El Mate Tuerto

"Se fingirá el saber que no se tiene."

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Nombre: El Mate Tuerto
Ubicación: Argentina

12 enero, 2007

Onetti es triste

Generalmente uno escribe sobre lo que lee. Así funciona el mundo. Yo me propongo escribir sobre lo que no leí. Me veo obligado, entonces, a exponer los motivos por los cuales no leí aquello sobre lo que, sin embrago, escribo. Diré más, los motivos por los cuales, si mis cálculos son correctos, no lo leeré jamás. Se trata de Onetti, Juan Carlos. Un hombre a todas luces feo que parece haber nacido viejo, o haber nacido para ser viejo en el mejor de los casos. Congelado para siempre en esa foto con antojos de carey, calva prominente y labios de sapo. De esos labios, gruesos y horripilantes, me parece ahora que se derrama una hiel que corre por sus comisuras y forma un charlo de espanto a sus pies, en el fuera de cuadro de la imagen.
Intenté leer a Onetti por primera y última vez en un viaje a Montevideo (sí, soy un snob, por supuesto, y tal vez ese vano afán de hacer coincidir el paisaje turístico con el literario esté a la base de más de un mal trago como este). Recuerdo que cargué en la mochila a falta de uno, dos títulos del célebre escritor uruguayo: los relatos compilados en el volumen llamado Tan triste como ella y la novela Dejemos hablar al viento, pero también se me coló como un alien el libro rojo de Entre Paréntesis de Roberto Bolaño, cuyos artículos me había prometido dosificar como si de glóbulos homeopáticos se tratara. Recién en el ferry de vuelta reuní valor suficiente para dejar a Bolaño de lado y meterme con Onetti (creo que ya tenía un mal presentimiento). Lo primero que encaré fue el relato “Un sueño realizado”, tal vez porque se llamaba igual que una novela de César Aira. Se trataba de una historia excelente, narrada con absoluta maestría, en el que una mujer montaba en un teatro la escena de un sueño recurrente para quitarse la vida sobre las tablas. Excelente, he dicho, pero que pesadumbre sentí tras leerlo. Todos en ese relato hablaban como si mascaran y escupieran las palabras, todos agobiados por el hastío de vivir. Bueno, ya pasará, me dije, y acometí “El 31 de diciembre” con un resultado similar: me sentí invadido por un profundo desasosiego. Como parecía que no había tenido suficiente, y como para redoblar la apuesta, decidí medirme con “El infierno tan temido”. Para qué. El horror, el horror. Tras leerlo temí no poder volver a amar a nadie. “Tal vez sean los cuentos” pensé y quise probar con la novela. ¿Que pretendía? ¿Arrojarme por la borda del barco? A la página 15 sentía náuseas, mareos, desgano, me daba lo mismo llegar a Buenos Aires o que el Buquebus se fuera a pique ahí mismo, en el medio del río. Lo que no me causaba el vaivén del ferry me lo provocaba, multiplicado, el pesimista universo de Onetti.
Entonces comprendí: si seguía leyendo me iba a morir de tristeza. Porque, como diría Menotti (la similitud fonética de los apellidos es, que yo sepa, pura coincidencia) “Onetti es triiiiste”. Y yo no quiero estar triste. Eso es todo. Bastante sufrimiento trae aparejada la vida como para masoquearme con esa espléndida prosa barranca abajo. Yo no puedo y no quiero ser “tan triste como él”. Dejo a otros, más valientes, más lúcidos, más realistas, el encargo de naufragar y ponerse a juntar los cadáveres. En lo posible, y sobre todo en lo imposible, en el imposible mundo de la literatura, trataré de ser feliz.

Zedi Cioso

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7 Comentarios:

Anonymous Anónimo dijo...

Quien dice Onetti dice Bergman. ¡Qué intragable que sos, Ingmar! Claro que sos genial, claro que leíste todo filósofo existencial habido y por haber, claro que sentís lo trágico de la vida y la angustia que corroe el alma. Claro que te admira Woody Allen, al que prefiero ochenta veces más, y claro que miente: el padre de Allen no sos vos. El exámen de ADN te dio mal. El papá de Allen es francés, es huérfano, y se llama Truffaut.

Empecé 'La liberación total', de JC. Sentí, una vez más, toda la admiración y envidia que las impecables páginas que los que son mejores que nosotros nos despiertan. Como Bolaño. A Bolaño lo leo, lo releo, y le rindo culto.
A JC, discretamente, lo oculto detrás de un florero. No vaya a ser cosa que me cague la velada.

