Un Imperio caerá. Pero no será este.
Es falso que no se entienda nada. Se entiende perfectamente bien. Se entiende todo lo bien que se lo entendía en sus mejores momentos, aquellos en los que menos se lo entendía. Pero alcanza y sobra. Lynch dice, como nos recuerdan todas las notas sobre la película incluida esta que está usted leyendo, que “Inland Empire” trata acerca de una mujer en problemas. Como nos recuerdan todas las notas que leí sobre la película sin incluir entonces esta, ‘de lo que se trata’ con las películas de Lynch no es tanto de entender como de someterse voluntariamente a una experiencia primero visual pero en última instancia sensorial sin más que conecta y traduce y replica y transporta al mundo onírico, al imperio inquietante del inconsciente. Yo dije “sí”, pero no; pero no tanto. Sí, claro; pero hay una historia, o varias historias entrelazadas o comunicadas en un ir y venir dialéctico, lo que significa: nunca se vuelve al primer amor. Nunca se retorna al paraíso perdido de la prístina situación inicial. Leí a Ferreirós, Lerer y Enríquez, y recomiendo que ustedes también lo hagan en la misma secuencia que yo lo hice: primero vean la película y después lean los textos. La película crece con los comentarios, la película se hace inmensa con los comentarios. Ferreirós se atreve a relacionar la película con la mecánica cuántica, pero yo no me atrevo a tanto porque de física no sé nada. Sí se algo de filosofía, y lo que voy a decir a continuación, además de traducir lo que dice Ferreirós, es mucho más incomprensible que lo que él dice. Cuando se hace semántica de mundos posibles, los mundos posibles cercanos al actual son muy parecidos a éste, pero ligeramente diferentes. En ellos hay contrapartes de (una buena porción de cosas de) lo que hay en el mundo actual. Uno construye estas semánticas, en parte, para analizar condicionales raros, como los contrafácticos. Los contrafácticos se caracterizan por tener antecedentes falsos. Ejemplo: “Si Laura Dern no fuera una famosa actriz a la que le ofrecieran interpretar a una esposa de clase media de los suburbios, le metería los cuernos a su marido”. O “Si Laura Dern no fuera una esposa de clase media de los suburbios sino una puta barata, le metería los cuernos a su marido”. O “Si la protagonista de la película de Lynch no fuera Laura Dern sino una increíblemente hermosa actriz polaca que interpreta a una esposa que en el período de entreguerras muere asesinada por su marido, la película de Lynch no sería lo buena que es”. Algo así.
La película se entiende casi tanto como las mejores películas de Lynch: “Carretera perdida” y “El camino de los sueños”. Conforman, de hecho o según mi nada modesto parecer, una trilogía. ¿Que de qué habla? Habla de lo mismo que hablan todas las películas de Lynch, o al menos sus mejores. Habla del desconcierto. Habla de cómo tu realidad cambia en menos de un segundo, ya cambió. Habla de cómo te adaptás, como te parece rarísimo e incomprensible e inasimilable, y sin embargo te adaptás y ya no te preguntás por qué ni le das tanta importancia a que siga siendo rarísimo e incomprensible e inasimilable e intentás hacer lo que siempre y lo que todos: intentar ser feliz. Al menos seguir para adelante. ¿Se entiende?
Es curioso cómo con Lynch funciona mejor esa metáfora subjetivista o idealista, que indica que nuestra comprensión de los fenómenos puede ser radicalmente distinta a la de gente muy parecida a nosotros. Para Lerer la película es ante todo un viaje, es decir, es el producto de la ingesta de un alucinógeno. Para Ferreirós, siempre tan envidiablemente el más inteligente de todos, la película es la puesta en escena de un intento de contar todas las variantes (interesantes) de una historia. Para Enríquez, una mujer que acaso esté en problemas, la película de Lynch es otra cosa. Ahora vamos a ensayar unas palabras finales que no sean mis palabras finales. Digo: que no sean mis palabras, aunque sí las palabras finales de este texto. Así cierra el comentario de Enríquez, y así también cierra este comentario: “Inland Empire es una película sobre la violencia contra las mujeres, o sobre la indefensión de las mujeres. Y es una gran obra de nuestro tiempo sobre el tema, compañera de 2666 de Roberto Bolaño, que causa el mismo efecto espeluznante y emotivo cuando se dedica a los crímenes de las mujeres de Santa Teresa/Ciudad Juárez. Inland Empire, además, solo puede ser el trabajo de un artista que intuye más de lo que sabe, que tantea y desespera, pero tiene el corazón en el lugar correcto”.
Matías Pailos
La película se entiende casi tanto como las mejores películas de Lynch: “Carretera perdida” y “El camino de los sueños”. Conforman, de hecho o según mi nada modesto parecer, una trilogía. ¿Que de qué habla? Habla de lo mismo que hablan todas las películas de Lynch, o al menos sus mejores. Habla del desconcierto. Habla de cómo tu realidad cambia en menos de un segundo, ya cambió. Habla de cómo te adaptás, como te parece rarísimo e incomprensible e inasimilable, y sin embargo te adaptás y ya no te preguntás por qué ni le das tanta importancia a que siga siendo rarísimo e incomprensible e inasimilable e intentás hacer lo que siempre y lo que todos: intentar ser feliz. Al menos seguir para adelante. ¿Se entiende?
Es curioso cómo con Lynch funciona mejor esa metáfora subjetivista o idealista, que indica que nuestra comprensión de los fenómenos puede ser radicalmente distinta a la de gente muy parecida a nosotros. Para Lerer la película es ante todo un viaje, es decir, es el producto de la ingesta de un alucinógeno. Para Ferreirós, siempre tan envidiablemente el más inteligente de todos, la película es la puesta en escena de un intento de contar todas las variantes (interesantes) de una historia. Para Enríquez, una mujer que acaso esté en problemas, la película de Lynch es otra cosa. Ahora vamos a ensayar unas palabras finales que no sean mis palabras finales. Digo: que no sean mis palabras, aunque sí las palabras finales de este texto. Así cierra el comentario de Enríquez, y así también cierra este comentario: “Inland Empire es una película sobre la violencia contra las mujeres, o sobre la indefensión de las mujeres. Y es una gran obra de nuestro tiempo sobre el tema, compañera de 2666 de Roberto Bolaño, que causa el mismo efecto espeluznante y emotivo cuando se dedica a los crímenes de las mujeres de Santa Teresa/Ciudad Juárez. Inland Empire, además, solo puede ser el trabajo de un artista que intuye más de lo que sabe, que tantea y desespera, pero tiene el corazón en el lugar correcto”.
Matías Pailos
Etiquetas: Cine