Presentación de Mondadori: un cacho de cooltura
Cuando una amiga nos propuso a Pailos y a mi asistir a la fiesta por el lanzamiento de la editorial Mondadori en Argentina aceptamos sin pensárnoslo dos veces. Al fin podríamos codearnos con la crema y nata del mundillo literario en una velada a la medida de nuestras aspiraciones. Que el lugar elegido para tamaña celebración fuera el Niceto Club, en los lindes del sofisticado barrio de Palermo, ya aseguraba la mínima cuota de glamour que un evento de estas características reclama. Lástima que al llegar, en lugar de una alfombra roja para el desfile de las stars de la literatura vernácula nos topamos con una obra de reparación de caños maestros del desagüe que la flamante empresa estatal de aguas había montado con total falta de timming sobre la calle Niceto Vega. No nos cansamos de decirlo: en este país el Estado nunca apoya a la cultura. El valet parking también dejó mucho que desear: un morocho grandote me exigió $3 de buenas a primeras como derecho de estacionamiento. Tras fingir una búsqueda infructuosa en mi abultada billetera le entregué dos monedas de $1 y le dije que no tenía más. El insolente valet aceptó pero apenas dimos unos pasos murmuró a nuestras espaldas (fuerte, para asegurarse que lo escucháramos) “El viejo truco”.
Tras sortear con severo riesgo los bólidos de Niceto Vega y los caños inmundos (¿Un homenaje vedado a Diógenes el cínico tal vez?) logramos dar con la entrada del Niceto Club. Allí una multitud se agolpaba en un mar de nervios invocando listas fantasmales donde un nombre equivalía al derecho de ingreso. En la puerta sólo reconocimos a Daniel Guebel, que llevaba una bolsita de Yenny en una mano mientras con la otra sostenía a una nenita que a su vez portaba un ramo de flores. Quizá pensó que se trataba de un cumpleaños. La cola avanzó rápido y pronto llegamos a las puertas de este edén de neón. Y las puertas se abrieron para hacernos partícipes de todo su esplendor.
Costó más acostumbrar las pupilas a las penumbras que el paladar a las bebidas que escanciaban coquetas camareras. El lugar era un poco pequeño para la multitud que, puntual, ya se agolpaba en el escueto salón. Con nuestras copas en la mano dimos una vuelta para reconocer el terreno entre un ejército de gente cool en plena pose de combate: hombro caído, pie de apoyo flojo, pierna delantera levemente flexionada, mano derecha a la cintura, mano izquierda sosteniendo la copa de champán. Las paredes estaban decoradas con tapas gigantes de los libros que lanzaba la editorial: Lunar Park de Breat Easton Ellis, Parménides de César Aira, Pasión de fondo de Alejandro Manara y Museo de la Revolución de Martín Kohan. En verdad, casi los mismos títulos, excepto el de Ellis, que habría editado Sudamericana, años atrás de no haber sido adquirida por Mondadori, a su vez poco antes fusionada con Random House, partícipes ambas del grupo Sony-BMG. Y para qué decir Sudamericana si podemos decir Mondadori: no podemos negar que el mercado, de a poco, tiende a la sinceridad.
Relajados por la música chill out que mezclaba sin superponer la sensibilidad de Nick Drake con la distorsión bajo control de Tortoise, tratamos de ubicar a las celebrities, pero parecían haberse confundido entre la multitud. Eso sí, identificamos muchos clones: el doble de Rodolfo Walsh, la doble de Alejandra Pizarnik, el doble de Martín Kohan, ah no, ese era el auténtico Martín Kohan, esforzándose por mantenerse serio y mostrarse lo suficiente como para justificar el sponsoreo de Adidas sobre su indumentaria y poder volver urgente a concentrarse en asuntos más importantes al café La Orquídea. Al rato apareció Noé Jitrik, que avanzaba abriéndose paso entre sonrisas mientras pensaba “¡Si me vieran mis compañeros de Contorno!”. A Alejandro Manara, otra de las estrellas del lanzamiento, no lo conocíamos, pero nos lo señalaron: era un canoso con un saco de terciopelo y una camisa de colores estridentes que se pavoneaba de aquí para allá: por fin había llegado su noche.