12/1/07 23:16  
Anonymous Anónimo dijo...

Me gustó tu post, Zedi (aunque finalmente sí leíste a Onetti). Además te pinta de pies a cabeza: quien lee felizmente, felizmente escribe. Ya te lo dije, creo, de tu novela: una escritura feliz (si se me permite la categoría).
A mí me gustó todo lo que leí de Onetti. Y no se me hizo tan triste. Pero, bueno.
Alguna similitud entre el cuento de la actriz y el de la bailarina en su última pose? (El tuyo, o sea). Saludos pa todos. Cuando se van? Y como, ahora que no hay Dacia?

13/1/07 16:49  
Anonymous Anónimo dijo...

bueno, ZC, creo que es una lectura exacta de lo que puede producir un texto de JCO, y sin embargo yo, a pesar de todo, puedo rescatarlo para la escritura sin que se me quede tan pegado su ánimo.
Pero es así, ni más ni menos.

14/1/07 14:41  
Anonymous Anónimo dijo...

Loco, ZC buscaba roña. Me llama depremido, diciéndome: 'estoy triste; nadie me odia'. Por eso les pido, por eso les imploro: ¡onettianos del mundo, uníos contra este vil adlater de la felicidad, hundídlo con vuesa ignominia y angustia, sepultadlo con vuesa nostalgia incurable y palpitante desesperación! ¡No dejen que la rústica frivolidad gane el terreno que con tanto esfuerzo han merecido!
(De paso denme el gusto a mí, que quiero entrechocar puños con otro que no sea Cioso.)

14/1/07 22:12  
Anonymous Anónimo dijo...

mp, tiene toda la razón, para los felices del mundo, entonces, una buena dosis de paul auster, y a jco no se le arrimen, gracias por iluminarme.

15/1/07 02:33  
Anonymous Anónimo dijo...

Gracias, Pailos. Si ud. no reaparece no sólo no tengo nadie con quien pelearme sino que tampoco tengo nadie que me mande al frente con los lectores.
(prometo seguirle escribiendo posts porque "sin embargo" secretos.

Vero, se le permite eso y mucho mas :) Acepto lo de escritura feliz y me hago cargo: sólo quiero que me amen. Y no sólo leí a Onetti sino que releí los mismos relatos antes de redactar este post y descubrí que eran aún mejores que en la primera lectura (y aún más tristes también). (lo del 50 aniversario de "El infierno tan temido" fue pura coincidencia. No había pensado en mi cuento, pero puede ser que haya una secreta afinidad.

er, tal cual, usted es el valiente explorador que logra aventurarse en las aguas profundas de la angustia Onettiana y volver para contarlo.

Y al Pailos buchón, bue, que se le va a hacer: sólo quiero que me odien.

15/1/07 23:14  
Blogger Confundido dijo...

