El Mate Tuerto

"Se fingirá el saber que no se tiene."

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Nombre: El Mate Tuerto
Ubicación: Argentina

31 mayo, 2009

Gorila

La definición dada por el Diccionario de la Lengua Española Espasa-Calpe, año 2005, es otro ejemplo más de enunciado verdadero y desatinado.

Gorila. Mamífero primate de unos 2m de altura y color pardo oscuro;
tres dedos de sus pies están unidos por la piel hasta la última falange. Se alimenta de hojas y frutos y habita en África, a orillas del río Gabón.

Tampoco aciertan a acotar el objeto de disertación, aunque contribuyan al fin por contigüidad, la primera (“fascista”) ni la tercera (“Partidario de la Revolución de 1955” –aunque esta se acerca un poco más al punto-) acepciones del diccionario virtual “Babylon” (http://diccionario.babylon.com). (La cuarta (“Individuo prepotente, matón”) y la quinta (“Guardaespaldas, custodio”), de modo claro, se alejan de la cuestión.) La segunda, no obstante, da en el blanco.

Gorila. (pop.) Antiperonista

Es notable la difusión del gorilismo, casi tan extendido como la negativa pública a reconocerse como tal. El gorila suele avergonzarse de su gorilismo, y lo niega una, dos y tres veces, a sol y sombra. (Me pregunto si en su coleto hacen otro tanto. Supongo que es una buena medida de la eficacia del aparato represivo de sus psiquismos.) Dice cosas como

-No soy gorila: solo no soy peronista. ¿Por qué los peronistas creen que todos los no-peronistas somos gorilas?

Por supuesto, mucho peronista cree eso. Pero boludos hay en todos lados. Desde ya que hay no-peronistas que no son gorilas –y muchos más de los que a usted, gorila amigo, le gustaría que hubiera. Pero usted –sí: le hablo a usted-: usted es un gorila hecho y derecho. No me mienta. No lo niegue. ¿Cuándo fue la última vez que votó a un peronista?

-¿Qué, eso me hace gorila?

Bueno, está bien. Dígame cuándo fue la última vez que estuvo a punto de votar a un peronista.

-¿Qué, eso me hace gorila?

Bueno bueno: dígame cuándo fue la última vez que consideró la posibilidad de votar a un peronista.

-¿Qué, eso me hace gorila?

Dígame (sea sincero): ¿considera que el peronismo es la causa de buena parte (de todos, no sea tímido) los males de la sociedad argentina.

-¿Qué, eso me hace gorila?



-No te discrimino. Solo creo que Argentina estaría mucho mejor si nunca hubieran gobernado y nunca hubieran existido.

Claro: esta creencia puede ser enervante (para los peronistas), pero verdadera. Por supuesto. Creer que Argentina estaría mucho mejor si nunca hubieran gobernado los gorilas y si nunca hubieran existido también puede ser verdadero. Pero piense qué creería usted, intelectual amigo, de alguien que creyera que los intelectuales son el origen de todos los males, y que Argentina estaría mucho mejor si no existiera Puán, Sociales ni la Secretaría de Cultura…
Como acertadamente señaló un colega, profesor universitario y uno de los ejemplares más excelsos de su especie –los gorilas-, frecuentemente se desestima argumentos gorilas con el secillo expediente de indicar

-… qué gorila que sos…

Lo que claramente no es ningún argumento (correcto, sino un ad hominen –del tipo de las falacias- del tamaño de una casa). Pero como ya se señaló: boludos hay en todos lados.
Creo que el mayor problema de los gorilas es uno que, curiosamente, los emparienta con los peores peronistas (si hay algo que no puedo resistir: son las cacofonías): darle importancia al peronismo.
¿Qué es el peronismo? Seguro: un fenómeno bastante complejo. Pero, entre otras cosas, es una fuerza política más, con tan o tan poca cohesión ideológica como cualquier partido de masas. (Pueden, si quieren, verificar una dispersión ideológica análoga en el bando correligionario, en donde tributan desde socialdemócratas –Alfonsín (nuestro fiambre de cabecera)- hasta neoconservadores –De la Rúa.) Al peronismo hay que restarle importancia. Hay que tomarlo como parte del paisaje. Eso va a ayudar a no ver al compañero o al compañero gorila como alguien rotundamente (irreductiblemente) distinto. Eso va a ayudar a muchos, y en particular a quien esto escribe, a que cuando se confiesa peronista no se le queden paralizados en una mueca de incomprensión, incredulidad y desdén antropológico. (Te miran como mirarían a un simpático neanderthal paseándose en paños menores por la 9 de Julio con dos grados bajo cero.) Lo que sigue es una pregunta:

-¿En serio me decís?

