El Mate Tuerto

"Se fingirá el saber que no se tiene."

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Nombre: El Mate Tuerto
Ubicación: Argentina

29 junio, 2006

Escritores de escritores II

Hacemos público el comentario de Mundo del Cinismo que amplía eficazmente la biblioteca virtual de los escritores de los escritores.

Trout, Kilgore (Desayuno de campeones y otras): desaliñado, demasiado desaliñado; publica (tal vez demasiado -y nada no demasiado bueno) y en un mundo más justo tendría que haber servido a (todos de pie) Kurt Vonegutt para conseguir el Nobel que sí le entregan a autores más políticamente correctos.

Bendrix, Maurice (El fin de la aventura): hablando del Nobel, dicen que Graham Greene nunca lo obtuvo, entre otros motivos, por haberse cogido a la esposa de un miembro de la academia sueca. Bendrix es tan cínico como el mismo Greene, publica sólo para pagar deudas (otros tiempos...) y no se define entre el qualité y el pulp.

Zuckerman, Henry (La mancha humana, Trilogía Zukerman y otras): autor lo suficientemente consagrado como para, llegada la senectud, optar por el aislamiento de los círculos literarios en pos de la camaradería con el hombre promedio. Experto en arruinar matrimonios (propios y ajenos), humillar mujeres y, de paso, ya que estamos con el Nobel, hacer de Phil Roth otro eterno candidato.

29/6/06 12:57

28 junio, 2006

Escritores de escritores

Bill Gray: personaje de estatura mitológica para el universo de lectores mudos que constituye el trasfondo de ‘Mao II’, novela de Don Delillo en la que a Bill, a la altura en que topeteamonos con los hechos que el libro pesquisa, ninguno de sus protagonistas ensalza particularmente. Bueno, a excepción de Brita, y solo al principio. Borracho consuetudinario (de lo que se implicatura que: acomete ocasionales trances de abstinencia), es el paradigma del escritor profesional que vive para escribir. Y fracasa en el intento. No porque no escriba: lo hace a raudales. Eso conjuntamente con planos, esquemas, representaciones cartográficas, investigación acerca de asuntos infrecuentes o exhaustos, todo. Como escribir es su trabajo: vive para trabajar. Pero, autoexigente fuera de borda, le acaece hacerse acreedor al síndrome Rulfo: ya no publica. (Me corrijo. El síndrome Rulfo es peor: ya no se escribe. Ya sé: Monterroso puso en circulación un cuento en que se lo trajea de Rulfo de zorro astuto precisamente por esta actitud. Estoy a favor del cuento de Monterroso, estoy a favor de Rulfo, estoy en contra de la actitud Rulfo. Mejor Kafka: publíquese o no, siempre se escribe.) Paranoico, al menos receloso de sus lectores, vive enclaustrado en el medio de un paisaje rupestre. Suerte de sucedáneo de Pynchon o Salinger en más de un aspecto. Y acá aparece el primer aspecto de este inventario: no es un evidente trasunto del autor.
Jordán: el maestro del protagonista de ‘La mujer del maestro’, de Guillermo Martínez. (De quien, en algún momento, había ingerido la obra completa.) Este sí publica, pero no aparece prácticamente en toda la novela. La mujer está fuertísima, y él es todo un langa, aparentemente. Ah, me olvide mencionar que publica seguido. Y, siguiendo la imposible línea de conducta que por largo, y largo tiempo, caracterizara a Bowie, varía de libro a libro. Varía de tema, varía de tono, de registro, recursos, de estilo. De voz también. (Primera pregunta: ¿son claramente discernibles ‘tono’, ‘registro’, ‘estilo’ y ‘voz’? ¿Sí? ¿Cuáles son los argumentos que avalan esta respuesta? Segunda pregunta: ¿puede un autor cambiar continuamente de ‘voz’? ¿Puede ejemplificar más de una ‘voz’? ¿No? ¿Con qué argumentos se sostiene esto?) Además: retoma asuntos clásicos, mitos contemporáneos y les aplica la famosa ‘vuelta de tuerca’ (el clásico golpe Titanes en el Ring de los artistas). Segundo aspecto del inventario: no hay primera persona para el escritor.
Hans Reiter: el Dios detrás de Dios en ‘2666’, de Roberto Bolaño. Parece haber llegado a la literatura medio de casualidad, parece poder perfectamente pasarse plenamente (basta con las ‘p’) sin literatura. Sin hacer, sin leer. Un escritor radicalmente alejado del mal de Montano: estar enfermo de literatura. Un héroe de acción. Un héroe de nuestro tiempo. Vamos: un tipo que le tocó actuar y actuó. Ni muy heroicamente, ni tan cobarde tan. Que puede pasarse la vida sin actuar. Tercer síntoma de los ejes de este inventario: el autor está casi tan alejado del escritor como nosotros los lectores. Hay curiosidad en el autor por el escritor, la misma (o suficientemente similar) a la que tenemos los lectores. Cuarto aspecto: hay cierto deber ser en ellos con respecto al autor. Mmhhh… Hay cierto mirar al autor desde las alturas, o al menos desde unos peldaños más arriba. Mejor, pero todavía no… Hay cierta cosa de padre… no tanto. De hermano mayor (Jordán es más padre; Reiter es más hermano mayor –no en el sentido orwelliano) en los escritores. A fuer de ser honestos: ¿por qué estas notas sí, por qué, por ejemplo, el protagonista de las novelas de Henry Miller no encaja acá? Esta es una lista de mi gusto por estos personajes. ¿Por qué me gustan más estos? Acá vendría bien que yo ofreciera una respuesta.

