El Mate Tuerto

"Se fingirá el saber que no se tiene."

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Nombre: El Mate Tuerto
Ubicación: Argentina

30 marzo, 2009

Por qué Batman es kantiano

Como señala Fede (i.e., Matías Pailos) en un post anterior, “la parte de Batman en la que todo se va a la mierda” es la instanciación de un experimento mental clásico de ética o moral (aquí utilizo los términos como sinónimos). A diferencia de Fede, no creo que la película se vaya a la mierda acá. Creo que la inclusión de este experimento mental en la película es una joya cinematográfica, al menos desde el punto de vista filosófico-didáctico.

Voy a reconstruir el experimento más o menos como lo hace Federico:

Hay dos barcos (más precisamente ferrys) A y B cargados de gente. El barco A está lleno de reos de la prisión de ciudad gótica. Los peores elementos de la sociedad. En el barco B viajan ciudadanos comunes. Ambos barcos están custodiados por la policía o el ejército. Cada barco tiene una bomba. Si alguien intenta bajar, el Guasón hace estallar todo. Si alguien intenta rescatarlos, el Guasón hace estallar todo. A su vez, cada barco tiene un detonador de la bomba del otro (el barco A tiene el detonador de la bomba de B y viceversa). La única forma de salvarse, según el Guasón, es haciendo detonar al otro barco. Tienen 20 minutos para decidir qué hacer. Si nadie acciona el detonador, ambos vuelan por los aires.

Ahora veamos la interpretación de Federico del experimento:

“No hay mucho que pensar. Lo racional es uno y lo mismo: hacer del otro barco una miríada de puntos indiscernibles. Salvar el pellejo a toda costa. No hay modo de rescatar al otro –aunque el otro puede salvarse a sí mismo: haciéndote cagar fuego. Pasan los 20. Nadie nada nunca. El destino del alma de Ciudad Gótica, dice el guión, se acaba de jugar. Y el Guasón –El Mal- perdió”.

La interpretación de Fede, también es una joya. Resume en unas pocas líneas la posición de que hacer volar al otro es la opción más racional. Y aquí racional es sinónimo de utilizar los medios más eficientes para conseguir un fin determinado. Esta interpretación supone que la vida (y en especial la propia vida) es aquello que más valor tiene para las personas, y por lo tanto, lo más racional (y predecible) es que la intenten salvar. Sin mucho esfuerzo, puede convertirse esta interpretación en una justificación ética. Para eso es necesario enfocarse en las consecuencias: el resultado ético justificado será el resultado más racional concebible de acuerdo a las circunstancias planteadas por el experimento mental. ¿Y cuál es el resultado más racional? El más racional es el mejor resultado. ¿Pero como sabemos cuál es el mejor resultado? Según la interpretación de Federico, el mejor resultado es (1) el que me salva la vida o en una interpretación éticamente más sofisticada, (2) el que salva más vidas o (3) el que salva las vidas más valiosas. Una diferencia importante entre la primera opción y las dos siguientes es que las últimas adoptan un criterio objetivo (no depende en que barco viaje yo para saber cuál es el mejor resultado moral), lo que las hace más atractivas y sofisticadas como justificaciones éticas.

Sobre la gente que va en los barcos A y B. El hecho de qué en un barco viajen los peores reos de ciudad gótica y en el otro los ciudadanos comunes, no es esencial para el dilema moral pero le agrega un elemento de mayor tensión. Desde el punto de vista de los ciudadanos comunes del barco B, la teoría psicológica de sentido común nos dice que en el barco A viajan violadores, ladrones y asesinos y que estas personas no son muy confiables Esto es más o menos un hecho según el sentido común. El hecho de que los pasajeros del barco A hayan roto al menos una vez el pacto social, no les da mucha credibilidad moral. A partir de esto, la teoría predice que si los ciudadanos no se apuran a hacer volar por los aires el barco A, seguro que ellos lo hacen primero. Así que, por ese lado, los “buenos” ciudadanos tienen “buenas” razones para hacer detonar lo antes posible al barco de los malandras.

