El Mate Tuerto

"Se fingirá el saber que no se tiene."

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Nombre: El Mate Tuerto
Ubicación: Argentina

24 diciembre, 2010

Mierda Autoindulgente

Los otros títulos que barajaba eran “La concha de tu hermana” (más agresivo) “La concha de la lora” (más sugestivo). Lo que tienen en común los tres es que no tienen una goma que ver con el contenido del –en fin- libro. “Libro” quizás sea una liberalidad excesiva de mi parte. Se entiende que es un modo de nombrar esa colección de relatos, probablemente los menos malos que escribí este año. Los links están por doquier: en el título de este post, pero también a su izquierda, justo debajo de ese cartelón que dice “Links”, señora.

La cosa empieza pum para arriba, con un taxista sexopa, escato y mitoma, ¿no?, que protagoniza el primer cuento. Al toque les encajo un manifiesto a favor de una estética a contrapunto de los aires que parecen correr por estas pampas (más bien minimalistas, sentimentales y sugerentes). Bueno: lo mío, nada que ver. Al final (el coso se llama “Cómo escapar de una torre de marfil”) tienen la tercera parte de una zaga que empezó con un cuento largo de ciencia ficción autobiográfica metanarrativa (ponganlé), al que llamé “El ombligo del mundo” (que está en la colección de cuentos del año pasado, a la que llamé, en un rapto de inspiración, "El ombligo del mundo"). Definitivamente, ahí –en esa tercera parte- me fui al carajo, y con eso quiero decir que perdí lo que Martín Kohan llama “tensión dramática” y (por si fuera poco) gané en aburrimiento. En fin. La segunda parte está un poco mejor, me parece. Le puse “Nada de vida”, y tiene un defecto distinto: está demasiado pegada al original –la primera parte-. También tienen –un toque más adelante- dos versiones de lo que podemos llamar un chiste político (se van a dar cuenta), un diálogo platónico acerca del inmaduro perfecto (“La perfección”), una reescritura en clave “ciencia ficción autobiográfica metanarrativa” de “Franny y Zooey” –de Salinger- (“La angustia de las influencias”) y otra de “Amuleto” –Bolaño (“Tomala vos, damela a mí”). Todo esto por decir algo, que puede ser bastante tirado de los pelos –no prometo nada-. Lo peor está un poquito antes del final, con los más o menos fallidos “Un poquito de paranoia” y “La opinión ajena” (que está algo más logrado que el otro, porque por lo menos “suena” al autor).

Si no se salen de la vaina por leerme, es que tienen un mal gusto incurable.

O algo mejor que hacer.

Besos, abrazos y fuertes apretones de manos,


Matías Pailos

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20 diciembre, 2010

Acerca de "La vanguardia intrigante"

1. Conocí a Ariel Idez primero como escritor que como investigador. Por eso me permito comenzar corrigiendo un dato en la solapa de su nuevo libro: éste no es su primer libro. Entre la entrega de los originales de Literal. La vanguardia intrigante a Prometeo, y su aparición hacia fines de este año, como decía, conocí un libro de cuentos de Ariel, su primer libro publicado, No vas a ser astronauta, y con esto no pretendo reclamar cierta precedencia o establecer un número en una serie –que seguro será prolífica– sino intentar una clave de lectura. Es preciso leer su libro sobre Literal sabiendo que Ariel es también el escritor de No vas a ser astronauta. Explicar esta afirmación es algo que me va a tomar no más que unos minutos.