Matías Pailos

27 junio, 2006

Caminos Cruzados

  • El próspero empresario industrial y novelista de tiempo libre, Italo Svevo desea aprender el idioma Inglés para ampliar las perspectivas de su negocio. Contrata como profesor a James Joyce.

  • James Joyce tiene la vista seriamente afectada y resuelve contratar un secretario: Samuel Beckett.

  • Cercado por el avance de los nazis, el filósofo Walter Benjamin se ve obligado a huir de Francia, donde se hallaba refugiado tras su huida de Alemania. Le es imposible llevar consigo las miles de páginas que conforman su obra cumbre “El libro de los pasajes”. No le queda más remedio que confiarlas a un gris empleado de la Biblioteca Nacional: un tal Georges Bataille.

  • César Aira tiene ocho años y corre por las calles de Pringles la cuadra que lo separa de la casa de su mejor amigo de infancia: Arturo Carrera.

  • Es medianoche a fines de los años cincuenta, pero para Borges da lo mismo porque ya habita un reino de sombras difusas. Camina sólo por una calle vacía, no lejos de su casa sobre la Plaza San Martín. Un extraño que cruza grita unos pasos después a sus espaldas ¡BORGES! Borges se detiene de golpe.

_Aquí Gombrowicz, dice el desconocido sin dejar de darle la espalda, y se marcha a paso lento.


Zedi Cioso

Gracias a:

1. El que se embutió en la misma camiseta hedionda de sudor rancio.
2. El que llegó tarde
3. El que llegó a tiempo
4. La que no lavó la bombacha
5. El que le robó la frazada al abuelo y se envolvió con ella
6. Y el que se puso los pañales del abuelo de sombrero
7. La que dejó entrar al cachorro que te comía los cordones.
8. Los que se cambiaron de asiento justo a tiempo.
9. El que lo vio parado.
10. La que se quedó sentada.
11. El que se fue a fumar al patio
12. La que soportó dos horas en cuclillas en pose de prender la estufa
13. El que compró 13 facturas
14. La que cebó mate con agua hirviendo
15. El que no probó bocado.
16. La que se la pasó avisando del inminente gol del rival para que surtiera el efecto contrario.
17. El miope que se puso los anteojos rajados
18. El que bajó el volumen y sintonizó el relato de Victor Hugo
19. El que se tocó las bolas
20. La que se tocó las tetas

Pasamos a cuartos de final del mundial. Contamos con todos ustedes para seguir avanzando y pelear por la Copa del Mundo en la final.
¡No aflojen!

