Katie Phillips_¿Qué te parece aquí?
_Estupendo
_Es el primero de esta parte de la casa. Ya no queda más lugar en la repisa ni sobre la chimenea.
_Siempre envidié tu talento para la decoración, Dorothy
_”Señorita Enjuague Bucal 2003”
_Ella es fantástica.
_¿Sabes qué, cielo? Estoy pensando en agrupar sus diplomas por rubros. Aquí irán los del cuidado del cuerpo.
_Y tú también eres fantástica, por supuesto.
_Bueno -dijo Dorothy sonrojándose- soy su madre después de todo ¿no es cierto? Después se alejó unos pasos y extendió sus brazos y separó los pulgares a noventa grados de las palmas de las manos, como un director de cine que prepara un encuadre o un entendido al observar una gran pintura. Enumeró: Miss Shampoo Infantil 03’ Miss Maquillaje Hipoalergénico 02, Miss Polvo Pédico 02’ Pequeña Señorita Ortodoncia 01’. Ese fue el primero ¿Lo recuerdas?
_Imposible olvidarlo, cariño.
Michael se dirigió a la cocina. _Voy a prepararme un sándwich. ¿Quieres café?
_Sí, querido, gracias.
Michael abrió el refrigerador y comenzó a buscar los ingredientes. Sobre la mesada de la cocina se fueron acumulando las rebanadas de pan integral, la mantequilla de maní, el atún, los pepinillos, el pastrami y un tomate. Después Michael puso dos rebanadas de pan en la tostadora e hizo descender la palanca con una suave presión mientras observaba la puerta de la cocina abrirse lentamente, como si aquellos dos mecanismos estuviesen relacionados.
_¿Recuerdas entonces? dijo Dorothy.
_Ah, sí, tu café, dijo Michael y se dispuso a accionar el interruptor de la cafetera.
_Olvídalo, no funciona.
_¿Cómo, no la habías llevado a reparar la semana pasada?
_Se averió al otro día.
_Mierda, masculló Michael. Miró a Dorothy, ambos sostuvieron sus miradas un instante, después echaron a reír.
_No, cielo, no creo que en ningún estado se celebre “La Señorita Café”.
Dorothy se puso seria _Tal vez en Texas…
Volvieron a reír.
Michael abrió el aparador y extrajo la cafetera manual.
_Yo no me refería al café, dijo Dorothy.
Michael puso la base hueca de la cafetera bajo el grifo hasta cubrirla de agua.
_Aquel concurso; se veía tan bonita con esos frenos. Michael destapó el café molido y lo acercó a su nariz. Aspiró profundamente. _No podía pagarlos con el sueldo de la fábrica, cariño.
_Oh, claro, sí.
Michael dejó caer las dos cucharadas colmadas de café en el filtro metálico de la cafetera manual. Le gustaba observar cómo los minúsculos granos de café se precipitaban al vacío. Como arena.
_No lo sabíamos cielo. No teníamos idea.
Michael puso el cacharro al fuego. _Y todas esas niñas, con sus perros caniches, sus cintas de colores, sus asistentes personales, sus peluqueros…
_¿A que circo hemos venido? ¿Recuerdas? Eso dijiste cuando entramos en el salón.
_Por Dios, Dorothy, si más de la mitad de las niñas se habían puesto frenos sólo para poder participar.
_Marchémonos, dijiste.
_Dos o tres llevaban puestas unas batas con el nombre de centros odontológicos bordados en la espalda, como si fueran malditos boxeadores.
_Nosotros nos vamos, dijiste aquella vez.
_No dije eso.
_Nos empujaste hacia la salida.
_Y tu dijiste “pregúntale a Katty”
_Dejamos que ella decidiera.
_Santo Dios, era una niña de ocho años, Dorothy.
_Ella se quiso quedar, fue su decisión.
_¿Donde está ahora?
_En su cuarto. Descansando.
_Pobrecilla, debe estar agotada.
_Ella es feliz, Michael ¿Lo entiendes? Es importante que lo entiendas. Ella es respetada. Ella es alguien.
_Vamos a verla, propuso Michael.
_Si tu quieres.
Subían la escalera procurando no hacer rechinar las maderas a cada paso.
_Michael, cielo.
_Qué, nena.
_¿No crees que deberías retomar tu empleo en la fábrica?
_No.
_Mike, ¿Y qué dices un medio turno?
_No.