2. No muchos saben que la editorial Pánico el pánico toma su nombre de una indicación de Oscar Masotta en su libro sobre el Pop Art. Allí, Masotta se refiere a “los pánicos de una cultura visitada y atormentada por los peligros de convertirse en naturaleza”. Entonces, cuando recibí el manuscrito del primer libro de cuentos de Ariel, y entré en el blog en que escribe junto con Matías Pailos –El mate tuerto– y leí “se fingirá el saber que no se tiene”, noté un guiño inquietante. Inmediatamente, me sumergí en sus cuentos, y leí Carne, seguramente el mejor cuento que se escribió en este país en los últimos diez años –porque ya casi no se escriben cuentos ni novelas, sino nouvelles, más o menos cortas, y eso no tiene que ver exactamente con la cantidad de páginas; mientras que la poesía, en más de un caso, es un efecto no deseado del cierre de boliches habilitados para bandas de rock; aquí está lo que nos dejó Cromañon: el rebrote de la música desenchufada y pseudo-folk, y un montón de poetas de contrabando que escriben canciones sobre un yo ampliado (ellos y sus amigos), o, como decía Borges, sobre vaquitas, el campito, toboganes, la infancia, y otras cositas que nos pasan día a día–. Nos atormentaba el peligro de convertirnos en naturaleza –de naturalizar el uso del lenguaje–, recogiendo voces cotidianas, sobreactuando la intimidad, cuando Ariel escribió Carne: un relato situado en la época de lo que algunos llaman las vanguardias del 60, acerca de un tipo –el artista– que de trabajar en La Farola haciendo milanesas pasa a convertirse en un referente cultural del arte de su tiempo. Su único “esfuerzo”, y no digo su “talento”: pegarle a la carne hasta darle forma. ¿Qué es escribir sino golpear la lengua con un palo de amasar, con una maza, con un martillo astillado? “Se fingirá el saber que no se tiene”, es cierto, pero porque así se tendrá, al menos, la ficción del saber; y la forma de la escritura.

3. Con Marina Gersberg publicamos el primer libro de Ariel. Y cuando Ariel se acercó a decirme que salía su libro sobre Literal, le dije: “vos no me vas a pedir que yo hablé sobre vos, así que dejame que te lo proponga”. Porque –quisiera ser claro– este nuevo libro de Ariel, su tesis de licenciatura, premiada y publicada con un subsidio de la UBA, no es, poniendo las palabras en su lugar, un libro universitario. Y esto es algo que puedo decir, con mucho gusto, dado que yo tengo casi los dos pies puestos en la universidad. Dicho de otro modo, si bien es evidente que éste es un libro surgido en un ámbito académico, no es otro de esos libros destinados a los anaqueles de las publicaciones que sirven para ganar becas, promocionar un currículum, organizar mesas redondas de gente malograda que se junta a decir “¡Ay!, el debate cultural es un debate político, las revistas de los setenta, la literatura argentina y sus fantasmas”. No, porque el libro de Ariel tiene carne, tripas, jugo. Comienzo, entonces, por el esqueleto.

4. Una introducción, tres partes, y una especie de coda lamborghiniana titulada “La vanguardia retrocede”. El esquema recurrente y nostálgico de casi toda tesis. Una introducción donde se recuerda a Héctor Libertella –una voz autorizada– y se menciona “el lento destilado del psicoanálisis en la literatura”. En fin, una introducción correcta, en la que se anticipan los tópicos de la investigación, y se los reconduce a esos nombres que legitiman una exposición, tanto como conjuran el desafío y la libertad de escribir. Lo mismo podría decirse, quizás, de la Primera Parte; reconstrucción histórica del paisaje intelectual de aparición de Literal: las charlas de café, las publicaciones de la época, la influencia de Masotta, una recensión de los números de Literal, la elucidación programática –el combate contra la representación, la reivindicación de la literatura como lenguaje autorreferencial–, una primera presentación de la noción de intriga: textos que no serían firmados porque, “cuando la literatura se realiza, ya no es de nadie: pertenece a todos y a la tradición”.

4. La Segunda Parte: una lectura situada del planteo de desvincular la literatura de una utilidad política a partir de una nueva concepción de la escritura y la lectura. “La literatura es posible porque la realidad es imposible” se afirma en el primer número de Literal, con un proyecto destinado a conservar la autonomía del campo literario, menos por esteticismo que por una ética de la práctica literaria, que combate, a un tiempo, su degradación en el periodismo, su metamorfosis populista y la añoranza de una realidad antepredicativa. En esta lectura sitiada –por la hipocondría del realismo y la infatuación de una literatura nacional– Idez denuncia también el intento de asimilación de Literal a un pretendido correlato parisino –la revista Tel Quel–, anticipando la que, sin duda, es la sección más sólida de su libro.

