El Mate Tuerto
"Se fingirá el saber que no se tiene."
28 noviembre, 2011
22 noviembre, 2011
El yo-yo Russell
Yo, yo y yo. Y si queda espacio, también yo. La literatura auto-referencial es pura confusión que encubre el verdadero fenómeno: un autor desbocado. Que no se dedica a describir el mundo o a pintar su aldea. (Lo que es una bendición: basta de confundir oficios. Un teclado no es una brocha gorda.) Que no se aboca a la tarea de divertir, de ser un correcto artesano obediente de las reglas del género. (Otra bendición. Ya bastante tengo con agachar la cabeza ante mi jefe como para hacer lo que me diga un cacho de tela.) Que no arma un rompecabezas complejo con múltiples personajes. (Porque los narcisistas no tienen la capacidad suficiente como para resolver acertijos engorrosos.) El autor auto-referencial pone el carro delante del caballo y a él por delante de la historia. Y todos trinan. No a coro, porque la gente nunca se pone de acuerdo. Por un lado, gritan “aburrido” –porque ellos creen que solo los divierte “una historia bien contada”, y cuando el autor aparece en primer plano, los límites del relato se difuminan-; por el otro, se indignan: “¿y a mí qué me importa cuál es el postre favorito de tu abuelita?”.
Y en el fondo, todos tienen razón.
Así que hacerles ver que, a pesar de eso, hay algo que se les escapa, es todo un triunfo.
Pero bueno, hay antecedentes notables para todo. Por ejemplo, qué se yo: Henry Miller. Acá tenemos una primera persona, como en cualquier autobiografía, contando parte de su vida, como en cualquier capítulo de una autobiografía, durante 200 o 300 páginas, como en cualquier novela más o menos estándar, desde una primera persona desaforada. Como en muy pocos lados.
Miller es hijo directo del hombre del subsuelo de Dostoievski, muy dispuesto a poner los trapitos al sol, lavar la basura fuera de casa y todas esas cosas detestadas por los códigos del mundo del fútbol. Mezcla un egoísmo hiper-narcisista que raya en lo ridículo –en abundantes dosis de priapismo dispuesto a trasmutar en poncho cualquier agujero- con cierta búsqueda ética de runfla existencialista (algunos años antes de que la cosa se pusiera de moda) con visos epifánicos de corte budista. Lindo mambo, tenés.
Sumen a Philip Roth. Incluso cuando no dice “Philip Roth”. Incluso cuando se camufla. El nombre es lo de menos.
Este es un primer modelo. Si quieren, “propiamente norteamericano” –hasta que encontremos algún caso que lo desmienta. El segundo podría ser “propiamente no-norteamericano” (perdón). Acá el autor se pone como personaje, abandona la primera persona, se toma en solfa (un poco), se pone como clave, pero también como uno más. Lo fundamental: no protagoniza. Pienso en el Sábato de “Abbadón”, y ya que estamos, pienso en el Houllebecq de “El mapa y el territorio”, que me cuesta no recomendar un montón, así que para qué reprimirse. Podría pensarse que acá no hay mesianismo, pero ya les dije: Sábato y Houllebecq.[1]
El tercer tipo de literatura del yo es la que está de moda. Sebald/Vila-Matas/Levrero. El auténtico Eje del Mal. Es “del yo” porque el autor dice ser el autor, y te cuenta mucho de su –intrascendente- vida cotidiana. Hay: mezcla de registros (ensayo, crónica, algún poemita, autobio y pure fiction), un si es no es moderno en la voluntad de hacer algo (i) nuevo, (ii) superador, y (iii) actual, y muchas ganas de apropiarse del relato (de hacerlo verdaderamente propio… no sé qué quise decir con esto). De todos los que nombré, el que más me gusta es el Levrero de “La novela luminosa”. Pero si solo van a darle una oportunidad al sub-subgénero, léanse “Tres reflexiones acerca de la muerte”, un cuento de William Vollman que consiguen en el volumen 1 (el único en el mercado) de “Lo mejor de McSweeney’s”.
Después está Polleri. Qué capo, Polleri. El tipo solo escribe autobiografías. Por ejemplo, la de un muñeco de ventrílocuo (en “La inocencia”). Por ejemplo, la del autor de “Gran ensayo sobre Baudelaire” (en “Gran ensayo sobre Baudelaire”). Por ejemplo, la de loquitos, artistas y lúmpenes (en el resto). Léanlo: nadie escribe como él. Tiene el envaramiento del Dostoievski de “Apuntes del subsuelo” (link a Miller) y la agilidad poética de estos tiempos de un pendejo como Martín Dubini. (A propósito, vayan a http://www.agenciadecontrol.blogspot.com/ y después me cuentan.) Yo quisiera escribir como Polleri. O como Dubini.
La pregunta es: ¿y los blogs? ¿Y las capas geológicas de pequeños burgueses que en algún momento de nuestras vidas hicimos semi-públicos nuestros (escasos) triunfos y (múltiples) derrotas, en formato blogspot, wordpress et alt? ¿Qué tienen que ver con todo esto?
Bueno, de momento: nada.
Matías Pailos
[1] A los que podríamos sumar al David Foster Wallace que protagoniza –o sea: no lo podemos sumar- la última novela de David Foster Wallace, “The Pale King”, todavía no traducida al español. La producción de este artículo decidió por voto dividido mencionar este hecho en una nota al pie. (Notabene: no sé en qué quedamos, entonces. ¿Mando o no al tacho lo de “no-norteamericano”?)
Etiquetas: Micronsayos
09 noviembre, 2011
Capturas, capítulo uno.
Le queda un mes de diálisis
este gobierno es infame
in-fa-me
te puedo asegurar que
si se cae Venezuela
Me dijeron que tuvistes
un problema.
Lo vendiste a Italia
y te estafó
qué cagada
si hubiera estado yo
en el medio
a mis pibes los vio
diez veces
me fui en el noventaitrés
ah, el marido de
la hermana de tu señora
Mirá, en Italia, la justicia.
Yo me rajé justo a tiempo
dije “el uno a uno no se sostiene”
Pero podés hacerle juicio
Vos sabés que Italia es
una gerontocracia.
Si yo quiero cambiar
mi vida, el día de mañana
la cambio.
Vos me hiciste un favorazo
en aquella época.
Era un tipo que laburaba
perfecto
cuando estaba bien era
una máquina
Murió
Una autopista de montaña
entre Bologna y Firenze
me lo tragué a cien kilómetros por hora
no había nadie en el auto
nadie
No existía el dueño
gracias a Dios
me podría haber matado
Una época muy jodida
cuando el Euro bajó mucho
no se podía importar
Tuve un infarto
no fue una cosa grave
Stress
No se puede vivir con un
35% de inflación anual
En fin, Dany, vamos
a otro tema
¿Cómo están en el
aspecto económico?
Como todo profesional
Yo me acuerdo que
era una chica magnífica
cuando nos divorciamos
con Nina yo hice
un año y medio
de terapia
Hoy somos dos
muy buenos amigos
así que la historia mía
ya la sabés, Guillermo
Los pibes de ahora
no se la juegan.