El genio del Dub
Ese día
cambió mi vida
Ese día
supe que coexistía en la misma dimensión que Martín Dubini
Era un día
cualquiera del que no esperaba nada, como suelen ser los días en los que algo sucede. Me había agendado una lectura
para combatir el ennui del viernes a
la noche e inventarme algo que hacer. Fui solo, contra mis costumbres,
esperando encontrar algún vecino del pueblo chico de la literatura y, en
efecto, ahí estaba Cecilia Eraso con un amigo suyo al que yo no conocía y que
resultó ser Diego Cousido. La noche, contra todo pronóstico, se puso buena,
había mucha atmósfera: me acuerdo que Jaramillo hizo una Jam Sesion con un
violero que le punteaba los poemas. Yo fumé una droga poderosa y al rato
estábamos inventado con Eraso la historia de un vampiro criollo que chupaba
morcillas como si fueran naranjús; pero nada me había preparado para lo que
venía. De pronto las luces se apagaron, sobre una pared empezaron a proyectar
la imagen alucinógena de una bola de espejos sobre un piso luminoso de un club
dance de los setentas y en ese momento atestiguamos la aparición de un Objeto
Literario No Identificado.
Dubini leía
“Borne” y Borne era el amor, Borne era el deseo, Borne era la neurosis Borne
era un dispositivo de retórica high tech programado para producir vibraciones
de alta frecuencia en los neurotrasmisores de su audiencia. Aunque podía ser la
droga, podrían ser mis sentidos aturdidos, mi entendimiento obnubilado. Pero Dubini siguió con una lectura completa
de Barry Dreams y ahí supe que Dubini se había manifestado, que Dubini existía,
que habría que vivir con Dubini por los siglos de los siglos. Es cierto que en
las figuritas Cromi de escritores tiene Perfomatividad: diez mil, pero había
algo más en esos textos que leía. Lo
miré a Cousido buscando una complicidad, un guiño, una confirmación y Cousido
me devolvió una epifanía extraordinaria:
_A este
tipo la literatura le queda chica, me dijo, está para la Tele.
A la salida
de esa lectura abordamos con Eraso un
taxi que manejaba un chofer obeso y pelado que decía haber estudiado en el
Tïbet con los cuatro maestros del Tantra (uno por cada punto cardinal, o por
cada color primario, no recuerdo) y que era una encarnación de Buda en la
tierra o un demente peligroso y Eraso no me deja mentir y yo pensé “ya hemos
estado expuestos a las radiaciones de Dubini, como si fueran rayos gamma y
ahora sus efectos empiezan a sobredeterminar la realidad”
Y sí, quise
que el mundo compartiera mi dicha. El mundo, en este caso, es Matías Pailos, a
quién llamé y le dije “Tenés que leer esto” y le pasé el link de Agencia deControl, el blog de Dubini. Y Matías no sólo leyó, sino que se hizo tan
fanático que bajó los post a su computadora, se los imprimió y andaba por todos
lados con su pequeño Dubini ilustrado todo escrito y comentado, pero eso mejor
que lo cuente él. Con Matías nos fundimos mentalmente en el metal líquido de la
escritura dubinesca y fundamos de inmediato el Fans club de Martín Dubini cuya
primera cláusula de su nunca materializada acta de nacimiento rezaba:
“Exigimos
la inmediata publicación de los textos firmados, producidos, bocetados,
esbozados e imaginados por Martín Dubini” así que Gracias Chinatown por hacer
nuestro emblema realidad.
Si tuviese
que racionalizar mis impresiones y decir por qué me gustó, me gusta, me gustará
tanto lo que hace Dubini diría que tiene una cualidad que muy pocos escritores
ostentan: se reconoce en una línea. Su prosa es tan buena que puede prescindir
de la excusa de una fábula, se puede dar el lujo de arrancar por cualquier lado
y dar vueltas, rodeos hasta encontrar algún motivo para seguir adelante; la
historia es lo de menos frente al espectáculo de esa escritura y en esto me
recuerda al Lamborghini de “El ex–Galewsky en la pesada”, “Sonia (o el final)”
o “Las hijas de Hegel”; quiere un loop hermoso del destino que ambos publiquen
su primer libro en una editorial con el mismo nombre.