5. Si el libro de Idez hubiese concluido la Segunda Parte con una conclusión general de los “resultados obtenidos” hubiese sido una tesis adecuada, pero “regular”; si hubiera desarrollado una Tercera Parte parloteando sobre Bourdieu y microfísica foucaultiana, tendríamos ante los ojos una tesis “brillante”, de esas que no ponen nada –a-tética–, lista para ser citada, parafraseada, confrontada por un tesista posterior, y así, en definitiva, olvidada. Una pubelication, como Lacan llamaba a esos libros que la Universidad “banca” –o beca, porque depender de un subsidio del Estado no deja de ser otro modo de vivir con, y de, papá y/o mamá y, eventualmente, y para usar un término contemporáneo, amancebar al investigador con una “adolescencia prolongada”– unos de esos libros, decía, para que nadie se despierte. Sin embargo, la Tercera Parte del libro de Ariel Idez es innecesaria y, por eso, justamente, imperativa. En esta última sección de su estudio es donde, en primer lugar, vemos aparecer una lectura acerca de otros escritores: Ariel Idez escribe, fundamentalmente, acerca de Macedonio Fernández y Gombrowicz. Nos habla de una recuperación “a contrapelo”, por parte de los literalistas, de la sucesión martinfierrista:

“Literal no sólo se dedicó a atacar las posiciones del realismo y el populismo, sino que también tuvo un aspecto propositito que no se limita a los aportes del psicoanálisis y el posestructuralismo, ya que abarca una oferta de autores para construir su propia tradición. Los nombres reivindicados por la revista reenvían a la herencia de la vanguardia martinfierrista: Macedonio, Borges, Girondo…”

En esta Tercera Parte, Ariel Idez discute la referencia de autoridad mencionada al principio; implícitamente, con el medio decir propio de la verdad, enfatiza que la recuperación de Macedonio Fernández desmiente una mera aplicación del psicoanálisis a la literatura, ya que el trasfondo de esta lectura se encuentra en la obra de Gombrowicz. Éste último sería la verdad de aquél. Cabe afirmar que, después de haber leído el libro de Germán García La escritura en objeto, esta afirmación de Idez parece una suerte provocación, una boutade. Sin embargo, cabría decir que se trata, mucho más justamente, de una intriga. La conspiración de Ariel Idez como escritor, y ya no como tesista. En pocas palabras, no se trataría del psicoanálisis destilado en la literatura; sino, muy por el contrario, de “una práctica literaria desde el goce con la letra”. De este modo, en esta última sección se aprecia –en todo el sentido de la expresión– la “literariedad” de Literal, a través de un escritor que se afirma y reconstruye sus propios fundamentos presentándose como un lector concernido. Si me permiten un chiste, podría decir que el escritor es, en los mejores casos, al menos dos: uno cuando escribe, pero también aquél que lee y transmite sus lecturas.

6. Después de leer este libro, comencé una serie de relecturas; y en este sentido es que puedo también afirmar que el libro de Ariel fue generoso conmigo. Hace unos años había leído Nanina y El frasquito, pidiendo prestados los ejemplares en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA. En esta oportunidad, después de esperar un rato en el mostrador, la bibliotecaria se acercó a decirme que los libros ya no estaban, que seguramente se los había robado. Borges decía que había admirado a Macedonio hasta el plagio. Creo que puede ser una formulación inexacta, pero no por eso menos verdadera, afirmar que el saldo que hoy persiste de Literal entre los jóvenes es, a la letra, un incentivo al delito. Espero que este segundo libro de Ariel venga darles un poco de paz a esos rabiosos que nosotros mismos hubiésemos querido ser.

Luciano Lutereau

Este texto fue leído por Luciano Lutereau en la presentación de Literal: la vanguardia intrigante realizada el miércoles 15 de diciembre en el auditorio de UCES.