A pesar de tantas emociones pronto comprendimos cuál era el verdadero objetivo por el que valía la pena luchar: conseguir un plato de sushi. Parece que los organizadores de eventos han logrado recortar al máximo el presupuesto y hacer pasar la maniobra por un efecto distintivo de buen gusto. Las palabras mágicas son minimalismo, frugalidad. Nada de mozos con moñito atiborrando a los invitados con bandejas de canapés, calentitos y demás delicias gastronómicas, ¡Horror! La confusión podría hacer que la audiencia extática revoleara por los aires a Kohan como en un Bar Mitzvá, o alzara en sus sillas a Manara y Aira para que se besaran, apasionados, como en el mejor de los casamientos. De modo que el único alimento disponible era el insípido bocado nipón, que se dispensaba tras la barra donde agolpábase una multitud trabada en cruenta lucha.
Sin nada mejor que hacer, nos dirigimos a las inmediaciones de la barra y nos dispusimos a la empresa homérica de aviarnos nuestro propio plato de sushi. Recién ahí comprendimos la inteligencia superior de los organizadores: se trataba de una metáfora ilustrativa del campo cultural argentino: cientos de personas en pos de una migajas desabridas. Y como en el campo cultural, había que empujar y pegar codazos, tratar de conocer gente que nos permitiera avanzar y ubicar todos los espacios disponibles para que alguno de nosotros pudiera alcanzar el centro donde le sería entregado a modo de premio el apetecible, aunque escueto, bocado que él o ella compartiría con su grupo. Digamos que empezamos en el margen, como grupo de vanguardia con ínfulas, y de a poco nos fuimos acomodando. Media hora después yo llegaba a la barra, pero el sushi man tenía una obvia preferencia por chicas advenedizas de indiscretos escotes ¡Malditas arribistas! Tras varias quejas me fue prometido un plato pero justo entonces se iluminó un entrepiso donde se reproducía un living con biblioteca (si, claro, muy minimalista) y un VJ con su mejor sonrisa MTV leyó en voz alta por su micrófono inalámbrico: “Mondadori es un sello de calidad, que acompaña desde hace años las propuestas más interesantes y osadas de la literatura contemporánea”. Y acto seguido se largó con la parrafada egocéntrica y metaliteraria que inicia el libro de Easton Ellis. Mientras tanto, la pugna por el sushi seguía al rojo vivo, pero el barman anunció que se interrumpía “por respeto al autor”. La monocorde lectura del VJ terminó sin siquiera un conato de aplauso mientras las huestes del sushi clamaban por la reanudación del suministro.
Tras lograr mi trofeo y al tiempo que alzaba orgulloso con finos palillos de madera los California rolls, los Niguiri y los Sashimi, el VJ y una bonita actriz se alternaban para leer sin prisa ni gracia los comienzos de cada uno de los libros presentados ante la indiferencia olímpica del auditorio. Cuando terminaron dudaron incluso en aplaudirse ellos mismos y terminaron sacudiendo los libros como si quisieran resucitar mariposas gigantes en peligro de extinción. Pensamos que esto era todo, pero de pronto oímos una voz familiar por los parlantes
_¿Este no es Cortázar?, preguntó Matías y, en efecto, pronto distinguimos con claridad la voz del autor de Rayuela. “Bebe, bebe, be-be, Roca-madour, bebe Rocamadour” en medio de un scratch, alzamos la cabeza y vimos que ahora el living minimalista era ocupado por un DJ junto a un bajista y un saxofonista que se empeñaban en remixar a Cortázar y el optimista de Pedro Mairal hasta ensayó unos pasos de baile. Semejante retahíla de emociones eran demasiado para nuestro endeble sistema nervioso, por lo que le dijimos adiós y le deseamos lo mejor a este nuevo sello. Camino a la salida casi nos llevamos por delante a Damián Tabarovsky, que andaba de aquí para allá cual oso enjaulado y Matías se alzó con los laudos al descubrir a Luis Chitarroni riendo entre amigos. ¿Y Aira? Todavía no había dado señales de vida. Se rumoreaba que saldría de una bola gigante de espejos que bajaría del techo con la música del “Zarathustra”. Otras versiones afirmaban que aparecería en el living minimalista, devenido balcón rosado, disfrazado de Evita para arrojar calentitos y sándwiches de miga a la famélica audiencia. Como no nos quedamos hasta el final, no podemos dar fe a ninguna de estas versiones.