A lo que sigue otra pregunta:

-Pero no estás con el gobierno… ¿no?

A lo que sigue una larga explicación tendiente a aclararte por qué ellos no tienen nada contra el pueblo peronista en particular, que son absolutamente tolerantes, pero que no pueden más que… y acá intentan trasmutar su odio o aversión en argumentos. Todo lo cuál constituye una experiencia impagable. Nunca me hubiera imaginado que para sentirme parte de una minoría discriminada iba a tener que votar lo que votan todos.

Matías Pailos

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24 mayo, 2009

Estado de situación

¿Cuánto? Yyy… dos meses, más o menos… no, no tengo idea… falta de ganas… ¿normal? ¡Rarísimo…! Tiene razón: no es eso. Pero antes les entraba aún sin ganas. Antes cogía si tenía oportunidad. Que fuera linda era un adorno, no una precondición… aunque no me calentara, en efecto. No sé… los años de abstinencia forzosa, supongo. La necesidad de compensar. Tiene que entender que después de debutar pasé años (años) sin ponerla de nuevo. Años, ¿entiende? Años sin pensar en otra cosa y sin poder acceder a la cosa. Años. La amistad se consolidaba alrededor de una pregunta: ¿alguna vez la pondremos? Llegué a pensar… bueno: es así. Algunos la ponen, otros no. Vos sos de los que no. Asumilo y seguí adelante… ¡Para el culo! ¿No me conoce a esta altura? El zen es un espejismo en el desierto, y yo estoy cagado de sed… el cambio fue radical. Y abrupto. De repente estaba poniendo huevos en varias canastas, todo el tiempo… no sé… ¿Seis años? ¿Cinco años…? Hubo semanas en las que no viví. Hacía malabares para llegar a todos lados… no: eso no puede durar. Estás pelotudo, hecho un zombie, te dormís parado en el colectivo… descartás… sí… sí te dicen. Siento que quedo como el culo, todo el tiempo. Pero… la cosa es que hace dos meses… ¿O más? No me acuerdo… menos ganas, sí. Mucho menos. Y más esporádicas. En general, son insuficientes para hacerme pasar a la acción… sí, ya sé, ya sé: el doctorado, el objetivo cumplido, la nuevo etapa… no sé… no sé… no: yo no me deprimo… esa es la cosa: no estoy seguro de estar pasándola mal… no-no-no: no me angustia no ponerla: me angustia que no me angustie no ponerla… sí, puede ir retirando el cartelito de “estás madurando”, gracias.

Matías Pailos

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21 mayo, 2009

Memoria del subsuelo

El flaco no tiene más nombre que los acordes melodiosos que le sonsaca a su guitarra. Es una mañana atroz en la estación Carlos Pelegrini, un lunes pesado de agobio en el otoño recalentado y global. El flaco lleva puesta una remera negra, un pantalón cargo, el pelo ya escaso pero largo, el arito a la izquierda y una barba cultivada con la desprolijidad precisa que distingue al bohemio del militante. A las monedas que le arroja la azarosa caridad del pasaje, las fauces de su estuche suman una colección de cd’s temáticos: tango, bossa, jazz, folclor. Ahora mismo los dedos se le empalagan desgranando las notas de “Como un día de domingo”, curiosa canción para entonar un lunes. Pero de pronto se queda suspendido de un acorde “como un día de…” Con su pausa repentina el guitar man ensaya una reverencia, un monumento al cariño hecho de puro silencio. Entonces lo veo besar en la mejilla a una joven empleada de maestranza. Hay una nota al pie del tiempo en ese beso robado a las obligaciones cotidianas en lo que dura un acorde en suspenso, un Doisneau porteño, proleta y bajo tierra. El hechizo se quiebra con la fugacidad del instante a la caída de la nota “de domingo”. La muchacha de uniforme violeta y apliques reflectivos amarillos en las mangas prosigue con su pulcro carretear en la senda reluciente que dibuja su escobilla. El guitarrista culmina la saudade y, tal vez olfateando turistas o enviando un mensaje secreto y sutil, la emprende con “el día que me quieras”. Imagino la posible historia de amor, él en la rebelión a la conservadora existencia de conservatorio, ella en el trajín agotador desde el suburbio bonaerense, recluidos en el departamento de un ambiente que él habita. A ella mirando por la ventana llovida y pidiéndole que saque temas de Gilda del fondo mágico de su guitarra. Ajeno al romance que vive en mi cabeza, el guitarrista interpreta el tango con su virtuosismo calmo, jugando a decorarlo con todos los acordes posibles. En eso estoy cuando retorna la bella barrendera bonaerense surcando el carril invisible de la limpieza y, cómo si él supiera, la ve pasar y le guiña un ojo cómplice y le dedica su nota más hermosa y ligera, rememorando quizás la noche aquella, en la que intercaló entre los acordes de “Noches vacías” una nota dulce y melancólica de Django Reinhardt y unió en imposible matrimonio a la virgen proletaria con el gitano exquisito.