16 diciembre, 2010

Pelar

Ser un Puto Peronista es toda una definición. Máxime cuándo, por todo lo que sabés, no sos puto. No tendrías problemas en serlo, si lo fueras... ¡Pero qué decís! No tendrías problemas en “decirlo” –eso querés decir-. Pero lo que pasa es que…

Mala suerte pobre tigre siempre tuvo. Pero visión, ¿quién te la puede negar? Naciste en González Catán, en medio del núcleo duro del gorilismo de La Matanza, lo que ya es mucho decir. Eran tres: tu tío, tu viejo y tu abuelo. No hay no peronistas en La Matanza. Bueno: salvo tu tío, tu viejo y tu abuelo. Y vos, claro, que como todo un pelotudo heredaste esa pasión obtusa. Qué le vas a hacer. Te brota en las venas el convencimiento de que el mal de la Argentina es la extensión del peronismo. Pero como no sos boludo –vos también fuiste a la Facultad-, sabés que el mal del Mundo es la huida en estampida de la política. Y estás en el medio de la Mercedes Benz y nadie, hijos de remil-puta, quiere pelear por los derechos del resto. Será de Dios.

… salvo esas locas de mierda que te rodean… esos culorrotos que le ponen el pecho a las balas, que bancan la parada y la más brava, que, bueno… se “rompen el culo” (algunos chistes fáciles son más difíciles de evitar que un misil teledirigido) para que nadie quede de a pie. Curioso, pensás, porque lo que fabrican son chasis de colectivos. Y te quedás ahí, lo más pancho, regodeándote en el jueguito de palabras, en las paradojas de dos pesos, mientras las locas se ponen de punta para hacer carne (de cañón) una tendencia general. Los noventa quedaron atrás. Guay del guacho que quiera poner de patitas en la calle a un, como se decía en el ’45, “laburante”. Pero (qué se le va a hacer) son putos. Y siempre hay (más de) uno dispuesto a dárselas. Así que frenan los despidos, pero no las palizas. Resultado: cinco locas menos. ¡Mejor!

La cosa es que las locas serán locas, pero sufren en carne propia las huellas de los males inmemoriales que laceran el corazón de la Patria en su seno mismo. Y ahí las ves, esperando a este o aquél punto –uno de los que se las dio- para dárselas a su vez. Ellas, no obstante, tampoco escatiman pijazos a la viava propinada. (En cambio, los puntos dispuestos a dárselas a las locas, tampoco. Porque una cosa es una cosa, y otro cosa, también.)

Ahí tenés tu iluminación. Tu sempiterna revelación cualunque. Tu faro guía. Tu idea fija.

Con tu radicalismo militante no vas a ninguna parte, ni que rimes.

Para cambiar la realidad, para hacerles comprender que lo nefasto, lo malsano, lo irreparable es la apretada, el apriete y sus subproductos: la golpiza, la paliza y la viava, y sus subproductos: la violación, la amputación y la muerte; es necesario jugar el juego desde adentro. Y convencerl@s, desde adentro, desde el ejercicio de la violencia armada (o lo que sea necesario), que ni la violencia ni el ejercicio armado es necesario (o lo que sea).

De paso (cañazo): sumás porotos a las fuerzas del bien, que atraviesan y sobrenadan cualquier jugada peroncha más o menos razonable. Basta de despidos. Ahora, por la mejora de las condiciones laborales.

Entonces es cuando las locas te ven apretar, solito, con un fierro en la mano, a este o aquél carnero, a algún barrabrava desprevenido al servicio de la patota patronal, hacerte el guapo en las circunstancias menos sensatas.

Te la dieron. ¿Esperabas que saltaran por vos? Son locas; no boludas.

Pero te visitaron en el hospital. ¿Te sirve? Y, cuando ellos bajaron la guardia, se la dieron. Porque de lo que se trata es de quién tiene la generosidad más grande.

Paralelamente, aún cuando seguís enchufado a mil tubos y cables, vas tras la pista de una pregunta pelotuda que, digamos, te “atormenta”: ¿cuál es la relación entre peronismo y putez?

Inmediatamente comprendés que no, que no era esa la palabra… pero “homosexualidad” está definitivamente fuera de lugar.

Lo peor: creés dar con una respuesta. Como por “respuesta” entendés “respuesta correcta”, estás frito.