Por qué Batman es kantiano. Kant piensa que salvar la propia vida no es el mayor valor ético. Por lo tanto, no se justifica hacer cualquier cosa para salvar la propia vida. Podemos, sí defendernos de un ataque. Pero salvar nuestra vida no es justificación suficiente para matar gente inocente. En sí misma, esta es una idea importante, pero no puede decirse que sea demasiado original. No obstante, Kant tiene una intuición más interesante. ¿Qué pasa cuando no estoy seguro de cuáles van a ser las consecuencias de mis acciones? ¿O cuando mis acciones pueden tener varias consecuencias y no tengo el suficiente grado de certeza de que vaya a ocurrir lo que espero? En estos casos, las consecuencias “más éticas” (sean las que fueren, incluso aceptando que las más éticas son las más racionales tal como fue definido aquí) son solo probables. ¿Qué pasa si nos equivocamos? Incluso uno aceptara la posición de Pailos de que el medio más eficiente para salvar nuestras vidas sea hacer volar al otro barco, antes de que el primer barco nos vuele a nosotros, ¿cómo podemos estar seguros de que haciendo eso lograremos salvarnos? ¿Acaso podemos confiar que el Guasón nos dejará vivir una vez que hayamos volado el otro barco? ¿Y qué pasa si el detonador del Guasón no funciona y nosotros nunca estuvimos en peligro, salvo por los detonadores que teníamos en nuestro poder en los barcos A y B? Como éstos, se pueden elucubrar muchos otros casos. La película, ilustra esta intuición de Kant. Cuando no tenemos certeza de cuáles serán las consecuencias de nuestras acciones, debemos actuar correctamente. Y agrega Kant, esperar lo mejor. El negro grandote que tiene la cara tatuada hace lo correcto. Agarra el detonador, lo tira al agua y se sienta a esperar lo mejor. Que de alguna manera, todo salga bien, que Batman nos salve, que el Guasón se coma un pancho y se muera atragantado antes de que nos haga volar por los aires, o lo que sea. La película de Batman, toma la opción kantiana. Hay acciones que son éticamente incorrectas más allá de cuáles son los resultados. No me interesa en este punto discutir si la vida es o no es el mayor valor ético. Lo que sí me interesa es la intuición kantiana anticonsecuencialista. La que dice que nunca sabemos con certeza cuál va a ser el resultado de nuestras acciones en su totalidad. Por ende el límite del cálculo estratégico racional tiene que estar puesto por la ética o la moral y no viceversa. El cálculo estratégico racional puede ser un cálculo de probabilidades.¿Pero qué porcentaje de probabilidades justifica matar inocentes para salvarnos? ¿Más del 10%, el 50% o el 90%? ¿Y por qué ese porcentaje y no otro? De poco nos sirve para tomar la decisión final, saber el porcentaje de éxito de nuestra acción. Siempre tendremos que tomar una decisión que no esté basada en probabilidades.

Final abierto. Hay una frase, que no es de Kant, pero que ilustra el radical anticonsecuencialismo kantiano como ninguna otra: “fiat iustitia, pereat mundus” (hágase justicia, aunque perezca el mundo). Kant la traduce como “que reine la justicia, aunque perezcan por ello todos los bribones del mundo”. Podríamos generalizarla un poco más y decir “hágase lo correcto, aunque perezca el mundo”. Siento alguna simpatía por esta frase, aunque puede ser utilizada para justificar las más grandes atrocidades. Porque puede que alguien piense como Adolf Eichmann, que todo lo que dice el Fuhrer es lo correcto, entonces, terminamos con un Auschwitz o un Treblinka.

Nacho

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27 marzo, 2009

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Okey, me entrego: me encanta Radiohead.

Matías Pailos

23 marzo, 2009

Una noche en el Pacha

Centro Cultural Pachamama (alias Pacha). Noche templada. No hace calor, ni hay humedad. La cerveza fluye. Siempre hay un frasco de mermelada lleno de líquido amarillo espumante a la mano. Reminiscencias de test de orina inevitables. En el patio estamos Jota., Matías (MP) y yo alrededor de una mesa baja. Matías y yo sentados en un cantero. Enfrente nuestro Jota., en una silla. Los tres amigos charlan.

N: Mirá, hay que organizarle un lockout a tu novio el Editor hasta que lo publiquen a Matías.
J.: ¿Qué es un lockout?
MP: Es como las huelgas pero de las patronales.
J.: …
N: Huelga de cachas caídas. De piernas cerradas. No entra ni sale nada, como en Palestina.
J.: ¡¿Y yo qué, nene?!
N: Está bien. Puede entrar ayuda humanitaria. Una vez por mes.

X entra en escena. X es mujer, joven, argentina y estudiante de derecho. Se sienta. Pone el pie en la mesa y hacer referencia a su tatuaje en el tobillo.