Ariel Idez

18 mayo, 2009

Él sobre la última de él

Tanto en las obras más experimentales como en las más reflexivas, usted es fiel a una prosa sencilla, a menudo puramente informativa. ¿No le atrae la experimentación lingüística?
—Quiero que el lector vea lo que yo vi en mi imaginación, y que lo vea exactamente como yo lo vi. Para eso se necesita claridad y precisión, y no juegos de palabras. Sin embargo, hace poco me pasó algo curioso. Leí una novela de un joven escritor que me imitaba, deliberada y confesadamente, a modo de homenaje. Estaban todos mis temas y procedimientos y personajes, y me resultó muy halagador y gratificante. Pero al terminarla dije: “Es una novela mía, escrita en prosa”. Es decir, sentí que faltaba algo, que hasta entonces no había sospechado que estaba en mis novelas.

Entrevista a César Aira, Suplemento de Cultura Perfil, domingo 10 de mayo de 2009.

(el link de la novela, a su izquierda)

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14 mayo, 2009

La previa

Uno ya está instalado en casa ajena, que más que casa es un departamento estrecho –o no tanto- de soltero sobre una populosa avenida porteña. Ya fueron a por las birras, el fernet y su complemento agente: la coca-cola. Segunda cerveza y tercera empanada y décima disquisición acerca de la naturaleza femenina y las ventajas de la soltería, solo evidentes para los novios eternos una vez separados. (El discurso del varón en su reencuentro con la vida sin novia –si es una vida buscada, y no una pared que se erige imprevistamente tras una curva tomada a toda velocidad- es invariablemente el de quien se despoja de un peso semejante al de eso que sostenía Atlas. Hay tanta, pero tanta sorpresa cuando hablan acerca de lo que ella –la soltería- sea, que uno no puede más que descartar toda sospecha de exageración del converso.) Cae otro comparsa al entuerto. Se tira en un sillón destartalado, o en un puf, o en la cama o en una silla cualunque. Lo importante es el modo: el tipo se tira. Se le ofrece cerveza. Retruca: ¿porro? Se pica, se arma, se prende. El recién venido se ve en la necesidad de recuperar el tiempo perdido empardando con los contertulios establecidos la cantidad de palabras emitidas. Se larga a contar una historia. ¿De qué? De recién separado. Cuando está por llegar al final de la diégesis, cae el cuarto y último parroquiano. Cantidad de cervezas de litro vacías hasta el momento: 4. ¡No! ¿Estabas hablando de cómo decirle? A ver-a ver-a ver: me interesa. Entonces, medio para fastidio de la platea asentada, y para satisfacción del narrador, la historia comienza –esta vez, medio como farsa. Si bien no hablan todos a la vez, el relato está acompañado en todo momento por una variopinta gama de comentarios, la mayoría con forma de burla al narrador –en varios tonos: solapada, abierta, procaz, a voz en cuello. Nuevas disquisiciones sobre la naturaleza femenina, sobre la diferencia entre veinteañeras y treintañeras y veinticincoañeras, entre novias, amantes y novias(de otros)-amantes(propias), sobre la propia posición frente a los distintos tipos de mujeres y los distintos intereses que se pueden tener con respecto a ellas: cogérselas y no verlas más, cogérselas por unas semanas o meses, cogérselas y ponerse de novio, cogérselas y… no, no hay mucha más cosas para hacer con las mujeres, dice uno. Amiga, retruca el narrador, que es sodomizado por su declaración. El debate se polariza: no hay amigas / todas son amigas. Se caen en cada uno de los lugares comunes y, con el nivel de faso consumido, la gente ya se ríe de cualquier pavada. El dueño de casa retira de su mochila la máscara de hombre-araña adquirida a bajo costo en La Salada, y comienza una disertación acerca de las virtudes de la castidad. Es sodomizado. Alguien reflexiona acerca de la naturaleza homosexual de la amistad masculina. Es sodomizado y cagado a piñas. Cantidad promedio de secas prodigadas por contertulio: 6. Un tercero señala, desaprensivamente, que hay uno entre ellos que todavía no ha sido sodomizado. Se procede a sodomizar al virgen. Después, se sodomiza de nuevo al discursero, por buchón. Uno, en la quinta dimensión creada por las secas y las bebidas de baja graduación alcohólica, se pone a buscar en youtube videos del hombre-araña. Después de varios aburridísimos que despiertan las ansias sodomizantes de la platea hacia el buscador, se da con la escena en que el hombre-araña detiene la inminente y segura caída del tren en el abismo y, justo antes de perder la conciencia, es alcanzado por las todas las manos de los pasajeros, elevado a las alturas y obligado a realizar un mosh que deja manifiesto los nexos entre el héroe y la comunidad de la que emerge. Todos lloran como buenos putos del orto. La excitabilidad en la que el porro y las lágrimas los ponen propicia una nueva ronda sodomita. Uno le comenta a otro que estuvo escuchando a ese grupo del que el otro le había hablado. ¿Cuál? Le dice, lo que desata declaraciones públicas de fanatismo por parte de un tercero. Se busca en youtube el video correspondiente y, al grito de