El Mate Tuerto

18 junio, 2006

El corredor

Imaginen un día como cualquier otro. Un día como cualquiera de los últimos, pongamos, cuatro años. En ese día, uno cualquiera, yo, el protagonista de esta crónica, muda de ropa, elonga, calza su walkman y emprende carreras circulares frente al Río de la Plata. Pasan los temas. Pasan los diálogos y debates entre conductores radiales y sus escuderos. Y pasa que el tema me atrapa y empiezo a tararearlo, a cantarlo y gritarlo en mi mente, o el tema me atrapa y comienzo a deslizar una primera impresión acerca de él, lo que deviene en una cadena de razones, en una sucesión de problemáticas que se empujan en desorden. O el tema no me atrapa y empiezo a pensar en otra cosa, o el tema no me atrapa y comienzo a pensar en otra cosa. Y me voy. ¿Me evado? Me voy. Y cuando me voy, cuando me evado, cuando la vida de mi imaginación copa la parada de mi conciencia, soy el cantante, soy el guitarrista, soy el baterista e incluso en bajista de la banda que ejecuta el tema en cuestión. Franqueo la península a la que desemboca la salida de Melo, con sus dos aletas de ballenas incrustadas en su centro geométrico, en su monumentística condición posmoderna y soy Bowie, Jack White, Ray Davies frente a 5000, frente a 100000, frente a veinte borrachos. Canto, y en ese escorzo de mi imaginación tengo oído musical, logro entonar, logro desmarcarme del perpetuo falsete, y emociono. Las hordas se conmueven con mi canto, y soy Orfeo redivivo. Atravieso el anfiteatro Arturo U. Illia, incrustado en el polo de atracción de la segunda península, la última antes de capital, y franqueo la frontera. Estoy en un centro recreativo llamado Parque de los Niños, y como soy muy piola se me instancian al instante innúmeros retruécanos de tema pedófilo. ¿Soy Bowie, soy White, soy Davies? Ahora soy yo. Yo, el nuevo gran músico nuevo, la nueva estrella en el firmamento rockero. Estoy cantando un cover (he grabado discos, he grabado temas nuevos, pero para despuntar el estoque de mi aptitud de intérprete, me aboco a las piezas ajenas, a las mejores de ellas). Detrás de las paredes, que ayer se han levantado con la ayuda de los plomos, aparece Bowie, White, Davies y cantan conmigo y señores: de pie: su majestad: ¡Da-vid Bo-wie (/Jack White/Ray Da-vies)! ¿Qué hago? Estoy corriendo más lento. A la vera del Río, con Ciudad Universitaria de fondo, estoy corriendo más lento. Acelero y todo se desvanece menos la estrecha bicisenda de cemento, menos el Río, el pasamanos, Retiro brumoso a lo lejos. Poso mis ojos en el horizonte de Retiro y acelero. ¿En qué estaba pensando? Condescendiente, me digo. Inmaduro, condesciendo. Pendejo, inmaduro. Acelero, y corro, y la bicisenda bajo mis pies me devuelve a la radio, al tema, y me atrapa o no lo hace, y una pelota que se escapa de los pies de un infante me da ocasión de correr a patearla simulando desdén, concentrando todas mis capacidades futbolísticas en lo que debe ser un ligero punteo a desgano, y es lo único que importa en ese momento. El chico llega antes, y lo maldigo. Maldigo a él, a sus progenitores, a toda su estirpe por los años que van desde que no logro formar parte de un partido en serio. Supongamos que ese día cualquiera en el que voy a correr es uno cualquiera de hace, pongamos, dos años atrás. Falta mucho todavía para el Mundial. El técnico puede ser Pekerman, puede ser Bielsa. Para el caso da igual. Para el caso en que, colijo, si lograra jugar un partido, si justo la rompiera en ese partido, si casualmente un hombre con llegada dentro de destacado equipo se emperrara en que tomara una prueba, y si yo la tomara, y si quedara, y se comenzara a jugar, pongamos, en Vélez (soy de Independiente), y si la rompiera en Vélez, si me convocara Bielsa, si me convocara Pekerman, si justo llegara a la última convocatoria, si la descosiera en el último amistoso, si marcara, desde el banco, uno, dos goles, si justo se lesionara un delantero, justo Cruz, justo Figueroa, justo entrara, si justo destacara en las prácticas, si justo tuviera que entrar, por lesión, por necesidad, unos minutos en el partido debut, si justo metiera uno, dos goles, si en el segundo partido metiera justo uno, dos goles, si siguiera así hasta la final, en la que justo metiera uno, dos goles, si justo nos expulsaran a uno, dos compañeros, si justo bajara a jugar de ocho, si justo los alemanes revirtieran el resultado, si justo tuviera una contra y justo me sacara un tipo de encima, si justo arrancara un zapatazo desde tres cuartos de cancha que justo se clavara en el ángulo, si justo terminara el partido, si justo fuera campeón del mundo, si justo levantara la Copa con todas las cámaras, todas las miradas, todas las personas fijas en mí, el centro del Universo. Termino la tercera vuelta. Tengo que terminar el paper. Tengo que preparar la clase, tengo que leer el artículo. Tengo que y tengo que de acá, de allá y de acullá. Ordeno mis deberes, repaso mi ordenamiento, me demoro en los deberes. Ya despunta, en la vuelta final, la ansiedad: tengo poco tiempo. ¡Mierda! ¡Si tuviera más tiempo…! ¿Cómo tendría más tiempo? Si tuviera más dinero. ¿Cómo? Si terminara la novela, si la presentara a este premio, si ganara y fuera editada. Si escribiera otra novela, más extensa, más voluminosa, más total. Si me ofrecieran comprar los derechos, si me ofrecieran editarla en España, si me sugirieran presentarme al Herralde. Si me presentara, si pasaran las etapas selectivas. Si ganara el Herralde. Si ganara el Herralde. Si ganara el Herralde me moriría. Recuerdo deshilachadamente la anécdota de Pauls, la conversación con Jorge Herralde luego de ganar el Herralde, que Herralde le dice, frente a una colección completa de todas las colecciones de Anagramas: sírvase. Y me imagino a Pauls con un changuito de supermercado, hincando la mano como una cuña en los estantes, llenando el carrito. Me imagino en una sala llena, en un anfiteatro como el Arturo U. Illia, en gente mayor de frac, en un Herralde que menta mi nombre, en una tanda de aplausos y me imagino a mí entrando y tímido, haciéndome el gracioso, abandonándome a un discurso que es un cúmulo de razones que se empujan en desorden. Vanidad de vanidad y toda vanidad, claro. Recuerdo a Bolaño, entonces. Recuerdo que decía algo así como que a quien todavía creía en la inmortalidad literaria daba ganas de abofetearlo, y después abrazarlo, pobrecito. No decía literalmente esto, claro. Para nada decía esto, pero igual me veo abofeteado por Bolaño, me veo poniendo la otra mejilla para volver a ser abofeteado por Bolaño, y por una causa en la que ni siquiera es la mía. ¿Qué hago pensando en estas giladas en lugar de estar escribiendo? Solo importan escribir. Solo importa escribir, no importa la recepción, buena o mala, una o nula. No importa si importa escribir. Si se escribe, no importa. ¿Qué hago que no estoy escribiendo? Atravieso el puente y me devuelvo a provincia. Corro, acelero, pico y pico. Antes de abandonar la vera del Río paso por el lugar. Recuerdo haber sido feliz abrazando a una chica mayor que yo, devorando brownies. La maldigo, la extraño impersonalmente, y proyecto qué sería vivir eso con otra chica. Esa otra a veces tiene rostro definido, a veces no. Me demoro retocando los detalles de ese escenario, me demoro procurando forjar una emoción, así, como una maniobra intelectual más. Pasa un culo y el sueño deviene fantasía sexual. La carrera dificulta la prosecución de la fantasía, y de todas formas el sexo me devuelve a lo concreto. Dejo el Río y completo el recorrido espiralado. Estoy de vuelta en casa.
Valga todo esto el día en mi rodilla constata que estaré por un tiempo alejado de las pistas. Valga todo lo dicho en las vísperas de lo que iba a ser mi primer partido de fútbol en años.