Otro
detalle que me llamó mucho la atención esa noche en que se me reveló Dubini fue
su forma de pararse mientras leía. No se paraba como una persona normal, con
las piernas juntas o algo separadas y rígidas sino que las separaba a la
distancia de un ancho de hombros, flexionando levemente la pierna de apoyo y
concentrando toda la fuerza en su abdomen. Solo la gente que ha pasado por la
instrucción de las artes marciales aprende a pararse de esa manera. De modo que
no me sorprendí tanto cuando me enteré que Dubini era un practicante avanzado
de Kung Fu.
Como
cualquiera que haya visto una película de Kung Fu, desde Los maestros secretos del templo de Shaolín a Kung Fu Panda, sabe, este
arte marcial chino es esencialmente mimético: se trata de observar los
movimientos de los animales y adaptarlos y adoptarlos para dar golpes y
evitarlos. Pues bien, Dubini ha incorporado los movimientos, digamos los giros
retóricos de animales de muy diferente naturaleza lingüística, desde el
posestructuralismo francés al doblaje neutro de series norteamericanas de la
década del setenta pasando por papers académicos y memorándums burocráticos y
ha usado su fuerza contra ellos mismos, es decir, la a puesto a favor de su
escritura.
Dubini practica una Literatura Kung Fu.
La clave
del kung fu es el equilibrio, aún en las posturas más extravagantes el artista
marcial debe conservarlo por eso la escritura de Dubini golpea cuando tiene que
golpear y protege sus zonas débiles cuando debe hacerlo. La mímesis en el Kung
Fu no tiene un objetivo estético o cuanto menos esta función es secundaria,
supeditada como está a la eficacia del ataque y la defensa por eso Dubini no
imita una lengua cualquiera sino que la re-crea, concentrando todo el poder
para el momento de dar el golpe, su prosa, su poesía, yo no las distingo así
que diré: su escritura es de piedra cuando se repliega y fluye como el agua cuando
ataca. Dubini toma de acá y de allá para extrañar una lengua que ya no se
reconoce en sus lugares comunes sino que se abisma en ellos, Dubini le da una
forma nueva a la lengua y por “Forma” justamente, se traducen al castellano los
movimientos con los que los maestros de las artes marciales practican al
amanecer sus movimientos en absoluta soledad; hasta hacerlos suyos: la forma de
la Serpiente,
la forma del Tigre, la forma del Dragón,
La Forma Dubini.
To be continued...
Ariel Idez
(Texto leído en la presentación de Glosario Privado de Martín Dubini el 17/5/2013 en Naranja Verde).
Bonus Track: un poema de Dubini
(pibe en estado de poder)
nota al pie de Borne
Ey, Borne
viste un núcleo de poder de facha caminando por ahí
una especie de meteorito de facha sin fin
era yo
sí.
Eso que viste al principio -lo que te encandiló-
eso se llama "luz de facha"
es algo que me pasa desde siempre
nací con este problema
es una enfermedad que tengo, rara, incurable
el nombre clínico es "facheromal"
lucho día a día con esta condición
creo que la llevo con altura.
Bonus Track: un poema de Dubini
(pibe en estado de poder)
nota al pie de Borne
Ey, Borne
viste un núcleo de poder de facha caminando por ahí
una especie de meteorito de facha sin fin
era yo
sí.
Eso que viste al principio -lo que te encandiló-
eso se llama "luz de facha"
es algo que me pasa desde siempre
nací con este problema
es una enfermedad que tengo, rara, incurable
el nombre clínico es "facheromal"
lucho día a día con esta condición
creo que la llevo con altura.