Ahooora-estoy
Arriiiba de mi casá
Con un riflé

por dos, es decir,

Ahooora-estoy
Arriiiba de mi casá
Con un riflé


, abren la puerta, generan un bola de sodomizaciones por las cuáles A sodomiza a B que sodomiza a C que sodomiza a D que sodomiza a A, bajan rodando las escaleras y atraviesan el vidrio de la entrada.

Matías Pailos

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10 mayo, 2009

ESO

Ahí está, ahí descorren el telón y ahí aparece. Ni jóven ni viejo. Exótico. Incomprensible. Magnético e hipnótico. El hombre del momento. El hombre-insignia. La voz de una generación. Alguien con un mensaje. Un mensaje ilegible. Un mensaje en otro idioma. Uno que nadie entiende. El hombre del que todos se preguntan si entiende. Si sabe que es él. Si sabe que es hipnótico y magnético e incomprensible. El hombre del que algunos se preguntan si tiene en verdad un mensaje para dar.
Su nombre no exime de comentarios. Más bien los aglomera. De pie frente al micrófono, parece que no sabe qué hacer con las manos. Acaso si se sacara esa capucha todo andaría mejor. Pero claro: acaso si se hubiera sacado la capucha no estaría ahora ahí, frente al micrófono, abriendo las manos en clara alusión a Cristo en la cruz antes de desmayarse, a punto de entrar en la eternidad de la fama que lo condujo por los libros y los alientos hasta esta mención rockera y posmoderna de fin de década de la que solo se rescata su aspecto icónico y abre las manos. Despliega los dedos. Afila y apunta. Tensa y espera. Ya acude. Solo un poco más de silencio. Un poco más. Un poco más. Ahora. Ahora. Ahora. Los veinte mil bípedos implumes que pueblan el aforo en el cruce de la calle 33 y la 7ª Avenida se agitan, se contorsionan, abren la boca y se inicia la exhalación que segundos más tarde (ahora) será (es) el griterío que asola al fantasma que recorre este mundo: los medios. Patrick Fernandes está en cada casa, en cada calle, a cada segundo. Y algunos se preguntan por qué.
La música. Y un escalón debajo, la rara fascinación que ejerce la capucha, o lo que hay detrás. Y a propósito: ¿qué hay detrás?
Y a propósito: ¿qué idioma es ese? ¿Qué ruido habla? ¿Sabe lo que dice?
No es inglés. Tampoco, contrariamente a lo que Rolling Stone pensaba (a lo que cada americano, ¡por Dios!, pensaba) es español. Y bien podría haber sido español porque Patrick Fernandes nació, se crió y habita (sí: todavía habita) los bajos fondos del “país más austral del mundo” (según el slogan que circula en sus textos escolares de formación primaria): Argentina…, donde da la casualidad que el español es la lengua oficial.
Pero no es español. No es ningún otro lenguaje natural porque no es un lenguaje natural. No es un lenguaje artificial porque no es un lenguaje. Eso, quizás, sea haber llevado las cosas demasiado lejos.
¿Puede un cantautor ser el principal artífice del cambio revolucionario epocal por lo que canta, y que nadie sepa lo que canta? La hipótesis más simple indica que lo que PF canta son secuencias de un lenguaje, y que esas secuencias dicen algo. Curioso: algo dicho que es indispensable e incomprensible. Un desarrollo subsidiario de esta hipótesis más simple indica que lo que dice lo dice en un idioma que nadie, en este mundo, comprende. Ni él.
Eso, quizás, sea haber llevado las cosas demasiado lejos.