Matías Pailos

12 junio, 2006

El Enano Más Sexy Del Mundo

_Paso.
_Voy.
_Paso.
_Paso.
_Yo también paso.
_Yo doblo.
El enano más sexy del mundo mostró su juego: Póker de Ases. Recogió el dinero. Pelolos a los peleles del póker. ¿Tramposo el coso? Para nada. Técnica infalible: no sabía jugar. Dicho mejor dicho apr(h)en-Dió de la tele y las películas. Nada de nada. No dominaba. El arte de las cartas nacaradas. Tele y pelis: telendizaje. Así noaprendió y domina la partida ¡Póker de Asses!
Abandona, forrado en biyuta, el enano más sexy del mundo, la pokería, después de recogerle a los pelhambres hasta sus últimos cobres descoloridos. Sale a la calle y sedosos se ondean sus lacios castaños bellos cabellos. Lo llaman: Martha, Sandra y Adriana. Le dejan mensaje: que se las trabaje. Hasta pasada la madrugada. Mas duda ElE (L) en aceptar (dar okey) a la jarana (Martha y Sandra + Adriana) Forrado en biyú hasta acá de falso brillo. No lo llama el por dinero (yaaestas horas) andar revoloteando el calzón-cillo. ¡Pum! ¡Pum! ¿Quién es? Soy el que yohoy “Adelante Dante” Pasa. Sesienta ergo, piernas cruzadas sobre un almohadón de verde fina aterciopelada pana verde pana. Martha, Sandra y Adriana carician sus hedosos helos hacios hastaños. A-doran como al ídolo adalid del goce y la líbido al enano más sexý. Elogian la elongación de su perfume natural, admiran su metro veinte de absoluta masculinidad (másculino que cabecino, ejem) ¿L nano? Para nada. Mide stándard. No destaca. La medida de su itaka. Es sexy (el más del mundo) y con eso basta-para untar la blanca pasta- Ah, Ah, Aaaaah tendidas y ex-tasiadas: Martha, Sandra y Adriana, ele más del mundo se marcha (colorada, sí, un poco, y machucada la estándar). A ah andar sin pausa. 8 de la mañana 3 días sin alba. Sin duermecama. Y una leve tara de la papa. Ya en la calle alguien lo llama.
_¡Dante!
Gira en lenta cámara su cabeza para el mejor refulgir de sus blondos blandos castaños al semisol de julio.
_¡Dante! Menos mal que te encuentro.
Se trataba de su amigo, confidente, fiel compañero de aventuras: El Típico Puto Nazi.
_¿Qué hacés? Tenés la jeta marcada. Contestó ele nano.
_Es que me comí la balaustrada.
_Aceite de glicinas, yo recomendaría.
_No tenemos tiempo, rápido deberhemos marcharnos.
_¿a dónde?
_A donde cagó el Conde.
El conde yacía tripabierto sobre el trono: un garco trunco culpa de un puñal malevo. Un trozo de tereso atesoraba, pendular, adosado al culo, no-cayente. “Cruel y con cizaña” definió sagaz el enanoanalítico más ex Y del mundo “No lo dejaron terminar de cagar en paz”.
_¡¡¡Vengalo, por favor, enano, vengalo al Conde por lo que más quieras!!!
_Sáquenme a esta histérica del orto.
Entre varios contuvieron la contoneante crisis nerviosa de la Drag Queen mejor conocida como Etapa de Bowie, íntima del Conde y la Condesa.
_¿Y la Condesa? Inquirió al boleo E.E.M.S.D.M.
_LA CONDESA SALIÓ A LAS CINCO. Contestaron todos a coro
_Entonces cagamos la fruta.
_¿Por qué?
_¿Por qué?
_Por qué?
_¿Por qué?
_¿Por qué?
Ahora de a uno.
_Nim porta, olvidensé... ¿Cinco de qué? Repreguntó el en-ano.
_A.M.
_De la mañana.
_Al Alba.
_Al aclarar la mañana.
_Ni idea.
Ahora cada uno su libre versión.
_¡Acción! Gritó el enano halos presentes y esputó sus órdenes espúreas.
_Papa: quedate acá. Buscá pistas. (Sí Hijo Mío)
_Luis: luiseá. (luisiluisi)
_Blanca La Casta: trancá la pata, rasgá las pardas vacas y comprame una caja de clichés: Adams. (La chala cara abarata la papa)
_Típico Puto Nazi: Vení con migo (Sííííí)
_Etapa de Bowie: ¡Andá ‘ certe coger! (A tus órdenes)
