El sueño de Borges
Hasta aquí nada nuevo, pero al volver hoy sobre el relato me dio por pensar que Dahlmann se muere irremediablemente, pero no en ese duelo a cuchillo al caer el ocaso sino en la fría y triste cama de hospital donde yace internado. Esa irreflexiva muestra de coraje que lo lleva a dar la vida por el honor de su prosapia no es sino la puesta en escena alucinatoria que monta un pobre moribundo que agoniza por una faltal y vulgar septicemia.
Es fácil encontrar indicios de esta hipótesis de lectura en el texto. Una vez dentro del almacén Dahlman cree que conoce al patrón porque lo confunde con uno de los empleados del sanatorio y ese mismo personaje, que jamás ha visto al protagonista, llama al forastero Dahlmann por su nombre para apaciguar sus ánimos y evitar la pelea (y merced a eso la desata).
En pocas palabras: Juan Dahlmann jamás se recupera de su septicemia y muere en el hospital mientras se sueña batiéndose a duelo criollo en mitad de la Pampa.
No me creo un genio y lejos estoy de serlo: supongo que esta interpretación de El Sur debe ser una de las más comunes y difundidas. Ahora bien, el mismo Borges solía cifrar la fundación mítica de su narrativa con una anécdota similar a la del relato en cuestión. Quienes hayan revisado su biografía sabrán que el autor de Ficciones sufrió, en la nochebuena de 1938 un accidente muy similar al de Dahlmann: se abrió la cabeza con el filo de una ventana abierta de de par en par cuando subía una escalera y la herida le produjo una septicemia que casi le cuesta la vida. Una vez repuesto Borges estaba aterrado porque temía que la enfermedad hubiera afectado sus facultades intelectuales. Entonces se propuso abordar un género nuevo que, a diferencia de la poesía o en ensayo, no dominara, para que su inexperiencia en la materia disimulara el resultado de su mente disminuida. Bajo esa consigna compuso Pierre Menard, autor de El Quijote. El resto es historia conocida, la historia de cómo se forjó el más grande escritor argentino de todos los tiempos.
En el prólogo a Artificios Borges nos dice: “De El Sur, que es acaso mi mejor cuento, básteme prevenir que es posible leerlo como directa narración de hechos novelescos y también de otro modo”. ¿Qué se esconde tras esta enigmática sentencia? ¿A qué otro modo se refiere Borges? Supongamos que mi interpretación, bastante evidente, corresponda a la lectura “novelesca” ¿Cuál sería el otro modo de leerla?
A Borges le gustaba elogiar la célebre sentencia de Heráclito: “nadie se baña dos veces en el mismo río” porque lograba que el lector la aceptara pensando en la corriente del río para después proyectarla sobre sí mismo y comprender que era él quien fluía y cambiaba todo el tiempo. Eso mismo me acaba de suceder con El Sur. El poeta y ensayista Jorge Luis Borges murió de septicemia en 1939. Justo antes de morir, presa de una febril agonía, se imaginó batiéndose a duelo con la Literatura Universal y creando en el fragor de esa lucha páginas inmortales que pondrían su nombre junto al de sus más grandes antecesores: Homero, Virgilio, Dante, Cervantes, Shakespeare… Borges.
En ese otro modo de leer El Sur Borges murió a los 39 años, dejando tras de sí una excelente obra ensayística y una muy buena obra poética, aunque sus amigos dijeran que su trágico fallecimiento representaba algo más: una gran pérdida para la literatura argentina y que otra sería la historia si Georgie hubiera superado su reticencia, su timidez, su temor al fracaso y se hubiera atrevido a la narrativa .
Nosotros, en ese estremecedor otro modo de leer El Sur, estamos condenados a vivir perpetuamente en ese último segundo de vida en el que Borges se sueña a si mismo como un gran escritor. No somos, entonces, más que el delirio de Borges soñándose Borges.
Zedi Cioso
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