Glosolalia (en griego, glossa, "lengua"; y lalein, "hablar"), conocido también por "don de lenguas". El término tiene varias acepciones: en medicina es una enfermedad padecida por personas de diversas razas, incluyéndose entre éstas, al escritor J. D. Salinger. En terminología médica, se refiere a una enfermedad que afecta al lenguaje, que consiste en la invención de palabras adjudicándoles un significado. El origen del término, sin embargo, es religioso y se refiere al fenómeno de hablar una lengua desconocida durante un éxtasis místico, hecho que se considera inducido por una divinidad. La glosolalia es muy frecuente entre miembros de ciertas corrientes religiosas cristianas como el pentecostalismo protestante y el movimiento carismático católico. (http://wikipedia.org/wiki/Glosolalia.)

Nada de esto sería un problema grave si PF accediera a dar notas, o a escribirlas, o a traducir sus afirmaciones en algún lenguaje conocido (preferiblemente el inglés). Siquiera a comunicar sus pensamientos, por más marginales que sean. Pero PF prefiere llevar las cosas demasiado lejos. PF no habla en público.
A propósito: la excursión realizada por Rolling Stone a los camarines del Garden después del recital constituye el duodécimo fracaso del proyecto de entrevistar a PF. Compone, a la vez, el duodécimo fracaso de un proyecto menor –y objetivo subalterno: verlo sin la capucha puesta.
Demos un paso más. PF no se muestra en público más que con esa capucha facial al estilo del Dr. Crane (alias “el Espantapájaros”) de las “Batman” filmadas por Nolan, que tapan toda la cabeza –cara incluida-, y no meramente su parte dorsal. Del aspecto privado de su vida no hay registros. Ni filmaciones, ni fotografías, ni impresiones grabadas o escritas. Nadie ve, nadie oye, nadie habla. Pero en las grietas está el traidor, que acecha.
Matías Pailos es el guitarrista de la banda y, presuntamente, mano derecha de Fernandes. A diferencia del líder de su banda, Pailos está dispuesto a hablar hasta por los codos.

Matías Pailos

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06 mayo, 2009

Apuntes sobre México III (Notas sueltas)


- Camellos en el Corán
o Un restaurant en San Pedro de Pochutla decorado con guirnaldas de colores y fotos y reproducciones de cuadros de Frida Khalo en las paredes.
o Un guía turístico mexicano que exclama “síganme los buenos” para que su grupo vaya tras de él.

- Si ud. puede pronunciar 10 localidades seguidas de México sin confundir sus nombres Nahuátl ya no habrá trabalenguas capaz de amedrentarlo.

- 2 de cada 3 publicidades de la TV mexicana son de antiácidos. Una semana sometido a la dieta del lugar y el fenómeno se explica por sí solo.

- La vieja no es la madre sino la chica.

- Cada vez que un vendedor ambulante pregunta ¿Con chile? empuñando un pomo de salsa verde sobre el bocadillo recién adquirido en realidad está preguntando ¿te la bancás? El temerario sentido del honor seguramente acabará al oír esta pregunta en labios del heladero.