Una vez distribuidos en la citadina urbe indagaron hasta casi con certeza recons-truir el reco hórrido de laconDeza (esposa del Conde: pareja milanesa: poca carne y mucho huevo: activos a la fuerza) Condesa cornetera se entregó al joyero mersa: Marcos Zúcker zúckero zemen le in-yectó; le abyectó el zumo azucarado marca Zúcker pazados los zetenta zí, maz prototipo que el propio tipo construyó como maquínico erectante hidráulico inyector zuckerzemen dosificó atoor-nillado al toor de la Cond-esa (sí, con ésta, no). Y todo el deszurcido a cuenta de unos zucios zafiros azulados.
_A la joyería de Zúcker. Gritó el enano más ex sí del mundo. (Sarabarabarabará –musiquita de Batman mediante-)
El Típico Puto Nazi cuando entró cuando vomitó cuando Zúcker cuando vio cuando lo que le hicieron. Muerto es poco: indescriptibles criptográficos tormentos acriptaron al Zúckerhoyero.
_Pompa es poco. Acá se apiponaron de muerte, jodijo a modo de responso, bienvenida y final salutación el enano del mundo más sexy. Acto seguidoordenó:
_Busca el heliograbado.
_¿Lo qué?
_El catalejo astral.
_¿Lo qué?
_El espúreo instrumento.
_¿Lo qué?
_(Ya harto) El maquínico pingo-rector, pedazo de boludo.
_Ah, ora sí.
Entre tripa y tripa tripartita el Típico Puto Nazi hallóse frente al pingo rector. El afila chulos. El chotoelevador. El tentempié. El vuelvenvida. El envidia de los maltrechos. El ¡Leguisamo sólo nomás!
_Dante... no me digas que vos...
_Dame eso. Arrancóle al Típico el instrumento Dante de la mano y en su mano lo sostuvo a mirarlo sin disimulo en el culo (del Típico Puto Nazi, confidente y, por demás, amigo) lo probó. ¡Ay! Gritó del dolor. “Pero si te has comido más grandes grande amigo” “Sucede que ese aparatejo es incisivo, en el quirúrgico sentido” “Ahá, lo que sospechaba. Hay que hallar a la Condesa antes de que le hagan la cesárea del sorete”. “Sor Ethel nos ayudará”
_En la capilla, bajo el púlpito escondida. Confidenció Sor Ethel, de tan clienta ya casi amiga del sexirresistible enano del mundo.
La Condesa esa (bajo el púlpito escondida ida) con infernales dolores de barriga y, para más datos: culo pa’ arriba. Pulpito medidas: metro con veinte de altura: ideal para la diablura que yaensayaba elenanopingano. HuuuuuuuuuUUUUUUYYYYYYY la peneentró sin lúbricos preámbulos, y eligiendo bien el ángulo comenzó la chotosucción.
_A vos, mi trémula Condesa te obsequio amoroso en esta pieza y por la hidalga haltura de mi noble estoque en este humilde acto te nombro doble: Mujer y Reina. ¡Así se peina!
¡Paf! ¡Paf! Tentado a declamar su recitado ¡Paf! ¡Paf! Dio inicio a su buen oficio ¡Paf!¡Paf!¡Paf! dilatando el orificio Entrandosaliendoentrandosalien-doentran-dosalien-doentran doel en ano ¡PafPafPafPaf! bajo el pulpópito ensayó el enano su secreta técnica primera (nunca antes practicada) ¡La Sopapera! ¡PafPafpafffff!
_¡Listo! Gritó orgulloso. Del profuso condensáculo sangrante se vislumbró un fulgor asomante ¡Un Diamante! Grande como un puño cegó a la carestía cristiana y encendió en su pálido brillo la antesoscura santa sala. “¡Milagro! ¡Milagro!” Sor Ethel gritando.
_Nada de milagro. Tan sólo un lógico hallazgo nada magro. Refutó el enano más sexy do mondo. Y reunió a sus (propios) fieles que en la capilla hallábanse encapullados. Tomó el diamante entre sus manos y alzándolo rezó:
_Etapa de Bowie. Ten este diamante, gúardalo entre tus ropajes y llévalo presto al comercio del viejo Zúcker.
_Sí señor enano Dante (dia-amante)
_Mucho cuidado, esta misión que te encomiendo es harto importante: malos maulas matan a mansalva por esta malandra. Y si mueres: ¡No importa un carajo! ¡Y encima te fajo!
Ida ya Etapa de Bowie a su temeraria aventura el enano más sexy del mundo se abrazó con el resto de su barra: El Papa, Luis Luiseador, Blanca la Casta, y el inefable, fiel y afable Típico Puto Nazi, ah, y también la recienteviudaculosangrante Condesa. Y (caso resuelto) no pudo evitar la lágrima y el convite.
_Vamos gente, que les invito un FernéT.