Excusame Onetti, excusame…

Parecería (ciertamente lo es) una grosera pretensión intentar un decir sobre Juan Carlos Onetti a no mas que tres encuentros con su obra. “El pozo”, al que arriesgo sin duda será lo mejor que siempre podrá ofrecernos -juego a ello una vasectomía con la alegria de saber que de perder la apuesta encontraría regocijo en lo mejor de la narrativa latinoamericana-, “Cuando ya no importe” al que siempre se le hará una lectura desbocada tras leer su primer párrafo (una hermosa extensión de la palabra desarraigo), y “Juntacadaveres” ultimo grato encuentro del que ya de su final han pasado dos días y ha dejado tal motivación que ahora intento estas líneas. Siguiendo con mi grosera pretensión intentare excusarla en una conversación que me ha obligado a lanzarme (puede ser un salto al vació y sin parecidas, pero a esto lo mueven uno los pequeños afectos construidos) a decir algo sobre Juan Carlos. Compartiendo líneas de “Juntacadaveres”, se vino sin mas ni mas mediando una nocturna conversación un comentario de este tipo:
-Sus personajes son unos conformistas, y su literatura, una literatura del decaimiento, de una calidad narrativa excelente, evidentemente, pero de unos efectos catastróficos.
Recibí este comentario como una bomba que te estalla a tres pasos y a la que no sabes con que argumentos responder frente al aturdimiento. Esto me ocurre de manera general simple que me hacen el comentario de un autor por el cual siento gran aprecio (que aun no he sabido como hacer para que no termine en devoción). No soy un ilustrado por lo cual no tengo recursos literarios de donde echar mano, pero hacer una defensa para argumentar el criterio y la calidad de un escritor desde la emotividad y el gusto que me genera me parece una vulgaridad. Así que intentando conciliar la ignorancia con el raciocinio intente la respuesta:
-Puedo aceptar, como se acepta a la gravedad, es decir de manera innegable, la afirmación de los efectos catastróficos, y comparto como es evidente la afirmación del merito de su escritura; pero la palabra conformista, con la cual tildas sus personajes, me afecta los güevos.
-Observa simplemente a Larsen; en sus múltiples apariciones es como si quisiera espabilar cualquier intento de afecto que llegara a su lado.
- Los personajes de Onetti saben reconocer su estado; saben responder frente al desasosiego. No toman tal estado como un paso transitorio a la sonrisa siguiente, al cual haya que darle prisa y no entregarle reconocimiento. La tristeza y el abandono no se eligen, por lo cual el conformismo no cabe por no haber alternativa hacia la cual dar el paso. Solo se es conformista cuando teniéndose alternativa, se permanece en un estado indeseable… No me siento cómodo para hacer alguna defensa (no la necesita) porque te estoy hablando desde la predilección de ese estado de felicidad, desde ese punto del que Onetti supo desprenderse (por el cual no se niega a pasar pero se rehúsa a pretender permanecer), con lo cual pudo lograr su literatura. Fuera de eso nadie sabe reconocer y ser tan sensible al afecto cuando este se presenta, para no pensarlo ni requisarlo a su llegada, como Juan Carlos a través de sus personajes; o no recordas aquellas líneas de “El Pozo”:
“El amor es algo demasiado maravilloso como para que uno pueda andar preocupándose por el destino de dos personas que no hicieron mas que tenerlo de manera inexplicable.”
Esas líneas como otras, me habían conmovido desde su primera lectura (y amarrado en mi memoria de tanto recitar), y sirvieron sino para encontrar una empatía en las opiniones, para motivar algún buen recuerdo, con cual lo cual me dio entre su sonrisa y silencio, tiempo para preparar mi ultima arremetida.
-Lo que tiene Onetti por delante es la vida completa, esa, la de inodoro y mantel con velas, que no se corta ni se edita, a la cual sabe agradecerle el beso y el bofetón, y a cada cual componerle a gracia de moverle el sentir, sus necesarios párrafos.
Recordando ella que esta conversación había surgido animada al término de mi, nuestro, tercer encuentro con Onetti, Juntacadaveres, decidió cerrar:
-Tres cartas no son suficientes para jugar al poker, así que espero encontres los dos volúmenes de sus cuentos completos y podas volver a pasar por aquí, que ya creo, animando otra noche, sabremos compartir.
Yo por mi parte después de que se fuera quede con algo más por decir. En Juntacadaveres reincidió Díaz Grey, emblemático personaje Onnetiano (y aquel que lleva mi favoritismo absoluto por su desinteresada y contundente opinión), esta vez intermediando por momentos como mensajero en una disputa movida por intereses de dar vida o no a un prostíbulo en la no menos enigmática ciudad onettiana de Santa María. Tras una discusión en el propio prostíbulo entre Hensen y Marcos, promotores ambos del pro y contra, en la que buscaron ambos la aprobación Díaz Grey para sus opiniones debido al respeto que le tenían, este decide salir y mientras camina bajo la noche sanmariana divaga:
“Saber quien soy. Nada, cero, una compañía irrevocable, una presencia para los demás. Para mi, nada. Cuarenta años, vida perdida; una forma de decir porque no puedo imaginarla ganada. Algunos recuerdos que no es forzoso que sean míos. Ninguna ambición colocada fuera del día siguiente. Hay sentimientos de amor, solidaridades con paisajes, luces, cielos, bestias, vegetales, niños, gente que sufre, actos de bondad, mujeres jóvenes y graciosas. Tal vez convenga no hablar de sentimientos, sino de impulsos de ternura, breves, satisfechos por si mismos. Este que está sentado en este banco: nadie, para mí.”
Mientras la pluma tambalee y no alcance a ser lo suficientemente parca para no embadurnar terriblemente las líneas, tomare a préstamo (como no estar tentado) tus líneas Juan Carlos, para intentar decirme. Finalmente la palabra propio es la mas extraña a su esencial naturaleza.
Antonio

25/2/07 13:13  

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