- Revisar los apodos de los capos narcos llevará inevitablemente a la siguiente conclusión: son campeones de lucha libre frustrados.

- México: el lugar ideal para que los hombres mueran, las mujeres lloren y los escritores se extravíen.

- Juan Villoro: “¿Habrá algo más extraño para un mexicano que estar en México?


Ariel Idez

02 mayo, 2009

Apuntes sobre México (la vida antes de la fiebre porcina) Lucha libre en Oaxaca II

Con ustedes, Challenger



La lucha preliminar “en mano a mano de alarido” nos presenta al “príncipe mixe” Kong Hayuuk versus Anger’s, el “hombre del alma negra”. Se trata seguramente de dos alumnos adelantados de la flamante escuela oaxaqueña de lucha que hacen sus primeras armas en el ring. El referee es Baby Lara, un postadolescente simpático que luce “calcetines” rosas y hará todo lo posible por favorecer al Anger’s hasta que el valiente príncipe le de también a él su merecida patada voladora y al que más tarde veremos con jogging trapeando la sangre de los luchadores, al mejor estilo circense en donde todos hacen un poco de todo. La lucha no es gran cosa pero al menos los pupilos le ponen ganas y tratan de compensar sus físicos flacuchos y esmirriados con la voluntad acrobática de sus golpes voladores. La segunda contienda “en relevo sencillo” nos trae a los técnicos Soberbio I y Soberbio III (Sólo Dios sabe qué ha sido del segundo soberbio) contra los rudos de Super Yarda y El Psicópata. En la lucha libre mexicana los buenos se dicen técnicos y los malos rudos. Éstos últimos suelen ser los preferidos del pancracio (público) aunque algunos luchadores alternan entre un bando y otro a lo largo de su carrera. De todas formas el luchador más famoso de la historia en este país era tan técnico que se llamaba El Santo, su popularidad alcanzó tal nivel que llegó a filmar más de 50 películas con títulos como El Santo contra las momias de Guanajuato o El Santo contra las mujeres Vampiro que en su conjunto constituyen un monumento al kitsch tan sólido como los músculos de su protagonista. El enemigo del Santo no podía ser otro que un demonio; Blue Demon lo enfrentó en antológicas batallas y lo secundó en varias de sus películas luchando codo a codo contra momias, monstruos y científicos locos. Aquí, mientras tanto, el público de la arena Ray Alcántara recibe con entusiasmo al Psicópata y a Super Yarda (que viste como futbolista americano con una máscara que simula el casco típico de ese deporte) y abuchea a los Soberbios. Al observar el comportamiento de la afición en las luchas se entiende la falta de violencia en el fútbol mexicano: los espectadores descargan su pasión e ingenio en una contienda en la que el resultado es apenas una contingencia más del espectáculo. “Angers, saluda a mis primas”, grita un plateísta; a Pequeño Turbo, un flaco enjuto enfundado en un traje de vinilo rojo lo rebautizan “chorizo” y Skull Killer, con apretadas calzas amarillas que lo obligan a ceñirse la cintura a cada rato, deviene “gaviota” para la inclemente platea.







Mini Zombi, se dobla pero no se rompe.