Zedi Cioso

Qué quiero que me regalen

1-Cediendo a las presiones a las que fue consistentemente sometida en el decurso de estas semanas, nuestra amiga C. accedió a hacernos llegar una lista con aquellas obras impresas que preferiría recibir como ofrenda en satisfacción de su onomástico. Bien. He aquí mi lista.
2-El Diario de Gombrowicz, de Seix Barral. Contra: cuesta 150 pesitos. A favor: gozarían de mi gratitud eterna. Mi gratitud eterna expira al año siguiente. Okey: dos años. Es un libro considerablemente oneroso. A favor: pueden juntar plata y regalármelo todos juntos. En contra: sigue siendo, incluso en ese caso, muy caro. Mi amistad no vale tanto. A favor: pueden robárselo. En contra: podrían en ese caso juzgar que para eso se lo quedan ustedes, total a mí me arreglan con cualquier vitualla de morondanga. Me quedé sin argumentos.
3-Bartelby & Co., de Vila Matas, Cuentos Completos, de Pitol, Wasabi, de Pauls. La delantera de Anagrama. ¿Que siguen siendo muy caros? ¡Shit!
4-Insisto con el Diario de G. Tengo leído el primer tomo, pero no puedo comprar (ni, para el caso, hurtar) el segundo pues está conspicuamente fuera de circulación, y las sesudas mentes de Seix Barral optaron por una edición íntegra ingobernable fuera del propio hogar. ¡La re puta que los re mil re parió! (¿Les gusta como separo el afijo? ¿Es ‘re’ un afijo? ¿Qué? ¿Qué así ellos ganan más plata? ¡Shit!)
5-Sigamos con Anagrama. No tengo (pero leí. Quiero aclararlo: lo leí. Que quede absolutamente esclarecido el asunto, que echemos luz y más luz sobre el asunto, que desborde de espectros lumínicos la cuestión: lo leí. Y que quede asaz claro, iluminado, esclarecido: me gustó) Detectives Salvajes. Podrían, ¿no? Digo.
6-Ah: que también es caro…
7-¿Es que no tengo un amigo de las capas adineradas de la sociedad?
8-Bien, supongo que Tiempo de Marte de Dick puede andar bien... Ah, no puede. Tuve que dejar por la mitad Una Mirada en la Oscuridad porque me estaba paranoiqueando por demás. Sospecho que soy yo, porque con los otros Dicks no me pasó (tanto).
9-¿Qué quiero leer? ¿Quiero leer?
10-Y, sí.
11-Evidentemente.
12-Les diría que me regalen Partículas Elementales (finalmente fui persuadido. Como siempre, la recomendación decisiva llega de quien uno no se espera, cuando uno no se espera (no, no me lo recomendó una mina)), de Houllebecq. (Corríjanme, aquí me ofrezco de punchinbol.) Pero mejor no se los digo porque puedo pedírsela a mi hermano. Si me gusta, se la afano.
13-No, mentira. Me la compraré.
14-Falso: robé libros a familiares directos. Tengo libros de mi querido padre (unas Obras Selectas de O. Wilde –acá siempre hay que aclarar de qué Wilde hablamos cuándo hablamos de Wilde), de mi amada madre (Almas Muertas, de Gogol), y sí, también, de mi profundamente estimado hermano (hele choripaneado Neuromante, que de hecho le regalé).
15-Regálenme un CD. No pregunten cuál.

