En 1996 yo era un querubín que intentaba hacer mis primeras armas en el periodismo. Por casualidad me enteré que el famoso boxeador Alfredo Prada, que mantuviera inolvidables duelos con José María Gatica durante la décadas del 40' y 50' vivía en Saavedra y me propuse hacerle una entrevista. Visité a Prada en su casa y dialogamos durante más de dos horas. Empezamos tomando un café y terminamos brindando con fernet y vermouth, mientras don Alfredo rememoraba sus peleas y me mostraba innumerables recortes periodísticos. Le ofrecí la nota al editor de La Luna de Saavedra, legendario periódico barrial y allí salió publicada la que sería mi primera entrevista. Hoy me enteré por los diarios que Prada falleció el sábado y no quería dejar de homenajearlo.
ZC
CON LA VIDA EN UN PUÑOLuchador, en todos los sentidos que guarda esa palabra, Alfredo Esteban Prada es uno de esos hombres elegidos, protagonista, con José María Gatica, del duelo boxístico más recordado de este deporte en nuestro país.
Su documento lo declara nacido un 10 de marzo de 1924 en Rosario, aunque este hombre bajo y de voz ronca aparenta mucho menos de 76 años.
La infancia de Alfredo Prada no fue nada fácil, y no sólo por problemas económicos. A los cuatro años sufrió un accidente que lo dejó inválido. Imposibilitado para caminar, debió soportar un arnés ortopédico durante ocho años. Sólo una inmensa fuerza de voluntad y el apoyo de su familia lograron que pasado ese tiempo, pudiera volver a dar sus primeros pasos, “Eran momentos duros –recuerda don Alfredo– me llevaba un promedio de cuatro horas doblar la rodilla y el tobillo”.
En 1939, Alfredo Prada era un quinceañero que debía sufrir las constantes burlas de sus compañeros a causa de su renguera, en el pueblo de Villa Constitución, a 40 kilómetros de Rosario. Pero no fue el odio lo que lo llevó a ejercitar los puños, “Yo me había enamorado de una compañera de la escuela y un día la encontré mirando unos carteles que anunciaban un encuentro de box. Tenía quince años y en mi mente semi-infantil pensé “si ella viera mi nombre en esos carteles, seguro que se enamora de mí, ese fue el motivo” rememora Prada.
Claro que en un principio no fue fácil, “Yo rengueé hasta los 21 años y tenía que cambiar la guardia porque una de mis piernas era más larga que la otra” evoca el ex boxeador.
Pero el talento y la voluntad pronto aventajaron a los problemas, y los éxitos como amateur no tardarían en llegar: primero fue el Campeonato de Santa Fe, el selectivo para venir a Buenos Aires: la gran capital, y afrontar el gran desafío: consagrarse campeón.
La rutina era dura en Buenos Aires: levantarse a las cuatro de la mañana, trabajar de 6 a 14 en los talleres de la compañía inglesa de ferrocarriles, en Boulogne, y entrenar de 16 a 20 en el Royal Boxing Club, un gimnasio ubicado en un sótano enorme frente al Luna Park, donde Manuel Hermida le enseñaba los secretos del boxeo.
Después de 55 combates como amateur, donde llegó a enfrentarse con quien sería su gran rival, José María Gatica (ver recuadro). Un 30 de Abril de 1943, llegó el momento del debut como profesional, como no podía ser de otra manera, en el Luna Park, enfrentando al ítalo-argentino Aquiles Aquesta, a quien le ganó por puntos.
A partir de allí se fueron sucediendo las peleas y a fuerza de victorias y Knock Outs su nombre empezó a hacerse conocido. Ya había dejado en el camino a boxeadores importantes de la época como Miguel González y José Ríos, entre otros.
Llegó entonces el esperado encuentro con Gatica, otro joven púgil que había ganado muchos adeptos, corría el año 1946. Prada comenta sobre esta pelea que “en el primer round, de un golpe me cerró en forma total el ojo izquierdo y en el tercero me fracturó la mandíbula. Seguí peleando con la mandíbula desprendida, pero me ganó por puntos”.
Ocho meses después llegó la revancha, el Luna Park estaba colmado, desde la popular llegaba el aliento para el “Mono” Gatica, el ring side y las plateas alentaban a Prada, que recuerda cada detalle de esa pelea “Lo golpeé en el hígado, se fue contra las cuerdas y cuando rebotó saqué la mano izquierda. Le quebré la mandíbula en dos pedazos, le hundí tres muelas de arriba y cinco dientes de abajo. Era tal la rivalidad que algunos diarios publicaron que había sido un golpe perfecto y otros que era un cabezazo. Pero el hecho era que quien ganara esa pelea se clasificaba campeón... y yo me clasifiqué campeón.