A partir de la 3ra lucha la cosa se pone buena con el relevo de tríos entre dos equipos “de puros rudos” Zigfried, Arkanos y Perro Mastín contra Águila Real, Skull Killer y Challenger, éste último destaca entre todos porque semeja una cruza perfecta entre carnicero de barrio y actor de reparto de telenovela mexicana: canoso de bigotes, más gordo que grandote y con su sobrepeso enfundado ridículamente en un traje de vinilo negro parece que sus días de gloria en el pancracio han transcurrido hace mucho tiempo y ahora sólo le queda rememorar esas jornadas en el polvo triste del ring de barrio. Sin embargo resultará extrañamente conmovedor cuando lo veamos trepar hasta la segunda cuerda y definir la contienda con un salto hacia atrás acompañado por un medio giro en el aire para caer con toda su humanidad (y es mucha) sobre el pobre Perro Mastín y llevárselo puesto hasta la lona y la definitiva cuenta de tres. Más que meritorio lo del Challenger, ya de por sí constituye un mérito para un luchador el poder sostenerse en pie después de los 60 años. El oficio no es para cualquiera: las constantes caídas, cortes, golpes, contusiones y torceduras hacen que muchas figuras del ring terminen sus días en sillas de ruedas. Las hernias de disco, los pinzamientos cervicales, las lesiones cerebrales, la hemiplejías, apoplejías y cuadriplejias son el nombre de las llaves con las que el destino les tuerce el brazo a estos gladiadores indomables.
Pero mejor hacer silencio, porque Demon Red, micrófono en mano, está anunciando la cuarta lucha de la noche: una revancha familiar “reforzada”. Los Caballeros de la Muerte junto a Pequeño Turbo versus los Zombies secundados por Kraneo. Parece ser que hay una pica histórica entre estos dos clanes familiares; el público, excitado, huele sangre y clama por un combate a todo o nada. El Caballero padre es un gordo retacón, su hijo, el caballero Jr. luce una máscara de cuero que debería granjearle el apoyo de la porción sadomasoquista del público y el Pequeño Turbo, con su traje rojo y su cuerpo de espárrago se gana el mote de “chorizo” con el que lo atormentará la afición. Del otro lado aguarda la “tercia infernal” con Kráneo y su máscara cadavérica ideal para salir de farra el día de los muertos, el Zombie, un gordito con brazos ridículamente pequeños y su hijo, el Mini Zombie, quien haría mejor haciendo las veces de mascota que involucrándose en la lucha. Imposible calcular la edad del menudo mini, tal vez áun le resten algunos centímetros por crecer. Abismo Negro cuenta que debuto en la lucha a los 10 años por el faltazo de un gladiador. Sus colegas adultos lo recibieron con tanta calidez que lo dejaron dos días en cama, pero se repuso y hoy es una de las figuras de la lucha a nivel nacional. Aunque incluso detenido en sus escasos 150 centímetros el Mini Z puede albergar esperanzas: el luchador mexicano más famoso puertas afuera es el Rey Misterio, figura estelar de la WWE norteamericana con su metro sesenta y cuatro de estatura y sus 75 kilos de peso. Resulta toda una experiencia ver alguna de sus luchas por youtube, en las que a fuerza de cabriolas, saltos, golpes de acróbata y llaves aéreas aplicadas a toda velocidad hace frente a los toscos gigantes yankies anabolizados. Pero por ahora Mini Zombie es poco más que el hijo de papi y como tal deberá pagar el derecho de piso si quiere hacerse un lugar en la arena y continuar la tradición legada por su padre, como otras tantas figuras legendarias que han trasmitido máscara, nombre y fama a su progenie: Dr Wagner Jr. El hijo del Santo o Blue Demon Jr, héroes actuales de la lucha Mexicana.

Caballero de la Muerte (padre)