Matías Pailos

07 junio, 2006

Dos temitas

Escasos meses han transcurrido desde que adquirí mi último vicio. Me desperté temprano (era domingo) e hice la combineta tren-bondi hasta aproximarme al área en dónde concretaría mi primera compra de material. El colectivo me dejó algo lejos, así que, envalentonado y excitadamente excitado, surqué a paso firme, apoyando todo el pie en el zapato, todo el zapato en cada pisada, y me adentré en lo desconocido.
“Quiero estos”, dije, y le extendí un papelito. Ahí estaban consignados nombres, números, estratos. El receptor se perdió entre la muchedumbre y las tiendas de color canela. Esperé, pacientemente, impacientemente, dando vueltas al catálogo. ¡Por fin! Pagué (el paquete temblaba en mi mano), caminé más rápido, mejor dicho: más apurado, monté al 65 y esperé. Finalmente, ya llegando a Cabildo, solo en un asiento individual al fondo del vehículo, abrí la mochila y tomé el paquete. Parpadeaba y no dejaba de parpadear, temblando con los ojos. Abrí.
Cinco. Cinco. No recuerdo cuáles. Puedo arriesgar y decir: The Who, Hendrix, Van der Graaf, Roxy Music, Prince. Pero les estaría mintiendo, porque en la primera compra me traje un Zappa (insatisfactorio; no faltará oportunidad. Quizás en un futuro sí pueda decir que me gustan Proust, Zappa, Nabokov), me compré Soul Asylum (deuda de adolescencia), me compré algo más distinto a tirios y troyanos. Hubo una segunda tanda, a la que siguió una tercera y así continúo hasta hoy. Cambié de distribuidor (Parque Rivadavia por Puán, más accesible pero de más limitada oferta), se espaciaron las transacciones. Muchas de las compras eran sometidas a regañadientes a una escucha superficial y devueltas a las pilas de MP3 ya polvorientas. Creo que escuché sólo una vez algo del de Kraftwerk. Pulp, tiempo atrás, había corrido igual suerte. No puede precisar qué capricho lo rescató (una última oportunidad en largo tiempo) del olvido. Sondeé la lista de discos. En fin: ahí está ‘Different Class’, cagándose de risa y mudo (increíble). Recordé que Di Natale lo había señalado como disco del año (1995). Bien, démosle otra chance. Así que mientras escribía (filosofía, la novela, algún post, no sé) comenzaron a correr los temas. Nada mal. Al principio pensé: nada mal. Esto está muy bien, y después me dije: esto está muy bien. Epa, pensé, me dije. Después no pude decirme nada más.
Terminó el tema y, (guau) guau; ¡Guau! No lo puedo creer. ¿Qué pasó? Sé qué pasó, pero lo que quiero saber es: ¿qué pasó?, y no lo sé. Ya empezó a correr el otro tema. Agarro el mouse y pongo de nuevo el tema anterior. Y otra vez no lo puedo creer. Así que para creerlo (me digo), para comprender qué pasó (especifico, me miento), para maravillarme una vez más lo pongo otra vez. Y otra vez, y otra vez, hasta el hartazgo. Después busco en los archivos la letra, y después estoy parado, haciéndome el Jarvis Cocker, yo, petiso morrudo, él, flacoalto desgarbado, me contoneo, me hago el crooner, el dandy de poca monta con menos lecturas encima de las que ellos creen, ligeramente pasadísimo de drogas, le canto a ella, a ella, a ella, también a ella, loas, lamentos, el amor pasado, vivido, perdido.
El tema se llama ‘Underwear’. El tema es ‘Underwear’. La voz de Cocker, perpetuamente afectada, pasea por un espectro mayor al que su registro le permite. Se lo oye decir con tono de bajo (Cocker siempre es pronunciado, como los escotes), de ahí a cantar melodiosamente (casi) sin afectación, para rápidamente cortar con agudísimas disonancias, como si se estuviera estrujando los huevos. Y, tarde, más bien tarde, de modo indefectiblemente sorpresivo, atrona con un grito lacerante de dolor, más bien de resentimiento, más bien de pena, más bien de llaga abierta. La voz es acompañada por los instrumentos, que siempre son más menos destemplados que aquella, que subrayan menos, que acamalan. Empiezan suave, apenas pulsados, con desgana. Después un quejido de guitarra y el comienzo del increscendo. La batería cada vez más insidiosa y vuelta a la calma chicha. Cocker susurra. Vuelve el estallido. Batería que subraya, se escucha el teclado en función de órgano de cajita de sonidos marcar la melodía, la guitarra puntúa, acompaña. Nada: otra calma que precede a la tormenta y Cocker que resurge y la increpa. ‘¿Cómo carajo es te encontrás semidesnuda en el cuarto de otro?’. Pero todo pasa, cada vez más exasperado, cada vez más arriba. Ya las calmas no son ausencias. El tema se diluye.
¿Importa la letra? No importa si importa: en este caso atender a lo que dice Cocker hace a todo mejor, es decir, más terrible. Que un tema sea más terrible siempre es bueno. No sé de qué habla el tema, es decir: no estoy seguro. Dos son las versiones más plausibles. Prefiero esta: el que habla es un cornudo. El que habla se acaba de enterar que es un cornudo. El que habla acaba, además, de ser abandonado. Está solo. Ya lloró, está a punto de volver a llorar. Y repasa el imaginado acontecer de su derrota. Se detiene, moroso, en las dudas de ella. En el deseo de él, del otro. En la fatalidad del sexo, en el morbo del éxtasis ajeno, indirectamente propio. Ya lloró. Y está a punto de llorar otra vez.
El tema me gustó tanto que lo escuché mil veces. Mil veces en las que, a veces, también escuchaba el resto del disco. Hasta que logró, casi, fastidiarme. Pero Pulp ya me gustaba tanto, pero tanto, que no podía (ni quería) escapar de sus redes. ¿Para qué se detenta un MP3? Para escuchar más de un disco del mismo cedé. Así pues pasé a otro. Pasé a al disco anterior, a ‘His ‘n’ Hers’ (del ’94). Claro, ya lo prevén, ya lo saben. Otra vez. Otra vez sin esperarlo (¿es condición necesaria?), recibí el estacazo, y caí desmayado. Otra vez, otra vez, otra vez: para creerlo, para comprender qué pasó, para maravillarme una vez más lo pongo otra vez. Y otra vez, y otra vez, hasta hartarme.
Otra vez el crescendo. Es un crescendo general con tres o cuatro subcrescendos, con dos o tres parar y comenzar de nuevo, pero algo más arriba que antes. Cocker empieza a susurrar, y sin dejar de hacerlo pasa a decir y de ahí, con un rasgueo de guitarra española, con la ominosa atmósfera del teclado y la batería taladrando en voz baja, en otro susurro, se desata la convulsión en la voz, el grito, un breve y mordiente rasgueó de guitarra (otro, el mismo) y estalla, y vuelve, y vuelve, y el crescendo final, el más largo. Un recitado de Cocker que cada vez más (cada vez más) eleva la voz, cada vez más, (cada vez más) cada vez más, y el rasgueo y el rasgueo y la amenaza y el fin. La amenaza. Cocker, que le habla a ella, la misma y otra, amenaza. Porque invertido en el espejo, la letra nos cuenta la misma historia desde otro lado. Pero a Cocker también le toca sufrir acá. Porque entre la celebración y el lamento, Cocker, haga lo que hiciera (incluso cogiendo), se lamenta. Y amenaza. Cocker es el otro. Cocker es el amante que (mala suerte pobre tigre siempre tuvo) se enamora. Y amenaza: ‘debés creer que estoy bromeando, pero si lo tocás de nuevo no me ves más’. El tema se llama, el tema es ‘Pink Glove’. Lo que podemos traducir (y déjenme engañarme), un poco como un Sumo avant la lettre, ‘Bombachita Rosa’. Ella, la amada, está indisolublemente ligada a su novio. ¿Por qué? Porque con él hace cosas que con Cocker no puede. ¿Qué cosas? “Baby-doll nighties with synthetic fluff”. Sexo sadomaso.
Los dejo. Cocker, yo mismo en este instante, me contoneo y, en falsete, lanzo un grito. Y la amenazo.