El peroncho, en el fondo, es un puto reprimido.

Cualquiera. Te das cuenta de que es cualquiera. Ahí están los Putos Peronistas, que no le esquivan el bulto al punto. (Lo que sea.) ¿Hay algún “puto” fuera del placard que se diga “no-peronista”?

Estás en cualquiera, lo sabés. Salís del hospital con dos certezas: (1) para imponer la justicia social en este reducto de un reducto del conurbano, hay que encauzar las energías sueltas (los afamados “radicales libres”) a través del aparato de agrupaciones agrupadas en unidades básicas (o lo que sea); (2) para redirigir las energías peronchas hacia un ideario de libertad, tolerancia y respeto al prójimo, tenés que conseguir el respeto de las masas. Y eso no tenés ni puta idea de cómo hacerlo.

Al día siguiente te afiliás al PJ.

Con eso no conseguís nada.

Pero con lo otro sí.

Es curioso: parece como si el mundo estuviera equipado con un detector silencioso de gorilas. Bueno: el mundo te escucha, porque será mudo pero no sordo.

Conseguís la adhesión de todos los gorilas de la zona (tres: tu viejo y tu tío. Tu abuelo se murió. Vos sos el tercero). Pero ocurre lo increíble (… no tanto, vamos…): los garcas te hablan. Te erigís en el puente entre la patronal y los empleados combativos, con las locas como punta de lanza. Lo siento: nada dura para siempre.

Los garcas son los garcas. Las locas son peronchas, y no hay nada que hacer. No es que quieran romper todo –no son pendejos boludos, que dicen cualquiera y (gracias a Dios) no hacen nada-. Pero todo parece indicar que no van a dejarse pasar por encima ni ceder un milímetro. Toman la fábrica. Se atrincheran.

Los garcas llaman a los garcas. Las locas y el resto del sector combativo están rodeados. Tienen a Gendarmería y a la Policía soplándoles la nuca. (¡Cuac!) Tienen la falta de medios como compañía, tienen la falta de respaldo de cualquier tipo de su lado. Acá no hay cámaras ni una mierda, y el intendente –peroncho pero maleable- está comprado. La cosa es así: o rajan o esto es una masacre. Te llaman a vos, que entrás como un caballo. Y entrás. Un borracho te grita “troyano”. Lo mirás, porque no lo podés creer. Después uno, que no es una loca, que no está borracho, te dice al oído “entraste como un caballo”, y menea la cabeza. Las locas están ahí: desconfiadas. Pero dispuestas a escucharte. Putos peronistas, pensás. Esto con los radicales no hubiera pasado. Llamás a las dos más combativas, las que están a la cabeza de la toma. Tengo que hablarles, decís. Pero estás convencido de que con palabras no se arregla nada. Te creíste esa gilada de que hablar no lleva a ningún lado. Solos, decís. Ellas asienten y suben una escalera, caminan por pasillos entre oscuros y desvencijados hasta que entran en un cuarto con un colchón. Bien, pensás, porque es el único medio para evitar que todo se vaya al recarajo. Lo pensaste una y mil veces. Ahora estás seguro. Le diste mil vueltas pera ahora lo ves claro. No queda otra. No hay salida y no hay caso. Vas a hacerte culear.


Matías Pailos

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13 diciembre, 2010

Presentación Literal: la vanguardia intrigante


Amigos, último evento, afiche y aviso del año: este miércoles 15 de diciembre Germán García y Luciano Lutereau dialogarán en el marco de la publicación de Literal: la vanguardia intrigante. La charla es en el auditorio de UCES: Paraguay 1239 1º piso, a las 21. Se escanciará vino a la concurrencia.

10 diciembre, 2010

PALIZA en vivo este Domingo en Libario Bar


PALIZA, banda en la que uno de los administradores de este blog toca la guitarra, se presenta este Domingo 12, a las 22.30 hs (puntual), en Libario Bar (Julián Álvarez 1315). Los esperamos para dejarlos un poco más sordos.