Antes que en el ring, la lucha comienza en las gradas, que dividen su apoyo a rudos y técnicos y antes aún de que podamos darnos cuenta cómo, el mini zombie está en el piso del cuadrilátero (escena repetida a lo largo de toda la lucha) y los caballeros lo están pateando a discreción. De ahí en más, el pandemónium: el ring queda vacío y la lucha se fragmenta y se multiplica en sus inmediaciones. Caballero padre castiga a Kráneo, Pequeño Turbo martiriza a Mini Zombie, Zombie mayor estrella la cabeza de Caballero hijo contra el borde del ring. Como en un cuadro del Bosco, es imposible capturar en una sola mirada la multitud de escenas que se suscitan: un abigarrado cuadro de golpes, sillazos, piñas y patadas voladoras. La repentina migración de público en algún sector anuncia el inminente aterrizaje de un luchador arrojado como bolsa de papas por su adversario. Las señoras gordas abandonan prestas sus banquetas metálicas para que un Caballero las abolle sobre la machucada testa del Mini Zombie. Cada tanto dos luchadores retornan al ring como para que la contienda recupere visos de legalidad pero pronto se arrojan desde esas alturas sobre el cuerpo de su enemigo y la lucha vuelve al llano. El público, mientras huye de los luchadores, parece experimentar un goce perverso con la golpiza que sufre el valiente (o resistente, al menos) Mini Zombie: tan pronto lo revolean contra las butacas, como le estrellan la cabeza contra la esquina del ring o lo alzan de los pelos y lo arrojan al piso para patearlo entre varios. La contienda resulta tan caótica y desprolija que es imposible saber quién va ganando, pero eso justamente es lo que menos importa, sólo se aprecian unos tipos que castigan y reciben como si trataran de subrayar la cita de Spinoza: “nadie sabe de lo que un cuerpo es capaz”. De pronto bajo la vista y veo sangre a mis pies, un reguero que dobla la esquina del ring y se prolonga más allá. En algún momento un luchador aparece con una guitarra en la mano y se la rompe en la cabeza a otro con percutida sonoridad de utilería. Finalmente y sin que quede muy claro cómo uno de los Caballeros pone de espaldas al Zombie y la cuenta de 3 señala el final del maelstrom guerrero. El saldo de la batalla muestra sillas abolladas por el piso, manchones de sangre y hasta pedazos de mampostería. A pesar de la ingente golpiza, el Mini Zombie luce en una pieza, el del Caballero Jr., en cambio, yace arrodillado en el ring, con la máscara rota colgándole como un colgajo de piel y el rostro bañado en sangre mientras un tipo de guardapolvo desabrochado con un estetoscopio colgándole del cuello como para darle más verosimilitud a su rol de médico, le marea una venda sobre la cabeza. El Caballero padre se hace del micrófono y se dirige al Zombie “Te vencí, cabrón, aunque me costó la sangre de mi hijo”. El muerto vivo clama por la revancha “Pos cuando quieras, cabrón”, agita el Caballero. Todo termina con la promesa de más golpes y sudor y sangre entre estos clanes archirivales que se juran la muerte y el odio eterno sobre la modesta arena oaxaqueña.




Caballero de la Muerte Jr. y las secuelas del combate



La última lucha de la noche promete el firmamento estelar de sus figuras: gladiadores importados directamente del Toreo de 4 caminos del D.F: Ojo de Tigre y Black Terry contra el Rey Tosco y Canek Jr. “el hijo del príncipe maya”. Pero, como en la aristocracia del porno, donde las estrellas femeninas jamás resultan sodomizadas, estos luchadores de formidable musculatura no sangran, no se despeinan y apenas si transpiran un poco para ganarse el billete con el que los tentaron a venirse hasta Oaxaca. La pelea, de hecho, culmina de una forma ridícula: después del paso de tragedia en el que Ojo de Tigre casi le quita la máscara a Canek Jr. este continúa luchando y en una vuelta carnero la máscara le sale despedida. Vemos al príncipe maya ayuno de todo su abolengo tapándose infantilmente el rostro. Después Canek tomará el micrófono y dirá con el pico lo que no sostuvo con el cuero, clamando una revancha sanguinaria para vengar su honor ultrajado. Ojo de tigre le responde con lengua de serpiente “¡No seas chiquillo! ¡todos vieron que la máscara se te salió por accidente!”. El final encuentra a todos los niños subidos al ring, dándose mamporros, saltando en las cuerdas hacia los brazos de sus padres y empujándose con los aficionados de máscara para sacarse fotos con los técnicos Canek Jr. y Rey Tosco.


Canek Jr. y Rey Tosco. Mucha calza y poca entrega





Salgo de la Arena renovado por tanta violencia de cartón: mil golpes y ningún chichón. Por la vereda de enfrente camina Pequeño Turbo; ya sin su traje de “chorizo”, cubre su cuerpo un vulgar jean y una chomba a rayas, pero, por supuesto, conserva la máscara. Lo veo caminar por Lucero a paso ligero con su bolso al hombro y doblar la esquina en Armenta y López. Camina rápido y tal vez rememora los pasajes de la lucha de hoy y sueña con la gloria de mañana, un lleno total en la Arena México: el delirio del pancracio al grito de Tur-bo, Tur-bo. Sueños que pesan en el bolso como los kilos de músculo que le faltan a su cuerpo esmirriado. Mientras tanto seguirá jugándose la vida en la humilde arena de Oaxaca, recibiendo golpes de gordos de cien kilos, cayendo de espaldas sobre las butacas, volando de cabeza a centímetros del parante de acero para helar la sangre del público. Todo sea para justificar el valor y la hidalguía que le infunde esa máscara que le ciñe el rostro y que se saca rápido a la tercera cuadra para meterla en el bolso y confundirse con el resto de los mortales.

Ariel Idez

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