04 junio, 2006

Capítulo 76

Rabió, rabió y rabió. Y mientras la exposición cada vez más detallada de la reproducción celular avanzaba en boca del profesor y en el monitor de su terminal, rabiaba, rabiaba y rabiaba. Atrás había quedado otro desconcierto, atrás otro desánimo. Antes de rabiar, rabiar y rabiar, había transitado un lacerante y efímero momento de autoconmiseración. Recordar, ser conciente de protagonizar un cabal episodio autocompasivo, lo hacía rabiar, rabiar y rabiar. Y ahora la rabia y su conciencia lo hacían rabiar, rabiar y rabiar. Y cada tanto atendía a los detalles de la división celular y rabiaba, mientras certificaba la recomposición genética rabiaba, cuando se abstraía de sí y su autocompasión solo hacía una cosa: rabiar, rabiar y rabiar. Tomó una decisión. Y en el medio de la rabia, rabia y rabia, sonrió.

Matías Pailos

02 junio, 2006

No te maquinés

Ante el inminente comienzo de un nuevo mundial la decepción se renueva. Días atrás se reveló el secreto mejor guardado y la canción oficial de la gesta mundialista fue dada a conocer; Il Divo: cuatro pibitos facheros que comen pasta Light y entonan con voz ídem adagios y allegros de ópera pop (o ¡Plop!), acompañados por una morocha-que-raja-la-tierra, cantan con falso sentimiento exasperado un montón de estrofas musicales insulsas. Eso, sí, todos ponen las caras sufridas y esforzadas de dos semanas de vientre constreñido, como si estuvieran cantando un responso en el mismísimo velorio del fútbol.
Y, otra vez, no queda más remedio que ejercitar la memoria musical (apoyada por las campañas publicitarias que cooptan los sentimientos más genuinos para vender los productos más imbéciles) y remitirse a esa obra maestra de Benneto Nannini, Un State Italiana, la canción oficial de Italia 90.
Basta con escuchar ese solo de guitar hero que abre el tema para ponerse la piel de gallina. Desde entonces, nada fue igual, a pesar del enorme bagaje musical de algunos países anfitriones ¿Van Halen en USA 94? No, apenas el penal pifiado de Dianna Ross a dos metros del arco en la ceremonia de apertura ¿Benjamin Biolay susurrando la tristeza de la pelota solitaria en la mitad de la cancha un domingo de lluvia en Francia 98? No, Ricky Martin batiendo las caderas al ritmo de livin’ el fútbol loco.
Supongo que esta tragedia se desencadenó el día que los organizadores delegaron la responsabilidad de la canción mundialista a manos de los analistas de marketing. Y éstos, tras un sinnúmero de análisis de mercado y focus group, acaban por componer una canción a la medida del gusto de todo el mercado global, es decir, al gusto de nadie.
Ya quedaron lejos los días en que Azzociazioni de Calcio podía convocar una figura pop local y encargarle esa crucial tarea -Eh, Nannini, ma’ componete una cancione mundialista- y Benneto, a dúo con la chica de voz cascada, escribir y cantar una canción simple, emotiva, que hable de una justa de colores, del viento acariciando las banderas, de un estadio italiano, una aventura y más: que evoque noches mágicas llenas de goles y que explote en un estribillo pegadizo y termine bien arriba con el clímax de un grito de Gooooooool!

Zedi Cioso