A la salida nos obsequiaron con un libro y todos nos llevamos nuestro ejemplar de Parménides, la última de César Aira. Unas chicas pedían el de Easton Ellis, que vive en New York y es el mas chic, pero ya no quedaba. En trance de elegir optaron por el de Aira, que era finito y les entraba justo en la cartera.
Zedi Cioso
Tras sortear con severo riesgo los bólidos de Niceto Vega y los caños inmundos (¿Un homenaje vedado a Diógenes el cínico tal vez?) logramos dar con la entrada del Niceto Club. Allí una multitud se agolpaba en un mar de nervios invocando listas fantasmales donde un nombre equivalía al derecho de ingreso. En la puerta sólo reconocimos a Daniel Guebel, que llevaba una bolsita de Yenny en una mano mientras con la otra sostenía a una nenita que a su vez portaba un ramo de flores. Quizá pensó que se trataba de un cumpleaños. La cola avanzó rápido y pronto llegamos a las puertas de este edén de neón. Y las puertas se abrieron para hacernos partícipes de todo su esplendor.
Costó más acostumbrar las pupilas a las penumbras que el paladar a las bebidas que escanciaban coquetas camareras. El lugar era un poco pequeño para la multitud que, puntual, ya se agolpaba en el escueto salón. Con nuestras copas en la mano dimos una vuelta para reconocer el terreno entre un ejército de gente cool en plena pose de combate: hombro caído, pie de apoyo flojo, pierna delantera levemente flexionada, mano derecha a la cintura, mano izquierda sosteniendo la copa de champán. Las paredes estaban decoradas con tapas gigantes de los libros que lanzaba la editorial: Lunar Park de Breat Easton Ellis, Parménides de César Aira, Pasión de fondo de Alejandro Manara y Museo de la Revolución de Martín Kohan. En verdad, casi los mismos títulos, excepto el de Ellis, que habría editado Sudamericana, años atrás de no haber sido adquirida por Mondadori, a su vez poco antes fusionada con Random House, partícipes ambas del grupo Sony-BMG. Y para qué decir Sudamericana si podemos decir Mondadori: no podemos negar que el mercado, de a poco, tiende a la sinceridad.
Relajados por la música chill out que mezclaba sin superponer la sensibilidad de Nick Drake con la distorsión bajo control de Tortoise, tratamos de ubicar a las celebrities, pero parecían haberse confundido entre la multitud. Eso sí, identificamos muchos clones: el doble de Rodolfo Walsh, la doble de Alejandra Pizarnik, el doble de Martín Kohan, ah no, ese era el auténtico Martín Kohan, esforzándose por mantenerse serio y mostrarse lo suficiente como para justificar el sponsoreo de Adidas sobre su indumentaria y poder volver urgente a concentrarse en asuntos más importantes al café La Orquídea. Al rato apareció Noé Jitrik, que avanzaba abriéndose paso entre sonrisas mientras pensaba “¡Si me vieran mis compañeros de Contorno!”. A Alejandro Manara, otra de las estrellas del lanzamiento, no lo conocíamos, pero nos lo señalaron: era un canoso con un saco de terciopelo y una camisa de colores estridentes que se pavoneaba de aquí para allá: por fin había llegado su noche.
