Apuntes sobre México (la vida antes de la fiebre porcina) Lucha libre en Oaxaca I
No hay que ser Levy Strauss para entender qué enmascara esta obsesión por la careta en el Catch Azteca. Aby Warburg acunó un concepto genial, el de “vuelta a la vida de las iconografías”. En pocas palabras, hay ciertos motivos iconográficos tan fuertes que mutan y atraviesan distintas culturas simplemente porque su valor simbólico no puede ser dejado de lado sin más. Basta darse una vuelta por el Museo de Antropología del D.F. y ver las innumerables máscaras funerarias provenientes de todas las culturas mesoamericanas precolombinas y los disfraces de guerrero jaguar y guerrero águila de los aztecas o las canchas de pelota donde se enfrentaban las fuerzas de la luz y la oscuridad para comprender que eso con lo que los luchadores cubren su rostros es mucho más que un pedazo de cuero acordonado a la nuca.
Mientras aguardamos el comienzo la primera lucha de la tarde podemos merodear el ring side de la arena Ray Alcántara o adquirir una playera del “Huracán” Ramírez en oferta a cien pesos mexicanos o comprarnos un vaso de Coca y unas palomitas en el bufete del club; México es también ese país donde la gente habla como en las series de la tele. Mi indumentaria (zapatillas deportivas, pantalón cargo color caki, remera de tela inteligente, gorrita visera y mochila al hombro) me delata como vulgar turista a ojos vistas de la fanaticada afición. Temo que unas manos vigorosas me apresen, me encajen una máscara de prepo y me arrojen al ring bajo el apodo de “El Turista” para que alguno de estos bravos gladiadores me encaje una madriza que despierte la ovación del alborozado público. Pero en lugar de eso me encara un hombre mayor, chaparro pero de hombros fuertes y buen porte que me pregunta de donde vengo.
_Yo soy Demon Red –dice, como si se llamara Juan Carlos López- luchador profesional desde 1967, la cuarta licencia de Oaxaca. Ahorita estamos tratando de levantar la lucha libre por acá, que estaba muy caída, puros de afuera venían nomás. Después el demonio rojo de Oaxaca me extiende su tarjeta, donde se lee su alias civil de Francisco Pérez, presidente del Consejo Oaxaqueño de Lucha Libre Profesional y, por supuesto, figura la omnipresente máscara roja y blanca. Mientras hablamos la gente ocupa sus lugares en las banquetas plegables de metal y una voz por los altoparlantes pide que retiren a los niños del ring “porque aflojan las cuerdas”.
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