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08 diciembre, 2010

Lo Coco

Pensé mucho tiempo en el título de este post, pretendiendo hacerme el vivo con el nombre del poeta Mauro Lo Coco y ensayé varias fórmulas al respecto: “Lo Coco no quita lo Valiente” “Lococó” “Lo Coco sí, boludo no” (cita incluida a Leónidas, tan afín a su poesía). Al final me di cuenta que su nombre (que está destinado a ser leyenda) soporta suficiente misterio por sí mismo, al punto que bien podría haber titulado alguno de sus primeros libros con su propio apellido, apelando a ese recurso tan afín a los grupos de rock. Recuerdo, al respecto, aunque no se si viene al caso, una banda llamada “Lo Bruno” y la inquietud que me producía la combinación del artículo neutro “lo” (artista exclusivo del castellano) con un nombre propio “Bruno” y la pregunta que me provocaba ¿qué será “Lo Bruno” de Bruno? La misma inquietud me produce el apellido de nuestro poeta, sumado a que el artículo se aplica al fruto de una palmera tropical. “Lo Coco” suena a promesa, a extracción, a desvío, algo le será sustraído al fruto del trópico para sernos presentado, aquí, en plena llanura pampeana. Esa extraterritorialización que el gentilicio le propina al producto de la palma caribeña es similar al tour de force que el habla cotidiana experimenta al pasar, trasmutada en poesía, a las páginas de los libros que firma nuestro autor. En Ricardo Gravitando (Del Dock, 2003), novela pampeana escrita en verso libre, hay una escena en la que Ricardo Cambiasso, alienado oficinista porteño se encuentra con Aughentaler, enigmático eremita de la Pampa y hay un tero un pato y perro, el cuzco “Caifás” que completan la escena y entonces:

“Caifás miró desconfiado y paró, se pegó al dueño sin sacarme la

/vista:

lo chirlaron y le hablaron bajo: déje joder.”

En ese punctum del poema me detuve, alcé la vista (alguien definió acertadamente el “punctum” barthesiano como ese momento en el que uno suspende la lectura, alza la cabeza y dice “qué hijo de puta”) y cobré cabal conciencia de lo que importaba (de importancia, pero también de importación) la escritura de Lo Coco. El tipo no decía al perro “déjese de joder” o “déje de joder” ni siquiera apelaba a la transitada fórmula gauchesca “déje e’ joder”. La solución era perfecta “déje joder” y mostraba al mismo tiempo el abismo entre lengua y habla salvado por la iluminación poética.

Este procedimiento, este extañamiento del habla en la lengua retorna, potenciado, recargado, en niño cacharro que acaba de editar Zindo y Gafuri. niño cacharro puede remitir, desde el título al niño taza de Osvaldo Lamborghini, aunque la falsa transparencia de la poesía de Lo Coco está en las antípodas del barroquismo lamborghiniano, así que descartamos esta referencia, también podría pensarse en la afinidad entre cacharro y cachorro (otra vez el perro: “déje joder”) y también, por qué no, con el niño cualquiera, niño garabato, niño inútil, desprolijo, cachivache, niño dos veces menor. Acá no hay narración, no hay banda, no hay orquesta. En un gesto ¿posmoderno? Lo Coco se saca de encima la tarea de contar una historia y al lector que busca un texto “con ganas de andar reflejando la vida” sujeto a “la pretensión de ver y de tener que ver”, como decía Literal, Mauro lo remite a los fichines, en esas pantallas con misiones, puntajes y bonus que coloca al comienzo y al final de cada parte del poema, como si delegara en los jueguitos electrónicos el devaluado arte de contar historias. Y sin embargo la cosa no es cualquiera, cuando no hay banda no hay orquesta lo que queda, lo que resta es el misterio y los poemas de niño cacharro desbordan misterio. En una primera lectura uno opta por los más “hiteros” como “oración matinal”:

arriba el sol su busto

el general el general

me conoce y vela por mí

reverencia

gracias por este día

que no me chupan los colchones


O, por citar otro, “oscar awards

yo te conozco

mi general mi general

yo también

y entonces

¿por qué tanto susto?