A pesar de tantas emociones pronto comprendimos cuál era el verdadero objetivo por el que valía la pena luchar: conseguir un plato de sushi. Parece que los organizadores de eventos han logrado recortar al máximo el presupuesto y hacer pasar la maniobra por un efecto distintivo de buen gusto. Las palabras mágicas son minimalismo, frugalidad. Nada de mozos con moñito atiborrando a los invitados con bandejas de canapés, calentitos y demás delicias gastronómicas, ¡Horror! La confusión podría hacer que la audiencia extática revoleara por los aires a Kohan como en un Bar Mitzvá, o alzara en sus sillas a Manara y Aira para que se besaran, apasionados, como en el mejor de los casamientos. De modo que el único alimento disponible era el insípido bocado nipón, que se dispensaba tras la barra donde agolpábase una multitud trabada en cruenta lucha.
Sin nada mejor que hacer, nos dirigimos a las inmediaciones de la barra y nos dispusimos a la empresa homérica de aviarnos nuestro propio plato de sushi. Recién ahí comprendimos la inteligencia superior de los organizadores: se trataba de una metáfora ilustrativa del campo cultural argentino: cientos de personas en pos de una migajas desabridas. Y como en el campo cultural, había que empujar y pegar codazos, tratar de conocer gente que nos permitiera avanzar y ubicar todos los espacios disponibles para que alguno de nosotros pudiera alcanzar el centro donde le sería entregado a modo de premio el apetecible, aunque escueto, bocado que él o ella compartiría con su grupo. Digamos que empezamos en el margen, como grupo de vanguardia con ínfulas, y de a poco nos fuimos acomodando. Media hora después yo llegaba a la barra, pero el sushi man tenía una obvia preferencia por chicas advenedizas de indiscretos escotes ¡Malditas arribistas! Tras varias quejas me fue prometido un plato pero justo entonces se iluminó un entrepiso donde se reproducía un living con biblioteca (si, claro, muy minimalista) y un VJ con su mejor sonrisa MTV leyó en voz alta por su micrófono inalámbrico: “Mondadori es un sello de calidad, que acompaña desde hace años las propuestas más interesantes y osadas de la literatura contemporánea”. Y acto seguido se largó con la parrafada egocéntrica y metaliteraria que inicia el libro de Easton Ellis. Mientras tanto, la pugna por el sushi seguía al rojo vivo, pero el barman anunció que se interrumpía “por respeto al autor”. La monocorde lectura del VJ terminó sin siquiera un conato de aplauso mientras las huestes del sushi clamaban por la reanudación del suministro.
Tras lograr mi trofeo y al tiempo que alzaba orgulloso con finos palillos de madera los California rolls, los Niguiri y los Sashimi, el VJ y una bonita actriz se alternaban para leer sin prisa ni gracia los comienzos de cada uno de los libros presentados ante la indiferencia olímpica del auditorio. Cuando terminaron dudaron incluso en aplaudirse ellos mismos y terminaron sacudiendo los libros como si quisieran resucitar mariposas gigantes en peligro de extinción. Pensamos que esto era todo, pero de pronto oímos una voz familiar por los parlantes
_¿Este no es Cortázar?, preguntó Matías y, en efecto, pronto distinguimos con claridad la voz del autor de Rayuela. “Bebe, bebe, be-be, Roca-madour, bebe Rocamadour” en medio de un scratch, alzamos la cabeza y vimos que ahora el living minimalista era ocupado por un DJ junto a un bajista y un saxofonista que se empeñaban en remixar a Cortázar y el optimista de Pedro Mairal hasta ensayó unos pasos de baile. Semejante retahíla de emociones eran demasiado para nuestro endeble sistema nervioso, por lo que le dijimos adiós y le deseamos lo mejor a este nuevo sello. Camino a la salida casi nos llevamos por delante a Damián Tabarovsky, que andaba de aquí para allá cual oso enjaulado y Matías se alzó con los laudos al descubrir a Luis Chitarroni riendo entre amigos. ¿Y Aira? Todavía no había dado señales de vida. Se rumoreaba que saldría de una bola gigante de espejos que bajaría del techo con la música del “Zarathustra”. Otras versiones afirmaban que aparecería en el living minimalista, devenido balcón rosado, disfrazado de Evita para arrojar calentitos y sándwiches de miga a la famélica audiencia. Como no nos quedamos hasta el final, no podemos dar fe a ninguna de estas versiones.