Luego de coronarse campeón argentino, Alfredo Prada inició una gira por los Estados Unidos, durante 1949 se enfrentó y venció a boxeadores como Charles Lewys o Arthur King, campeón inglés, y llegó a pelear en el mismísimo Madison Square Garden. Pero lo presionaron para que regresara a defender su título de campeón argentino.
Ya de vuelta en Argentina, se repitió el duelo que había dividido a la sociedad. “Gatica y yo impusimos los miércoles en el Luna Park –recuerda Alfredo– Y la última vez se calcula que quedaron entre seis y diez mil personas en la calle. No había una entrada ni con recomendación presidencial. A tal extremo que hubo peleas en las que pusieron parlantes en la calle y en otras televisores para que la gente viera. No cabían ni las moscas.
Con el correr de los años Alfredo Prada se consolidó como un gran boxeador, acumulando triunfos y éxitos. A pesar de esto nunca dejó de trabajar y estudiar en forma paralela a su actividad deportiva.
En el año 53’ “mi mejor año” según sus propias palabras, llegó a concretar 23 peleas en 11 meses, ganando 18 por KO y cinco por puntos. Inclusive, aunque hoy parezca increíble, realizó tres peleas en 35 días. Pero inexorablemente se iba acercando uno de los momentos más tristes para todo deportista. Un golpe errado en una pelea le había ocasionado un desgarro de pectoral, tríceps y bíceps. Cuenta el ex boxeador “me operé de esa lesión y decidí que mi última pelea sería por el título sudamericano. Enfrenté a un chileno, campeón de los livianos. Le gané y saludé a la gente. Después tomé el micrófono y dije: señores, como ya anuncié previamente, este es mi último combate. Dejo de boxear y le agradezco mucho al boxeo, dejo el boxeo antes de que el boxeo me deje a mí. Quiero seguir siendo Alfredo Prada”.
Y así fue como el boxeador colgó los guantes, de ahí en adelante podría dedicar todo su tiempo a su esposa, sus dos hijos y sus nuevos proyectos. Tuvo una fraccionadora de vino, una empresa de transporte, y se dedicó a la venta de casimires. Un día, en 1960, leyendo en el diario una nota sobre la inundación que había asolado a la Provincia de Buenos Aires, volvió a ver la imagen de su eterno rival. Gatica estaba en la indigencia, las aguas habían arrastrado el humilde rancho donde vivía junto a su familia. Prada tomó entonces una decisión “Lo mandé a buscar por un amigo en común y al otro día apareció en mi casa con la señora y las dos pibas. Para ayudarlo puse un negocio que se aprovechaba de nuestra antigua rivalidad, la “Cantina Knock Out”, bifes a lo Prada y ñoquis a lo Gatica, él estaba chocho, y a mí me llamaba padre. Me dolió mucho su muerte” confiesa emocionado.
Desde que vino de su Santa Fe natal el campeón vivió en Pompeya, pero después de la muerte de su mujer, hace cuatro años, decidió dejar atrás la espaciosa casa llena de recuerdos para mudarse a un coqueto departamento de tres ambientes, en Belgrano. Desde allí disfruta de sus tres hijos, sus dos nietos y su pequeño bisnieto. Allí se dedica, a veces, a releer los recortes periodísticos que guarda con prolijidad en varios libros, o abre el cofre que contiene su brillante cinturón de campeón argentino, o simplemente cierra su mano izquierda, aún con fuerza, y recuerda que lleva toda su vida encerrada en ese puño.
Recuadro
Así recuerda Alfredo Prada sus legendarios combates con José María el “Mono” Gatica.
“La primera vez no nos conocía nadie, yo chocho con mi título de campeón amateur, fue en la Federación de Box. Yo lo golpeé en la zona hepática, el cayó y el referee comenzó la cuenta, entonces el segundo de Gatica gritó ¡Golpe bajo, golpe bajo! Y me descalificaron. Pero mi manager, Hermida, no me dejó bajar del ring. Hizo que llevaran a Gatica a los camarines y ahí se constató que no era golpe bajo sino en el hígado. Pero ahí no terminó todo, nosotros salimos a la calle y, como se dice en la jerga, estábamos “calientes”. Ahí afuera empezamos a discutir “Por qué dijiste golpe bajo, que esto, que el otro y no tomamos a golpes”
_¿Se agarraron a trompadas en la calle?
Sí, en la calle Castro Barros, y así fue como se inició la puja Prada-Gatica o Gatica-Prada, como le quieran decir.
Después en nuestra última pelea, en el 53’, yo fui al estadio a las ocho y media, para subir al ring a las once, pero no podía entrar de la gente que había. Entonces Ricutti, un sargento de policía, me tomó, me subió a babucha y con la 45 me iba abriendo camino.
_¿La gente no lo dejaba pasar?
Claro, no se podía pasar. Y además, ¿Qué sucedía? los hinchas de Gatica eran capaces de tirarme un puntapié o una piña. O los mismos simpatizantes “bien, bien” me palmeaban y al final llegaba Knock Out.