X: ¿Vieron mi tatuaje?
N: Sí… Son letras árabes, ¿no? ¿Qué dice? ¿Tu nombre?
X: Dice “Yihad”.
N: ¡¿“ Yihad”?!
X: Sí. Significa “Liberación”.
N: ¡¿“Liberación”?!
X: Sí, tiene también otros significados: lucha, guerra santa…
N: Un poco controvertible el tatuaje… Da para hacer malas interpretaciones…
X: ¿Qué interpretaciones?
N: …

La noche termina con Pola leyendo un fragmento de Teorías Salvajes. Lleva puesta una remera roja con la estrella de David en negro. Reímos hasta las lágrimas. Compro el libro. Me lo dedica y lo firma con un beso. Ahora cuento con una primera edición de Pola autografiada y con su material genético. En unos años la clono. Y vendo el libro a algún coleccionista. Un negocio redondo.

Nacho

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20 marzo, 2009

Histeria

Me encaramo sobre la situación de histeria general en la que las clases intelectuales están sumidas (siempre en sentido inverso) en razón de la inminente llegada, estadía y puesta en escena del afamado grupo oxoniense Radiohead para presentarles su mejor tema: uno de Joy Division.

Matías Pailos







http://www.youtube.com/watch?v=08_2eTj3wsA



15 marzo, 2009

Aviso clasificado

Se busca baterista malo y sin experiencia para banda que orbita, de momento, alrededor de temas de Joy Division. Contactarse para el puesto por este medio -u otro que juzgue -y sea- más eficaz.

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09 marzo, 2009

Allá vamos

México es primero y antes que nada una patria audiovisual en el difuso edén de la infancia. Es el remoto e inaprensible lugar donde se graba el programa “Burbujas”, favorito de las tardes chocolatadas. Es la casa de una chaparrita tetona que llora y sufre y ¡pobre Verónica Castro! y el lugar donde se hacen esas telenovelas en las que la gente tanto practica la charla que la llama “platicar”; sabroso azoro niño por la palabra desviada y al final de esos culebrones siempre el mismo sol poniéndose en el ocaso azteca de las pasiones telenoveladas con la promesa de un país para cuyo ingreso sólo se exige Televisa. Sin olvidar que México es asimismo la patria del único héroe latinoamericano del cartoon, el urgente Speedy González y su banda de amigos pachorros. México es también una forma de hablar, el giro lingüístico de los personajes de las series dobladas que comen emparedados y conducen carros que estacionan al pie de las gasolineras. Es un canto en la voz y el acento que sólo años después podré identificar con el agrio arrobo del mezcal. México es una bruma incierta en cuyo centro puntual anida la desvencijada vecindad del Chavo del 8, el mismo al que le copiábamos los latiguillos para decir: “fue sin querer queriendo” cada vez que nos mandábamos una cagada. Rajá Lacan pero ¿es concebible que apenas un Gómez y una “s” separen a los dos hombres que más han hecho por meternos a México en la piel? Gracias miles Robertos Bolaños. Por esa misma época México se convierte en un lugar donde sufre mucha gente y la palabra que retiembla en los noticieros es terremoto y apenas un año después el mismo lugar donde el Dios Pagano de mi tierra hace feliz a los suyos con la profecía cebollita autocumplida: “mi sueño es jugar un mundial”. Después de este clímax México se va de la tele y vuelve, corregido y aumentado, en los libros. Ahora es el infierno personal de un cónsul que al Satán de cantinero lo mira torcido y le pide mezcal y yo ya pienso que algún día tendré que ir, tendré que estar, yo mismo, bajo el mismo volcán. De ahí en más México crece y deviene una geografía mítica, es decir, literaria y cuando una novela que evoca en su epígrafe a aquella otra, fundacional, vuelva a sacarme a pasear por las calles del D.F. y los Desiertos de Sonora yo ya sabré que el destino me guarda un tequila en la mesa del mismo bar en el que una noche de niebla tóxica del DF dos poetas se encontraron y se dijeron sus nombres.
Por eso nadie se extrañe que escriba como loco o no diga ni una palabra; porque a México ya lo tengo bien guardado en dos o tres estantes de mi biblioteca. Voy simplemente a confirmarlo, a sufrirlo o refutarlo, a superponer palabra y territorio y no se culpe a nones si termino estas líneas con el grito primal del turista cachorro:
¡Viva México, Cabrones!
Ariel Idez