A la salida nos obsequiaron con un libro y todos nos llevamos nuestro ejemplar de Parménides, la última de César Aira. Unas chicas pedían el de Easton Ellis, que vive en New York y es el mas chic, pero ya no quedaba. En trance de elegir optaron por el de Aira, que era finito y les entraba justo en la cartera.
Zedi Cioso
Etiquetas: Crónicas
20 Comentarios:
El viejo truco, como el juego de por allá, el viejo truco de los dos lobos en reunión de perros con máscara de lobo.
El sushi y la industria cultural, qué excelente metáfora: creo que a Zizek le encantaría, comuníquensela mis preciosos.
Pd.: ya basta de masturbarse con el propio llanto: he publicado.
remixar a cortazar sushi de por medio?
puede ser demasiado pelotudo o demasiado genial
Si despertó nauseas, opción 1
ahh.. entiendo
no conseguiste "museo de la revolucion"? V lo necesita para su tesis pero obviamente no esta. Muy bueno el post, lo lei en detalle.
un abrazo
xilofon
Antes que nada, de pie, señores: Salgado Boza a publicado. Felicitaciones, turrito. Te lo tenés merecido. (Ya ampliaré en dónde resulte pertinente: en tu blog del otro lado de la cordillera -del otro lado visto de este lado.)
Ahora a lo nuestro. En mi cuenta personal avieme de: Cabito Massa Alcántara (cero literatura), Guillermo Hernandez (cero literatura, y ni siquiera lo tengo confirmado), Florencia Luna (emérita profesora de Filosofía e hija de; todavía no califica como del jet-set, así que no puedo sumarla a la cuenta), Martín Perez (periodista de rock y adyacencias, por ejemplo adyacencias literarias, de cuyo nutrido club de fans unipersonal soy parte y todo), Chitarroni (golazo de media cancha que salvó el honor, pero no pudo evitar la derrota a manos del optimismo goleador de Zed).
Súmenle al evento un rapeo a duo entre Zed y quien suscribe, muy festejado por nuestro entorno.
Probé sushi por primera vez. Amor mío, ¿dónde estuviste todo este tiempo? ¿En Japón, o en Palermo Hollywood?
El paso-Mairal es cierto: yo fui testigo. Quiso hacer un strip-tease, pero no lo dejamos.
Me prometieron que estaría Easton Ellis, pero me mintieron. Me prometieron que estaría Aira. Me mintieron. Me prometieron que Kohan leería. Otra vez me engañaron. ¿Soy un pelotudo?
Eso de "turrito" sería como si yo le dijera a usted "fletito" visto desde este-lado-de-acá-de-la-cordillera.
Pero me da lo mismo.
¿Todo?
Esxcepto que K. em diga que sí. Ése es mi actual objetivo.
(Gernández me joderá por esto, pero da lo mismo, incluso sus burlas)
Leer es cooltura. Nunca me imaginé como eran las presentaciones de libros, estaría bueno asistir a alguna. Si algún día presento una peli o una obra yo pago sushi de sobra para todo matetuerto, bah... para los que conozco.
ER: Si lo de ir a ver Babasónicos lo dijiste de verdad, el 30 tocan en el estadio pepsi (ex obras). Pensalo.