De estos dos poemas tomados de distintas partes del libro puede extraerse la conclusión de que el general el general es un leiv motiv de niño cacharro y en efecto lo es (su presencia se multiplica en muchos otros poemas) pero eso no nos aclarará nada porque no hay claves de lectura que nos permitan desentrañar un sentido “oculto” como si fuera el premio que promete el juego de consola sino el límpido desasosiego de una superficie paradójica: cuanto más transparente, más opaca. Cuando Mauro Lo Coco lee sus poemas el auditorio suele reírse a veces a carcajadas, el público festeja la aparición de esos trozos sueltos de habla cotidiana, como en el final de “equilibrio tronco”:

push start button saltá

el pan medio kilo

a tu derecha

las mejores ofertas

yo te conozco Joao

o jogador polémico

Joao

a gambeta religiosa

¡llegaste a la cocina

te ganaste una

patineta y un cuarto de bofe!

mmm Varolio

la media roja donde estaba

en el baño

oh

ah

la verdad

no me la esperaba

gracias a esta producción

tan linda

que nos trató bárbaro

En esas lecturas de Lo Coco me parece que hay risas de reconocimiento pero también de desconcierto, esos fragmentos del habla cotidiana son los pedazos de loza del inododoro de Duchamp, exhibido como escombro y como ruina, en el museo del poema. Mauro no recoge esas figuras del lenguaje coloquial para tranquilizarnos en la identificación sino para inquietarnos en el extrañamiento y para operar la doble desterritorialización. Dibuja con los versos un poema que lleva inscripto en su superficie el venenoso lema: “ESTO NO ES UN POEMA”.

la junta médica: “yo no vi nada”

mameluco, agenda y alambre buenos

días

¿doctor? buen

día portero

la señora gorda no está

yo no poso

en la foto

instalar es caro

una noche duermo y dejo

todas las luces prendidas

así saben que hay gente

pero no estoy casi nunca

más de una hora

deberías aprovechar el bulo

uno o dos arreglitos

y la casa va como cascotazo

trajiste colchón

libros

¿calefón?

no funciona

hay gas sí

pasa nada , un mes

y esto va

como empanada

¿hay más habitaciones?

Montones

¿vos sabés de máquinas?

se trabó el rollo

vuelvo en la semana

no importa

Ahora Mauro Lo Coco se encuentra abocado a la composición de hits, aunque animados por el mismo espíritu per verso, que oportunamente llenarán un volumen titulado 18 éxitos para el verano, de probable salida para el mes de julio. La última parte de niño… una suerte de epilogo llamada “despostes” contiene una muestra de este estilo, en el que el autor se exhibe más sociable y, maestro en el arte de la poda, entrega notorios ejemplares de una épica bonsái. Me despido, para deleite de los lectores, con dos de mis preferidos de esta serie:

7. animales abandonados

son así, nunca se fían

de uno

podés intentar comida, palmaditas

tener una conversación

pero igual

tampoco esperes lealtad

no pueden

8. el coso nunca arrancó

nos vestimos y pusimos

la mesa

varias veces festejamos

que empezaba a funcionar

al final fue a ahí

y le salió una planta pobre

de las que nacen solas

se ve que no lo entendimos

era tecnología

Ariel Idez

06 diciembre, 2010

Presentación de los libros de Pablo Farrés & Belén Ianuzzi

03 diciembre, 2010

Presentación de Literal, episodio 1


Amig@s, los invitamos hoy, viernes 3 a las 17hs a la presentación del libro Literal, La vanguardia intrigante que se desarrollará en el marco de las Jornadas de la Carrera de Comunicación en la sede Parque Centenario de la Facultad de Ciencias Sociales: Ramos Mejía 841, en el aula 1. Los esperamos.

01 diciembre, 2010

En este nueva cartelera de novedades denominada "Mate Tuerto", tengo el honor de anunciar una nueva presentación de la afamada banda de rock llamada PALIZA, de la que formo parte como guitarrista líder, rítmico y único. El evento tendrá lugar el DOMINGO 12 a las 22hs (puntual), en LIBARIO BAR (Julián Álvarez 1315). Ya tendrán más precisiones.
Atentamente,

Matías Pailos

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