como tantos otros (Sábato, por caso) solía encomiar la lectura por placer. Si no le gusta lo que está leyendo, déjelo. Es un buen consejo, por supuesto. Uno que caracteriza a la impronta mercantil que él preconizó, aún cuando aunara esfuerzos por agotar la reserva de gestas medievales germánicas en oferta (presunta actividad conquistadora). Voy a ejercer aquí una módica defensa del ímpetu conquistador. El Conquistador topa a veces con libros en los que no halla la inmediatez de disfrute con las que se topara otrora. Otras, la lectura es un ejercicio de masoquismo. Está bien. Vale la pena, él, ella, lo sabe. No hay el placer que el tendero valora por sobre cualquier otro mérito. Sí hay, sin embargo, la satisfacción del deber cumplido, del estar más próximo al cubrir una zona, a tomar definitivamente una plaza, a comprender más acabadamente un cierto tipo de literatura, a agregar en su cuenta personal otro logro que a su vez arroja luz sobre logros (libros) pasados. Quizás no de con el placer que otros ven en ‘Almas Muertas’, de Gogol. Pero, luego de su lectura, se ve más cerca de Dostoievski. Quizás crea que Schnitzler es un autor menor, pero ve cierta conexión entre eso y Musil. Y Musil claramente no es menor. Podrá no siempre haber placer en el Conquistador. Pero hay placeres que el propio placer nunca disfrutará.
Esta me parece una distinción peculiar, y por lo tanto, exacta.
Y por más que admiro y envidio muchas veces las virtudes del lector conquistador, me siento más cercano al lector mercader, aunque a veces, oh, debo confesarlo, me siento en la lectura como un mercader a secas, buscando la moneda más que el bien.
Esto, mucho me hace sufrir.
¿Y qué pretendo expresar?
Como en la fiebre del oro, o como el nabokov coleccionista de insectos, con un arma transparente, persiguiendo la quimera del sentido, hasta quedar ahogado en el propio sudor del cortocircuito, hasta el próximo itinerario.
Me encantó este post, está bueno pensar "que clase de lector es uno?"
No pude ubicarme en tu clasificación: lo único que sé es que sólo puedo leer lo que me da placer al primer impacto (ocvio que hablo de literatura, no de material de estudio)cosa que sí puedo hacer con la música, eso sí que está bueno: escuchar, escuchar,escuchar, simplemente porque HAY que escuchar eso porque es parte del árbol genealógico de algo que te gusta, escuchar, escuchar, aunque cueste al principio.
Bien Pailos, buena defensa del lector Conquistador, a quien no trato de menospreciar. Yo sólo digo que me prefiero en el rol del mercader, que me trae, en definitiva, más satisfacciones que el de Conquistador.
er, sus comentarios se parecen cada vez menos a comentarios y más a complementos indispensables.
Gracias por sus bonus tracks.
P de Pau, me alegro que el post te haya gustado y te haya hecho pensar. Hasta hace poco tiempo yo tampoco había reflexionado sobre qué tipo de lector era. Digamos que la idea me llegó más que nada por pensar en lo efectos de ese tipo de lectores que me habitaban.
Como escribí desde un estricto egocentrismo es más que lógico que no te hayas reconocido. Supongo que hay muchos lectores por cada lector. Será cuestión de encontrarlos.
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