El relato es verdaderamente desopilante. Me hace acordar a un texto de Link sobre Borges, Aira, un joven de ojos glaucos y la literatura de boliche.
En primer lugar ¡Felicitaciones Salgado Boza! ¿Título de su obra? ¿Se publicará de este lado de la cadena montañosa o vendrá a traerla en persona?
Seguro que a Zizek le hubiera gustado la metáfora, pero creo que andaba por ahí con la boca llena de arroz (no se si está al tanto que su estadía en nuestro país se debe a una cuestión de polleras).
Felicitaciones nuevamente. Espero que la presentación de su obra lo saque de su hibernación.
Julieta, primera opción a fondo.
Xilofón, gracias por la lectura minuciosa, "Museo" no lo repartían o se había acabado (las opciones cuando nos fuimos eran Manara o Aira).
Pailos, su descubrimiento de Chita deja por el piso mis otras celebridades identificadas.
Tate, me alegro que se haya reido con el post. Le aseguro que la experiencia en vivo fue mucho más desopilante aún.
Burros, deje de prometer e invite por lo menos una jarra de cerveza de esas que derrochan espuma.
Ja. Noto el error. No he 'publicado' si con eso ustedes entienden el publicar mi novela o algo así.
No. El mercado editorial se mueve en una espiral que no comprendo, pero que me están intentando explciar e introducir para que pronto viaje hasta ustedes y les entregue unos ejemplares maravillosamente robados.
La equivocación (que me hace sonrojar) pasa por el hecho de que sí publiqué, pero en el jodido blog.
Siento crearles expectativas que nunca podré cumplir: la historia de mi vida (?).
todavía no leí el post, pero repasando, gracias burros, el 30, bien, mi hijito me está insistiendo, nos contactamos,
creo que es cierto, durante unos instantes -confundido por el mucho alcohol y la poca comida- bailé. pensé que no se había notado. pero ahora en los eventos hay muchos ojos bloggers. por lo menos los borrachines últimos le pusimos un poco de onda, hasta que nos echaron.
Gracias por confirmar mi especie, Mairal. Algunos maledicentes ya me acusaban de fabulador.
Salgado, siempre será una alegría para nosotros que usted publique, cualquiera sea el soporte.
Mairal, ¿Es cierto que echaron a todos los presentes al final del evento? Lástima no haber permanecido lo suficiente para ser partícipes de ese gran finalle.
Cioso, lo amo.
¿Vio Zedi?
http://mundodelcinismo.blogspot.com/2006/08/crnica-de-una-fiesta-en-la-que-nunca.html
Mi opinión es que el ataque es un paso adelante a su inminente consagración.
queridos! dos cosas que se olvidaron mencionar:
1. Otra de las celebridades: Paloma Fabrykant en su ceñido vestidito, sola buscando compañía para dialogar. Y la gran frase "Yo a Paloma le pondría un huevo en su nido".
2. La grande de napolitana y la jarra de cerveza que tomamos luego del ágape, decepcionados por el escaso sushi con champagne.
Es que Mondadori piensa en todo y, sabedores de nuestros actos futuros, optaron por ofertarnos el sushi como entrada.
¡ES cierto! Me había olvidado de Paloma que revoloteaba por ahí en busca de alguna miguita célebre que picotear. Y La pizza con jarra de 1000 cm. cúbicos, ración mínima indispensable para paliar la hambruna del sushi.
excelente crónica.
yo vi a guebel en la puerta, en la misma situación aquí descripta, y pensé lo mismo. evidentemente, estábamos - ud y yo- en el mismo momento, en el mismo lugar.
me da *algo de impresión* venir ahora y leerlo acá, relatado por otro (otro que lee mi blog y cuyo blog yo leo), otro que estaba ahí, al lado mío, al lado suyo yo, todos sin reconocernos.
no me acostumbro, pero eso de *ojo que cualquiera de los que te rodea puede ser BLOGGERO* parece que es cierto
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